«La reconquista»: comedia mínima sentimental sobre un amor quinceañero y su reconquista
Después de dos thrillers made in spain, “La reconquista” de Jonás Trueba es la tercera película española que vemos en esta competición oficial del Festival de Cine de San Sebastián. Hijo de Fernando y sobrino de David, Jonás Trueba, nacido en la marmita del cine familiar, nos lleva aquí a otro género, el de la comedia romántica madrileña, que ya relanzó antaño su padre en 1980 con “Opera prima”, con la que inició su brillante carrera, o también su tío autor de “La buena vida” en 1996, un género con claras referencias cinéfilas, musicales y literarias.
Jonás Trueba, por Gari Garaialde, Donostia 2016Sin duda también como ellos, Jonás está muy influenciado por el mejor cine francés desde Truffaut a Rhomer. Sin embargo el resultado, por su guion, sus intérpretes y su realización, resulta correcto pero desigual, con muchas y deliberadas repeticiones, y por su vertiente tierna, nostálgica y musical, nos ha sabido a poco.
El guion está construido en tres tiempos narrativos: el reencuentro de los dos protagonistas, el retorno a casa de él en una breve secuencia con su comprensiva novia, y un flashback sobre su adolescencia para explicarnos el contenido de esa carta que funciona desde el comienzo como pretexto de la intriga. Es esta parte, a mi juicio, lo más flojo, pues con ese casto amor quinceañero, la historia pierde garra y resulta banal. Será porque nunca me he creído eso de que un amor adolescente le marca a uno de por vida.
En su primera mitad, la más larga, cuenta como lo anuncia el titulo el reencuentro de dos treintañeros, que vivieron un primer amor cuando tenían quince, del que conservaron algunas huellas epistolares que sirven de hilo conductor al relato. En largas secuencias mano a mano entre dos jóvenes actores, Francisco Carril –actor fetiche de Trueba con el que ha trabajado ya en sus dos películas anteriores “Los ilusos” y “Los exiliados románticos” e Itsaso Arana prometedora revelación del nuevo cine español- con diálogos muy escritos, pero buscando una cierta espontaneidad que tiene altos y bajos.
Ella es una chica muy lanzada, que vuelve a España después de una estancia en Buenos Aires, él es un chico tímido que vive en pareja y a quien el reencuentro con la que fue su primer amor le coloca ante un dilema sentimental y moral. Hasta ahí la influencia de Rhomer parece evidente, aunque no es siempre fácil estar a la altura de ese modelo.
En su generosa mirada sobre las relaciones sentimentales de la pareja, Trueba filma luego la explicación entre el chico y su novia, en una improbable escena en que ella, siquiatra en la ficción, se muestra comprensiva y le incita a volver a verla. Pero por desgracia es lo que menos desarrolla, y a continuación las cosas empeoran en el tercer tiempo de esta narración, con la ñoñería de dos adolescentes, que escriben cartas de amor literarias, pero que no tienen ni credibilidad, ni interés.
Estamos aquí pues más cerca de la mala comedia romántica americana, o de aquel lado dulzón y rosa de nuestro Summers nacional. Cada cual piensa que su vida puede ser una novela, o una película, pero el cine nos prueba cada día que las vidas que vale la pena contar son más escasas, y todo depende de la garra, de la ironía o del humor que se le ponga. Historias de adolescentes y de desgarrada iniciación a la edad adulta hemos visto por cierto varias y muy buenas en este festival, pero sobre todo en la sección Horizontes Latinos.
“La reconquista” se queda pues en comedia mínima, ligera y sentimental. La inclusión de la música pop muy de moda en España tiene también un peso evidente y deliberado, aunque excesivo, en el guion, con canciones interpretadas integralmente ante la cámara por el cantautor donostiarra Rafael Berrio, en el papel del papá de la chica. “Somos todos principiantes”, se convierte así en conclusión del guion imaginado por Trueba, pero también incluye músicas de Manos de Topo o Nacho Vegas, entre otros.