Al rechazar un último recurso de apelación planteado por los fundamentalistas, el Tribunal Supremo de Paquistán ha dejado definitivamente en libertad tras nueve años en la cárcel a Asia Bibi, 52 años, de confesión cristiana, condenada por “blasfema” en 2010.
Sin embargo, las amenazas de muerte de los islamistas radicales hacen que su familia esté pidiendo asilo en diversos países. Lo más probable en este momento es que se exilie en Canadá.
La sentencia que declara inocente y deja en libertad a Asia Bibi, dictada el martes 29 de enero de 2019 en Islamabad, pone fin “a un maratón judicial que comenzó en 2009 (…) esta madre de familia ha estado purgando un delito que no cometió” (Emmanuel Derville, Le Figaro). El Tribunal Supremo la absolvió el pasado 31 de octubre, pero el abogado del Imán que la denunció en su día recurrió inmediatamente. Igual que ha hecho ahora, pero el presidente del tribunal –formado por magistrados y ulemas-, Asif Saeed Khosa, se ha negado a aceptar el recurso preguntándole: “¿Dónde dice el Islam que hay que castigar a alguien sin pruebas?”. Para este juez, “la imagen del Islam que estamos dando al mundo me causa pena y tristeza”.
La blasfemia es un delito que en Pakistán, país de mayoría islamista en un 96%, se castiga con la pena de muerte. El Tehreek-e-Labbaik Pakistan (TLP), un partido islamista sufí ultraviolento que los días 1 y 2 de noviembre de 2018 paralizó el país exigiendo que se ahorcara a Asia Bibi, se ha manifestado en contra de la sentencia que absuelve a Asia Bibi, y sus afiliados siguen exigiendo el castigo máximo para la mujer, que vive escondida y con “alta protección” desde que salió de la cárcel el pasado 7 de noviembre.
Desde entonces, su marido, Ashiq Mashih, está pidiendo asilo político en varios países occidentales. Sin confirmación oficial, a fecha de hoy parece que Canadá será el próximo destino de Asia Bibi y su familia; según su abogado Saiful Malook, “las hijas van a marcharse allí muy pronto, lo que hace suponer que los padres las seguirán”.
Un extremo que las autoridades paquistaníes dicen ignorar. Para el Ministro de Información, Fawad Chaudry, “es libre de marcharse del país, ignoro qué proyectos tiene”. En el otoño pasado, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, declaraba en París a la Agencia France-Presse que su gobierno estaba en conversaciones con el de Pakistán en relación con este caso.
Los problemas de la señora Bibi comenzaron en 2009, cuando ofreció agua a unos obreros agrícolas con los que trabajaba. Cuando algunos de ellos se negaron a beber en el mismo vaso que una cristiana, estalló una fuerte discusión y dos de los trabajadores acusaron a la mujer de haber insultado al profeta Mahoma. Detenida, fue condenada a muerte al año siguiente y destinada al corredor de la muerte, pese a haberlo negado todo y a haber denunciado a su vez a los que la arrastraron y golpearon en la calle, no lejos de su casa, hoy vacía, porque los vecinos la consideran “maldita”.
Con frecuencia, la ley paquistaní sobre la blasfemia se utiliza en el país para arreglar cuentas o para intimidar a los creyentes de las religiones minoritarias. Una vez que el caso llegó al Tribunal Supremo, los jueces que lo componen, y que han encontrado numerosas inexactitudes en los testigos presentados por la acusación, pidieron que se presentaran “pruebas muy estrictas de la blasfemia” cometida por la señora Bibi. No encontraron ninguna, según el abogado Malook. Los vecinos musulmanes de Asia Bibi en la localidad de Ittan Wali organizaran entonces marchas violentas y llegaran a quemar un coche de la policía: fueron detenidos 86 que están en espera de juicio por “alteración del orden público”.
Ningún miembro de la familia Bibi vive ahora en Ittan Wali. Los cristianos de la región, unos 8000, viven agrupados en el pueblo de Youngsenabad, donde, según un reportaje de Solène Chalvon-Fioriti en el diario francés Libération , “el miedo a convertirse en objetivo se ha abatido sobre el pueblo”.
El pastor Massoud ha confesado al periódico temer por la vida de otros cuarenta cristianos acusados de blasfemos (según estimación en 2018 de la Comisión Internacional de Estados Unidos para la libertad religiosa): “Nuestro problema no es la ley antiblasfemia, nosotros la respetamos. Pero a los jueces de los tribunales locales no les importa nuestra buena fe y se someten a las presiones del ambiente”. Entre los casos pendientes está el de un adolescente cristiano, acusado en Lahore de blasfemar en las redes sociales: “Su primo, igualmente detenido, se tiró por la ventana para escapar de un interrogatorio demasiado violento. En el pequeño tribunal que le juzga, algunos miembros del TLP (…) recitan el Corán a pleno pulmón para intimidar a los jueces”.