Tras su paso por la Quincena de realizadores de Cannes y su selección en Horizontes Latinos en San Sebastián, llega por fin a las pantallas en Francia “Cómprame un revólver”, película mexicana y séptimo largometraje de ficción del guatemalteco Julio Hernández Cordón.
En esta ocasión ha contado con un presupuesto de producción mas importante que en sus obras anteriores, y está por cierto muy bien utilizado en su esmerada dirección artística.
“Cómprame un revólver” es una brillante realización y sin duda la película más madura de Cordón, cineasta guatemalteco, nacido en Estados Unidos, que cursó estudios de cine en México. Su trayectoria empezó en 2008 con «Gasolina”, premio Horizontes Latinos a la mejor película latinoamericana. Destaquemos también en su filmografía “Las marimbas del infierno” 2010, o “Te prometo anarquía” en 2015.
El cine mexicano ha producido en estos últimos años muchas y buenas películas sobre el tema de la intolerable violencia en que vive el país, pero la de Cordón se sitúa a mi juicio no solo entre las mejores, sino entre las más novedosas y originales por su tratamiento y su guion.
Entre Huckleberry Finn de Mark Twain y el mundo futurista y violento de Mad Max, el relato de “Cómprame un revólver” sale de la boca de una niña mexicana de nueve años de edad (interpretada por la propia hija del cineasta). Su personaje es Huck, la hija de un hombre que se droga para soportar su vil sometimiento a los narcotraficantes que controlan el país.
En ese México futurista en donde las mujeres son asesinadas, o prostituidas y las niñas enjauladas como animales –cualquier parecido con ciertas regiones mexicanas actualmente controladas por el narcotráfico no es pura coincidencia– el padre de Huck a quien le han secuestrado ya a su esposa y una hija de doce años, es el guardián de un terreno de béisbol en donde juegan los violentos y crueles traficantes.
Las aventuras de Huck para sobrevivir, junto con cuatro o cinco niños más que se esconden camuflados entre las ramas de los arboles, son la columna vertebral y el punto de vista de esta conmovedora película, que siendo una ficción tanto se parece a la pura realidad de ese México corrupto.
El patrón de esas bandas criminales, que no se sabe bien si es hombre o mujer, ambigüedad deliberada en el relato, vive súper protegido por sus sicarios y organiza una fiesta nocturna, que terminará en anunciada tragedia. Una grave realidad vista con la inocencia poética, la incomprensión y la ternura de una mirada infantil.
Excelente guión, servido con una mezcla de tres actores profesionales (los tres personajes que mueren en la película) y de no actores, seleccionados por Cordón en función de sus rostros y sus inquietantes miradas. “Algunos de los narcos, los escogí –afirma el director– entre hombres que están en el mundo del boxeo”.
“Esta es una historia de resistencia, un grito de socorro en este México actual en donde la sociedad civil es en sí un acto de resistencia… Hice la película pensando en mis hijas y en las generaciones futuras, y por eso les pedí a las dos si querían participar en la película”.
“Esta película es como una carta a todos los niños y a los adultos, para que las cosas cambien en México. Quiero hacer una llamada a todos los espectadores que viven en el primer mundo, para que digan a sus gobiernos que la mejor manera de acabar con la violencia en México es legalizar la droga ahí donde la consumen. Pues en México se consume poca droga, pero en cambio pagamos ese tráfico con nuestros muertos”, añadió Cordón.
Las aventuras narradas por Huck son en efecto un acto de resistencia y de esperanza artístico, en ese México de hoy en donde los crímenes perpetrados en Ciudad Juárez, en Ayotzinapa, en Michoacán, o en la Ciudad de México, son tan crueles como inadmisibles y superan a los de esta ficción.
El pasado mes de septiembre en el festival de San Sebastián tuve el placer de entrevistar a Julio Hernández Cordón en los encuentros de Desayunos Horizontes.