Domingo Sanz[1]
Éramos pocos y parió Venezuela, casi abuela ya de los nuevos tiempos que corren por la política española. Una mala nueva que ensuciará aún más la que ya se anunciaba como la campaña electoral más turbia de la democracia, pues nunca personajes con verborreas tan FF.NN. (Fake News + Fuerza Nueva) como Casado y Abascal habían liderado partidos que aspiraran a resultados importantes.
Un lío, este de Venezuela, al que ya estaba tardando en dar luz verde un frustrado Trump que viene de probar el barro tras el órdago fallido con lo de su muro, lo que a un poderoso como él lo convierte en alguien mucho más peligroso.
Es el momento de recordar que Venezuela regresó a los telediarios de España cuando apareció Podemos en 2014, pues desde el primer momento se supo que los morados acabarían con el cómodo y corrupto bipartidismo dominante desde 1982.
Había que buscar cualquier excusa que sirviera para atacar a los politólogos de la Complutense que montaron el nuevo partido y se descubrió que cuatro años antes Monedero había preparado unos informes para el Gobierno venezolano, presidido entonces por Chávez, por los que facturó y cobró más de 400 000 €. Al igual que hacen muchos profesionales de los que hacen estos trabajos para sus clientes, creó una empresa legal para canalizar los ingresos. A la vista del jaleo formado, decidió regularizar con Hacienda y abandonar la política.
A pesar de que los tribunales archivaron todas y cada una de las querellas que se presentaron contra Podemos, la estrategia de judicialización sirvió para alimentar diariamente la patraña, de tal manera que una encuesta hecha hoy arrojaría porcentajes importantes de personas que creen que los de Iglesias comenzaron con dinero “black”, caribeño e/o iraní.
El asunto es, en mi opinión, de la máxima gravedad pues, por lo mismo de la encuesta, nadie puede estimar hoy el número de votantes que el 20D de 2015 y el 26J de 2016 hubieran elegido Podemos o UP, y no lo hicieron, unos por el contagio no consciente hacia la política nacional de la antipatía que les pudiera inspirar Maduro, y otros porque creyeron las falsas acusaciones de corrupción con las que PP y Ciudadanos machacaban en los medios.
Entre paréntesis, seguro que usted coincide conmigo en que no sería de extrañar, ni tampoco un delito, que la confianza entre unos politólogos de la “madre patria” y un cliente de exportación llamado “Gobierno de Venezuela” se hubiera fraguado al calor de la gran vergüenza que, para España, supuso la implicación de Aznar en el “Carmonazo” de 2002 contra Chavez, porqué tan lógico es que un gobierno al que le montan un golpe de estado busque aliados entre los contrarios de sus agresores, como que aparezcan por todas partes quienes simpaticen con el agredido.
Lo que sí es absolutamente cierto es que al presidente español aquel, con mayoría absoluta y me río yo del tamaño de la mayor mentira de que Trump haya sido capaz, le faltó tiempo para ser el segundo país del mundo en reconocer al golpista Carmona, tras USA. El fracaso del aventurero supuso importantes costes añadidos para España.
Por tanto, si hay algún partido aquí que se merece no pagar sobreprecio electoral alguno por lo que pueda ocurrir en Venezuela, ese es Podemos, pues lo ha pagado con demasía y por adelantado. Se trata de una deuda que jamás podrá recuperar.
Pero veamos lo que nos hace pensar la rabiosa actualidad.
La derechización generalizada de los políticos españoles ha provocado una alianza de ocasión contra el Maduro con más dificultades formada, precisamente, por los tres del 155 contra Catalunya, que casualidad, dejando para Podemos todo el espacio político restante.
Hemos visto la auto proclamación de Guaidó y, al mismo tiempo, los digitales han informado que USA estaba al tanto de la movida antes de que se destapara.
Pero, salvo que los apoyos de Rusia y China a Maduro formen parte del teatro y tengan fecha de caducidad, las respuestas de estos dos, contra la de USA y la de una UE a la que le cuesta mantener el equilibrio, anuncian que podría consolidarse, en breve, un escenario de política de bloques y guerra fría versión siglo XXI, con mucha trastienda y del que puede salir trasquilado cualquiera que intente aprovechar coyunturas del conflicto para sacar rentas en política nacional, tal como cada día hacen Casado y Rivera. Estos dos han conseguido meter a Sánchez en un callejón sin salida del que, para salir, el presidente no tendrá más remedio que hacer algo demasiado imaginativo y arriesgado y, en todo caso, al unísono con la UE o con, al menos, Alemania y Francia.
Lo que todo el mundo tiene en la cabeza ahora es que el PP, Ciudadanos y Sánchez se lo han jugado todo a la carta de Trump. Pero planea en silencio, sobre el yanqui, una desconfianza transversal que mantiene activa la alerta sobre cualquier cosa que se le pueda ocurrir a quien “ha vertido 8000 mentiras durante sus primeros dos años de mandato”, según los analistas del Washington Post.
Venezuela, y de manera bien distinta a lo que ocurrió hace cuatro años, estará presente en nuestra campaña electoral. A pesar de la mala suerte que ha tenido Pablo Iglesias, quien el 13 de diciembre pasado cambio públicamente de posición sobre la situación de aquel país, estoy convencido de que no serán esta vez esas noticias las que perjudiquen electoralmente a Podemos y sus aliados. Pase lo que pase, intuyo que con que se dediquen a observar los acontecimientos podrían tener bastante para salir bien parados.
- Domingo Sanz es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense