Simplemente, sin ambages, 7 De Julio, es el título que le da dado a su libro el periodista donostiarra Chapu Apaolaza quien, desde su experiencia personal, muestra las entrañas de una de las fiestas más populares del mundo, en torno al toro de lidia del que Apaolaza es un experto.
Estaba predestinado, porque nació con el chupinazo un seis de julio y, sobre todo, porque tuvo en su padre al mejor maestro, querido y recordado Paco Apaolaza quien se fue, demasiado pronto, saliendo por la puerta grande, sin darle tiempo a ver cómo volvía a ser taurina la Semana Grande donostiarra, en su querido San Sebastián. Él tuvo mucho que ver en la lucha por conseguirlo. Pacorro, para los amigos, era culto, sagaz articulista y honesto en la espinosa crítica taurina, dando su sitio a los toreros por su faena en el ruedo, alejado de la impudicia de los denominados “sobrecogedores”, mentirosos de pleno conocimiento.
La Pamplona inundada por multitud de personas llegadas de todos los continentes, entonó ya el “pobre de mí” hace días, pero la cuesta de Santo Domingo todavía trata de recuperar la normalidad tras el tumulto de quienes se lanzaron al ruedo de los encierros, desafiando al miedo; aún se ve algún pañuelico rojo atado a las vallas de madera. Ese miedo provoca un sonido que retumba en toda Pamplona, que Chapu lo describe en su libro como “banda sonora aterradora”. Ellos, los osados, se echan a la calle con la realidad a la espalda como si no pasara nada: pero pasa. “Hay que saber que el toro bravo es un asesino”: lo dice, y sabe por qué lo dice, Larry Belcher, un norteamericano, de Idaho, residente en Valladolid, docente en la UVA, quien lleva 40 años corriendo los encierros en San Fermín y que ha traducido al inglés el libro de Apaolaza 7 De Julio, con un título que invita a la reflexión: Three prayers for the countdown, es decir, Tres oraciones para la cuenta atrás, una frase recogida del libro de Chapu referida al rezo-cántico de los corredores, ante el San Fermín que les contempla desde su hornacina en la pared de la cuesta de Santo Domingo: “a menos cinco, a menos tres, a menos uno, suenan tres oraciones para la cuenta atrás”; porque, como dice Chapu, “antes del encierro reza hasta el ateo”. El libro, traducido también al francés, ha sido presentado durante los Sanfermines en el Iruña de Pamplona, donde tiene su rincón literario Ernest Hemingway.
El miedo no se va nunca
Estos audaces que corren esos 875 metros, cercados, por las calles del casco viejo de Pamplona son, sin saberlo, autores de la mejor definición que se puede hacer y que Apaolaza ilustra en su libro como: “grito que sube por la calle y se come el oxígeno”.
Seguramente, sienten todavía el soplido de los toros en la nuca, como es el caso de Chapu Apaolaza, después de 26 años corriendo los encierros. “El miedo al encierro aparece seis meses antes del encierro y ya no se va nunca”. En su libro 7 De Julio, cuenta cómo fue el día que corrió el primer encierro con sólo 15 años. Eran las seis de la mañana y su padre le anunció de manera inesperada: “Levanta, Chapuli. Vístete de limpio que nos vamos a correr el encierro” y, para que no hubiera lugar a dudas sentenció: «Hoy es el día en que menos miedo vas a tener nunca, porque aún no sabes cómo es» .Un Diario de Navarra en la mano, enrollado, con la firma de Paco Apaolaza en el interior de sus páginas, era su única defensa y, naturalmente, con la vista encima, su padre, experto corredor de encierros. Fue el día en el que Amparo, su madre, empezó a invocar a San Fermín y no ha dejado de hacerlo: “Me prometió que dejaría de correr los encierros cuando naciera Macarena”. Ingenua Amparo, porque Macarena, que es rubia como el oro, tiene ya cinco años y, siguiendo los pasos de su padre, este San Fermín ha debutado en el “encierro chiqui”, que organiza la Federación de Peñas de Pamplona para el aprendizaje de los más pequeños, que, periódico en mano, tradicionalmente Diario de Navarra, corren su encierro delante de los toros de cartón, en el tramo que va desde la cuesta de Santo Domingo hasta la Plaza del Ayuntamiento. El futuro de los encierros pamploneses está asegurado.
