«Futbolín» del director argentino Juan José Campanella, que en Argentina se ha estrenado con el título de «Metegol», dibujo animado en 3D que inauguró el 61 festival de San Sebastián fuera de concurso, como era previsible, no ha convencido a la crítica acreditada.
Suele ser costumbre en los festivales internacionales presentar fuera de competición películas comerciales o taquilleras, mientras que la competición queda reservada para el denominado cine de autor.
Con «Futbolín» se confirma la regla. Fabricada en tres versiones: argentina, española e inglesa, esta película de animación, con gran éxito de taquilla en Argentina, se ha vendido ya a través del mundo. Su director Juan José Campanella advirtió en la inauguración que es una película para «pasarlo bien y no sobre temas graves como las películas de la competición … una película dirigida a ese niño de diez años que hay en cada espectador».
El problema es que a menudo los que amamos otro tipo de cine «lo pasamos mal» con películas como esta, que pretenden divertir y que al menos en su versión española tiene muy poca gracia. La que hemos visto aquí es la versión castellana, con voces españolas, sólo un personaje tiene acento argentino, y no «Metegol» cuyas voces son con jerga y acentos argentinos. Quizás las «boludeces» de sus diálogos hacen reír más a los argentinos, que las «chorradas» de su versión hispana.
Estando repleta de buenas intenciones, su guión resulta flojo y maniqueo, con la eterna caricatura del bien y del mal, y la obsesión por el futbolín y el fútbol. No hay una buena película sin un buen guión y ese es a mi juicio el problema de «Futbolín», tecnicamente, diré en su favor, muy bien fabricada en esa tecnología del 3D. Y con un presupuesto de producción –20 millones de dólares- muy inferior al de los estudios Pixar o Dreamworks, que se elevan a 180 o 200 millones de dólares.
No me sumo tampoco a la estética del diseño animado utilizada por Campanella, con esa transformación galáctica del fútbol y con personajes, buenos o malos, que no resultan entrañables. La acción vertiginosa no podrá nunca remplazar la poesia y la emoción y «Futbolín» se acerca mas de un juego video que de una buena película de animación.
Añadiré que no es el 3D, cine de animación en tres dimensiones, santo de mi devoción, a pesar de que se ha puesto muy de moda desde la norteamericana «Avatar», que por cierto tenía un buen guión. No creo como lo afirma Campanella que «el 3D se vaya a convertir en el futuro en algo habitual», pienso mas bien que se trata de un fenómeno de moda pasajero, sin duda «espectacular», que se dirige tanto a un público infantil, como a un público poco cinéfilo y mal acostumbrado por la televisión y por el cine de acción made in Hollywood, con planos que se suceden a cien por hora. Una moda que no trae ningún valor añadido a nuestro querido séptimo arte y a sus cualidades artísticas.
El cine ha inventado cosas tan maravillosas como la profundidad de campo y la dirección de fotografia, que con el 3D son remplazadas por una imagen brillante y borrosa -sin gafas-, o por un supuesto e irreal relieve si uno se pone las malditas e insoportables gafas. No entiendo pues que la gente confunda realismo e imagen en falso relieve. Dicho esto, hay películas de animación que me encantan, pero las prefiero en dos dimensiones. Por cierto tendremos ocasión de hablar proximamente de un excelente dibujo animado uruguayo-colombiano, «Anina» de Alfredo Soderguit, que ha sido seleccionado en la sección Horizontes Latinos.