Alejandro Amenabar afamado director español de origen chileno ha presentado en competición en el Festival de Cine de San Sebastián “Mientras dure la guerra”, y los cineastas vascos Aitor Arregui, Jon Garaño y José Mari Goenaga, presentaron “La trinchera infinita”, dos miradas muy distintas sobre la guerra civil española, con sendas ficciones, que figuran entre las producciones del cine español más esperadas de la temporada. Ambas son formalmente de corte clásico, y con un nutrido reparto de conocidos y excelentes actores españoles.
Engañosa y caricatural mirada de Amenábar sobre Unamuno y la guerra civil
“Mientras dure la guerra” me ha parecido por su planteamiento una verdadera estafa de película, no obstante el elenco de excelentes actores con que cuenta para interpretar ese relato que se sitúa en 1936, en los últimos meses de la vida de don Miguel de Unamuno.
Karra Elejalde interpreta al célebre escritor y filosofo español ya anciano, tan antimonárquico como anticomunista, quien tras adherir al levantamiento fascista de Franco contra la República, terminó enfrentándose al macabro Millán Astray con aquel conocido discurso en la Universidad de Salamanca, que terminaba con el conocido “Venceréis pero no convenceréis”.
Unamuno quien había enmendado así su grave error político no tuvo tiempo de ir más allá, pues falleció poco tiempo después de muerte natural.
La narración de esta ficción tiene dos tiempos: las anécdotas más conocidas de esos meses de la vida de Unamuno, que aparece como un empecinado y gruñón abuelo con su nieto y sus hijas en familia, y sus charlas con dos estimados amigos que fueron asesinados por los fascistas. El tardío arrepentimiento de Unamuno es mostrado aquí con un carácter casi hagiográfico.
En cuanto a la conocida anécdota histórica de la intervención de la esposa del dictador genocida para proteger a Unamuno de la ira de Millán Astray, es tratada de forma épica y a mi juicio vergonzosa. En lugar de filmar anécdotas de forma sesgada, el pensamiento de Unamuno merecería a mi entender un desarrollo más serio y profundo, que el que le da Amenábar.
El segundo tiempo de la narración es la reconstrucción del alzamiento fascista, con Franco y los demás generales, en donde se nos muestra a Franco, (interpretado de forma caricatural por el actor gallego Santi Prego) como un buen padre de familia, ferviente católico, y capaz de hacerse hábilmente con el mando de la sublevación, y ser nombrado Generalísimo frente a los demás generales, apoyado por su amigo Millán Astray, quien es el malo de la película, interpretado con brío y energía por Eduard Fernández.
El engañoso mensaje de Amenábar, quien reiteró en rueda de prensa su intención de ver en la película “una lectura actual sobre los extremismos”, es la de hacer creer a la gente que el golpe de estado militar fascista fue el resultado de un choque de “extremistas”, repitiéndonos la sacrosanta letanía de que “hubo crímenes en ambos lados”, que ha servido y sirve para justificar los crímenes franquistas y su impunidad con el pacto del silencio, firmado en 1977, esa fecha con la que Amenábar cierra la película recordando que hubo por fin elecciones democráticas en España.
Vehicula Amenábar con su engañosa simbología sobre las banderas gualda o tricolor, la falsa idea de “la equidistancia” y la “objetividad” sobre la guerra civil, que ha permitido mantener la más absoluta impunidad de los crímenes franquistas, lo que está en contra de la verdad histórica y del necesario trabajo de memoria, para acabar con la impunidad de los crímenes franquistas mantenida desde hace ya 42 años después del comienzo de la transición democrática.
Necesaria precisión histórica: El golpe militar fascista en España, apoyado por Hitler y Mussolini, como el bombardeo de Guernika, fueron el ensayo y preludio del desarrollo del fascismo y del nazismo en Europa que condujo a la segunda guerra mundial. Los crímenes franquistas fueron crímenes de guerra contra la humanidad, como los cometidos por los nazis y los fascistas italianos, y en ningún momento comparables a la violencia inherente a la guerra civil, o al “extremismo anarquista” como se repite en la película en boca de Unamuno. En Alemania e Italia los crímenes de guerra han sido y son perseguidos, en España todavía no.
La trinchera infinita, una visión más exacta de los crímenes franquistas
“La trinchera infinita” dirigida por el trío vasco Aitor Arregui, Jon Garaño y José Mari Goenaga, (autores de “Loreak” y “Handia” presentadas también en San Sebastián en 2014 y 2017,) compiten en esta ocasión con una película que habla de la guerra civil, pero con una mirada y lectura muy diferente de la de Amenábar. La historia de un hombre que se escondió durante 33 años para escapar a la muerte.
Se cuenta aquí la historia de aquellos españoles que para escapar a los crímenes fascistas pasaron años escondidos en zulos caseros, esperando que terminara la guerra para salir. Según contaron los directores, el guion se apoya en el documental “30 años de oscuridad” de Manuel H Martín, y en el libro “Los topos” de Jesús Torbado y Manuel Leguineche
Cabe subrayar que el tema ya había sido tratado en el cine español por Alfonso Ungria en “El hombre oculto” 1971, y abordado por Esteve Riambaud en su libro sobre Eduardo Muñoz Suai titulado “Una vida en sombras”.
La trinchera infinita cuenta la historia de Higinio (Antonio de la Torre) en un pueblo andaluz, que tras escapar a una ejecución sumaria, se esconde en un zulo en su propia casa, mientras que su esposa (Belén Cuesta) humillada y violada por los fascistas sobrevive y le protege, dando a luz a un hijo.
Tanto el guion como la realización me convencen más en la primera mitad de sus 2H 17 minutos de metraje. Muy lograda, angustiosa y realista resulta la huida de ese hombre acosado y cómo se esconde para escapar a la muerte. En su desarrollo hay varios episodios que resultan en cambio menos verosímiles, como la llegada del hijo y su crecimiento en tales circunstancias, o la digresión con una pareja de homosexuales que se esconden en la casa. No obstante esas reservas, la interpretación de la pareja protagónica es excelente y el resultado muy honroso.
La brillante filmación de ese huis clos (a puerta cerrada) angustioso, va acompañado de momentos de respiración cinematográficos, que permiten al mismo tiempo dar las pautas históricas con información exacta y pertinente de lo que iba sucediendo en el país, visto desde la perspectiva de ese hombre oculto. Un brillante papel el de Antonio de la Torre, que podría valerle un premio de interpretación en el Palmarés.
De la Torre interpreta con brío ese miedo, angustia y contradictoria fragilidad de su personaje, acosado y encerrado entre cuatro paredes. Gran actor De la Torre de nutrida filmografía, que me encantó también el año pasado con su trabajo “La noche de doce años” del uruguayo Álvaro Brechner.