En vísperas de navidad, el sábado 22 de diciembre, los medios informativos contabilizaron cerca de 25 000 manifestantes gilets jaunes en Francia, y el sábado 29 de diciembre de 2018 eran cerca de 14 000.
Una participación mucho menor que en semanas anteriores, que se explica no solo por la anunciada tregua navideña, sino también por la fuerte represión policial y judicial con la que el gobierno del presidente Macron ha respondido a todo conato de concentración o manifestación.
Desde su autocritico discurso del 10 de diciembre, en que hacia algunas concesiones y llamaba al diálogo, el presidente de la República Emmanuel Macron se ha encerrado nuevamente en el mas absoluto mutismo, consciente sin duda de su impopularidad, mientras prepara su discurso ritual de fin de año.
Mientras tanto su gobierno, dirigido por el primer ministro Edouard Philippe, en contradicción con ese llamamiento al diálogo prosigue una política de sistemática intimidación policial y judicial contra las manifestaciones de gilets jaunes, declaradas ilegales.
A las reivindicaciones múltiples formuladas por los gilets jaunes, se añade así ahora otra cuestión esencial: la de la libertad de expresión y el derecho de manifestación en un país democrático, sin ser amenazado, golpeado o detenido por la policía.
En su voluntad de desacreditar las justas reivindicaciones de esa protesta social incontrolada que encarnan los gilets jaunes, Macron y su gobierno cuentan con un aliado objetivo: la tentativa de la ultraderecha de apropiarse o recuperar ese movimiento.
Las provocaciones y violencias ligadas a las manifestaciones de los gilets jaunes han sido perpetradas por elementos de la extrema derecha o por elementos incontrolados no identificados.
No obstante la menor afluencia de manifestantes, las brasas ardientes del movimiento de los gilets jaunes persisten en todo el país, y ya han anunciado que incluso en la nochevieja, habrá acciones puntuales, en provincias como en París.
En Marsella, Toulouse, Burdeos, Nantes, Metz, Caen, Amiens Rouen, París… la movilización, aun limitada, es general y pasado el periodo navideño el movimiento amenaza con volver sobre sus reivindicaciones o consignas principales: el restablecimiento del ISF impuesto sobre la fortuna, el Referéndum de iniciativa popular, los aumentos salariales, contra la carestía de la vida y el aumento de diversas tasas.
Las organizaciones sindicales, como la CGT, FO, o SUD, que se movilizaron masivamente contra la ley trabajo sin obtener satisfacción, aunque han apoyado desde fuera las reivindicaciones sociales de los gilets jaunes, no se han unido a sus manifestaciones.
Las direcciones sindicales no han estado a la altura de esta protesta ciudadana espontánea, sin duda por temor a ser acusadas de querer “recuperar” el movimiento, pero también para evitar la amalgama con ciertos elementos de extrema derecha, que aun minoritarios, han participado en ese movimiento.
La izquierda política y las organizaciones sindicales se enfrentan hoy en Francia a un gran desafío: superar sus divisiones y proponer iniciativas de lucha comunes con los gilets jaunes, sin dejarse amedrentar por la violencia y las provocaciones de los ultraderechistas. Solo así podrán transformar esa protesta social en un masivo movimiento contra la política antisocial de Macron. Lo que en la lógica de esta quinta republica podría desembocar en elecciones anticipadas.
El 2018 se acaba mal para Macron, desde la dimisión de su ministro de la ecología Nicolas Hulot, a la renuncia de su ministro del interior Gerard Colomb, al escándalo Benalla que arrastra nuevas cacerolas en estos días con su extraño viaje a África con pasaporte diplomático, y como colofón un movimiento social y ciudadano, los gilets jaunes, que denuncia sus privilegios y reclama su dimisión, decepcionado por sus falsas promesas electorales.
Las próximas y anunciadas “reformas” de Macron para el 2019, se encuentran hoy fragilizadas y conciernen el sistema de jubilaciones en Francia, la reducción de efectivos en la función pública, el sistema judicial, la finalización de la reforma ferroviaria en la SNCF, el seguro de desempleo, la sanidad en Francia, el alza de tasas mantenidas pasada la moratoria del 2019 para las del carburante, las consecuencias del nuevo dispositivo de impuesto sobre la renta que entra en vigor en enero próximo, o la reforma constitucional para reducir el numero de parlamentarios.
Los próximos meses serán momentos de tensión social importantes, todo ello con el telón de fondo de las elecciones europeas del mes de mayo, en la que el partido de Macron, LREM, totalmente inaudible, podría ser el principal perdedor.