Alfonso XIII, el rey torero
7 De Julio le indica al lector que la actual controversia taurina no es nada nuevo. En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio decretó la “prohibición de cobrar por torear”. La iglesia católica también hizo su incursión. En 1567, el Papa Pío V, ordenó la excomunión de todos los que participasen en “la pagana costumbre de lidiar toros”. Destaca que los Borbones fueron los primeros reyes antitaurinos, en contraste con los Borbones españoles. Es sabido que el rey Juan Carlos es gran aficionado a los toros. Quizá es menos sabido que su abuelo, Alfonso XIII, era tan aficionado que incluso hizo sus pinitos en tentaderos compartiendo “cartel” con el rey de los toreros, Joselito el Gallo, que estaba al quite de cualquier emergencia.
Chapu Apaolaza, que se llama Francisco, no es nuevo en esta plaza, por utilizar un símil taurino; ya que estamos. Es licenciado en periodismo por la Universidad de Navarra, tiene el Premio Internacional de Periodismo Manuel Alcántara y el Premio Unicaja de Artículos Periodísticos. Es un todoterreno del periodismo; magnífico analista político, colaborador activo en distintos medios, se le puede escuchar, también, en Onda Cero, con Juan Ramón Lucas, en su sección “ Los imprescindibles de Chapu Apaolaza”, en la que desgrana historias de mil colores. Durante bastantes años, estuvo al cargo de las páginas de cultura del Grupo Vocento, de donde se fue atendiendo a la llamada del Canal Toros para la retransmisión de las corridas de toros en directo, pero pasó de puntillas, porque Apaolaza es muy competente, eso no se perdona, y la envidia es muy mala, así que un pululante le movió la silla.
Portavoz de la FTL
Apenas tuvo un respiro, porque la FTL, Fundación del Toro de Lidia, ha tenido el acierto de designarle portavoz: “la voz que promueva y defienda la tauromaquia” en nombre de la institución, respaldada por un nutrido grupo de intelectuales que intentan “llevar a la sociedad la cultura del toro” empezando por las universidades. De hecho, el pasado día 18 de julio, se constituyó oficialmente Minotauro Joven, la Asociación Cultural Taurina Universitaria de la provincia de Málaga perteneciente a la Red de Asociaciones Culturales Taurinas Universitarias (R.A.C.T.U.), al igual que la de Albacete y Pontevedra.
Señala Apaolaza que el proyecto: “va a acompañado de un plan docente y de un depósito con todos los trabajos universitarios relacionados con el mundo del toro para que la tauromaquia recupere el terreno perdido, en todas las facultades de España”.
El logotipo de la FTL, es obra del francés Loren Pallatier, al que llaman “el nuevo Picasso de la tauromaquia”. Para su confección, Pallatier ha recurrido a la mitología griega, dando como resultado la imagen de un minotauro. La FTL, se ocupa, además, de la defensa jurídica contra la ignominia de quienes, amparándose en las redes sociales, incitan al odio, agreden al honor de los toreros y sus familias y celebran la muerte de quienes dejan su vida en los ruedos.
Apaolaza tiene mucha tarea por delante en su empeño en que la fiesta taurina recupere el sitio perdido y afirma contundente: “Los toros están jugando la batalla de la libertad”. El hecho de ser políglota, le permite impartir doctrina taurina fuera de España, incluso en lugares impensables como la Universidad Federal de Siberia, en Krasnoyarks, donde una alumna de 21 años le dijo no entender que: “alguien ponga en riesgo lo más preciado que es su vida, para estar delante del toro”. El autor de 7 De Julio no encontró mejor respuesta: “correr los sanfermines es adorar la vida, justamente poniéndola en riesgo”.
Por hacer un resumen preciso del contenido de 7 De Julio, ninguna opinión más autorizada que la del autor, Francisco Apaolaza; Chapu.
“7 De Julio es un puzzle fascinante sobre los encierros de Pamplona, escrito desde la experiencia del corredor y la curiosidad del periodista. En sus páginas hay tramos de adrenalina y tramos de una extraña quietud; hay sordos que, cuando corren, sienten la electricidad del toro sobre la espalda y veinteañeros que mueren a miles de kilómetros de casa. Hay cirujanos que temen la incertidumbre, corneados que palpan el suelo en busca de sus gafas y concejales que dejan plantado a Arthur Miller para bajar a correr el encierro.
7 De Julio, habla del miedo, de la muerte, el azar y la ansiedad, pero también de la felicidad y la euforia y la intensidad de la luz de la mañana después de que haya pasado la manada. Es un alegato a favor de la vida real y manchada”.