El retratista Hernán Cortés (Cádiz 1953) leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el domingo 24 de febrero. Fueron sus padrinos el músico Tomás Marco y el pintor Rafael Canogar, mientras que la contestación académica corrió a cargo del historiador Antonio Bonet Correa.
En el discurso, titulado Sobre el retrato, el encargo y el enigma humano, Hernán Cortés evocó el camino personal recorrido, abordando cuestiones esenciales para el pintor retratista: la apariencia, la mímesis, la afectación, la identidad, la trascendencia, la libertad creativa, los condicionantes del encargo…
Todo ello sazonado con sabrosas anécdotas que ejemplificaban, clarificándolas, tan arduas y trascendentes cuestiones, pues contra lo que pueda parecer a los profanos, “el desafío del encargo ha sido uno de los principales estímulos en mi evolución artística”, afirmaba el pintor, y añadía que “la función principal del artista es la indagación en el enigma humano, retratar en profundizad la singularidad de una persona y verla reflejada en el espejo de la tradición pictórica, siempre enriquecida con los hallazgos del arte contemporáneo”.
Y aplicó la siguiente reflexión: “Si en lo más profundo todos somos demasiado parecidos, poco más que seres vivos asustados por lo precario de nuestra existencia, construimos nuestras señas de identidad con la arquitectura de la apariencia para ser singulares, para diferenciarnos del grupo al que pertenecemos”.
La primera mirada del artista se dirige, por lo tanto, a la apariencia, lo que lejos de ser superficial, abre la puerta a enfrentarse a los convencionalismos sociales del momento para trascenderlos. Bastan pocos rasgos, pero muy precisos, para definir un carácter.
En la vertiente más filosófica de su oficio, Hernán Cortés se reconoce como “un pintor que desde hace más de medio siglo, se debate con los rudimentos de su oficio, para mostrar, de la mejor forma de la que es capaz, el enigma de la representación humana”.
La laudatio del pintor, a cargo del profesor Antonio Bonet, confirmó que la vigencia del retrato como género artístico, así como el reconocimiento de los pintores retratistas, ha sido una constante en la Academia desde su fundación en el siglo XVIII. Así lo testimonia la presencia en la corporación de nombres tan significativos como Mengs, Goya, Vicente López, Raimundo de Madrazo, Sorolla, Julio Moisés o Álvarez de Sotomayor. Este último, antepasado de Hernán Cortés por parte de madre.