“Un cuento metafísico lleno de encanto que demuestra que no se está mejor preparado para ser padre que para ser hermano mayor” (avoir-alire.com).
«Mirai, mi hermana pequeña» (Mirai, no Mirari), la nueva película de animación del japonés Mamoru Hosoda (“Los niños lobos”, “El niño y la bestia”), se presentó en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes, en la sección Perlas del
Festival de San Sebastián, fue la ganadora de la Sección Anima’t del Festival de Sitges y consiguió los premios al Mejor Guión y el del Público en el festival Nocturna de Madrid.
Historia de aprendizaje y de transmisión de conocimientos, cuando nace Mirai el pequeño Kun, de cuatro años, deja de ser el centro de atención de sus padres. Celoso, como casi todos los hermanos mayores, del bebé que monopoliza todos los cuidados, se va replegando en sí mismo.
En el fondo del jardín, junto a un árbol casi mágico, Kun se ve propulsado a un mundo fantástico en el que se mezclan pasado y futuro, viaja en el tiempo hasta descubrir su propia vida y ver a sus parientes en distintas etapas de sus vidas: a su madre pequeña, a su abuelo joven regresando de la guerra y a su hermanita colegiala adolescente.
Mamoru Hosoda es uno de los grandes realizadores mundiales de animación. «Mirai, mi hermana pequeña» es su quinto largometraje, una historia delicada y emocionante que nos enseña a todos los implicados que ser el hermano mayor es algo para toda la vida.
Con un sentido de la observación detallista y una precisión fuera de serie en el dibujo, Hosoda capta la verdad de cada postura o expresión del niño, pasa la primera infancia por el más fino de los tamices con un protagonista que a más de un crítico ha recordado el rostro de Ana Torrent en “El espíritu de la colmena”, película de 1973 de Víctor Erice.
Preciosa crónica socio-familiar, entre reflexión intelectual y fantasmagoría filosófica, que nos demuestra cómo la llegada de un nuevo miembro obliga a aprender a todos los componentes del clan y cómo todos tienen que corresponsabilizarse en las distintas obligaciones que van apareciendo.
Realidad y fantasía (o sueño) se confunden hasta fundirse en poéticas secuencias oníricas y temáticas complejas que hacen de “Mirai, mi hermana pequeña” una película encantadora y pedagógica para todo tipo de público.