Manuel María Meseguer
Lo de menos, aunque sea importante, es que el gobierno del presidente norteamericano Barak Obama, el primer afroamericano en llegar a la más alta magistratura de su país, se deslice hacia una pendiente de epopeya insustancial, actuando en el escenario internacional con semejante torpeza a la exhibida por su antecesor George W. Bush. Apenas chirría que haga gala de un cinismo que alcanza por igual al mantenimiento de Guantánamo, los asesinatos selectivos de los drones allá donde lo precise la seguridad de los EE.UU., la comprensión del espionaje universal estadounidense, o la acuciosa búsqueda de un exanalista de la Agencia Nacional de Seguridad Edward Snowden, sin ningún miramiento a la hora de repartir amenazas por el orbe entero.
Con ser grave, todo ello se queda en una fruslería ante la intolerable sumisión de los países de la Europa cuna de civilizaciones. Una sumisión que ha llevado a maltratar diplomáticamente a un jefe de Estado, el boliviano Evo Morales, ante la sospecha de que pudiera llevar consigo en el avión al hombre más buscado por el gobierno norteamericano. La humillante genuflexión ante Washington debería hacer reflexionar a los todavía convencidos de la persistencia de la superioridad moral europea de que viven en el país de la fantasía. ¿Dónde la desafiante “grandeur” francesa? ¿Dónde el contrapoder de la gran Rusia? ¿Dónde la ductilidad de la hermosa Italia? ¿Dónde el orgullo y la fiereza de España?
Todo se ha echado por la borda diplomática ante el bochornoso espectáculo del ninguneo a un presidente boliviano, sea cual fuere la opinión que se guarde del presidente Evo Morales. Boliviano y no latinoamericano, como si los mentados países europeos hubieran agredido a todos y cada uno de los presidentes de la región, como han querido hacer ver los mandatarios de UNASUR, en especial el lenguaraz Nicolás Maduro, de Venezuela.
Y se ha rastreado a Snowden como un traidor a todas las patrias, cuando los espías pertenecen al gobierno que lo busca vivo o muerto y a las máquinas de espiar de sus parientes de todos y cada uno de los países occidentales. El bochornoso incidente diplomático ha encontrado en el presidente Morales el conejo que el presidente Obama se ha sacado de la chistera en un alarde de prestidigitación para hacernos olvidar que ellos, los espías, controlan nuestras vidas con un cinismo y una desvergüenza total.