No hay nada más desolador que ver a un niño con la bata de hospital, la cabeza rapada, el gotero puesto, deambular por una planta sin visos de salir a la calle pronto. El 13 de mayo se celebra el día del niño hospitalizado; un millón de besos han sido lanzados desde distintos hospitales de España para sumarse a la campaña de los pequeños que permanecen ingresados. Solamente se procura un entorno agradable; pósters, color, luz y mucho juego para que la estancia sea lo más llevadera posible.
En España, cerca del 75 % de los niños con cáncer se cura, y en las leucemias, el cáncer más frecuente en niños, aproximadamente el 85 %. Cánceres cerebrales, linfomas, enfermedades cardiovasculares, son las patologías más comunes que hacen que los chicos y chicas estén ingresados entre quince días y varios meses en los hospitales españoles.
A estas enfermedades se le suman las genéticas, que aparecen en la vida del menor en la primera o segunda década de la vida. Enfermedades que cambian las rutinas, los deseos, las expectativas, la forma de asir la vida y de continuar. Y todo, siendo niño. Las herramientas que poseen los niños que se agarran a la vida y luchan contra cualquiera de las enfermedades que se les presentan nos dejan boquiabiertos, cuando vemos que lejos de sufrir, que lo hacen, y mucho, siguen adelante con la aquiescencia necesaria para poder ver cómo es el día siguiente y así, uno tras otro, hasta que son dados de alta.
Y todo ello, no podría ser nunca posible sin las unidades de pediatría, de oncopediatría, de médicos y enfermeras, intensivistas, urgenciólogos, y de todas las especialidades que comportan el buen hacer de la medicina y el hallazgo de la fórmula que cura y hace agradable la vida del niño mientras permanece ingresado.
Si operar del corazón abierto a una persona es importante, tener a un niño en la mesa de operaciones no debe ser tarea fácil. Mantener la respiración a un menor que se va o pretender alegrar la vida a un niño que llora porque le duele, es un dolor que también llevan a rastras los médicos y enfermeras que los cuidan.
Sonrisas, vivir como si fuera en casa y mantener las rutinas del hospital con la mayor alegría posible es parte del trabajo de estos profesionales que hace que los niños, cuya vida es arrebatada momentáneamente por la enfermedad, salgan reforzados y sean luego personas mayores que salen reforzadas por haber vivido con cierta resiliencia desde pequeños, eso tan distinto que es la vida cotidiana con una enfermedad, en un hospital. Total ná…
A todos esos niños, a sus cuidadores, a sus respectivas familias, y sobre todo a la comunidad médica que hace posible que los días no sean todos iguales, ¡gracias!
En un día como hoy, recuerdo a tantos y tantos niños que mueren en el otro mundo; ese que no queremos ver. Ellos enferman también y no tienen ni siquiera acceso a la sanidad. A ellos, que son invisibles para las altas esferas. Ellos, también merecen ser hospitalizados. ¡Qué gran contradicción llegados a este caso!