Hace unas horas se dio el pistoletazo de salida de la campaña electoral para configurar unas nuevas Cortes en España, y ya empezamos a ver por dónde podrán ir los tiros tras las primeras declaraciones de algunos candidatos que mueven cuando menos a la preocupación porque podríamos encontrarnos en las puertas de un proceso de involución democrática que pudiera llevarnos a pasados tiempos preconstitucionales.
Tengo que empezar diciendo que creo que España es un gran país, que vivimos en una democracia consolidada, que nada tiene que envidiar a muchas otras, pero un país que algunos intentan encabronar, por una parte, mientras que por otra se trata de un lugar donde la demagogia, de distinto signo a veces, es una hierba que crece en cualquier lugar, ya sea de secano, regadío o barbecho. Y una vez recogida la cosecha, solamente hay que propalarla, divulgarla como buena nueva.
Nunca he comprendido, por ejemplo, ni la llamada “guerra de las banderas” ni la “guerra de los balcones”, cuando la roja y gualda la tenemos aceptada en una Constitución que nos hemos dado, y por lo tanto es la oficial del país, además de las que existen, también oficialmente, en las distintas Comunidades Autónomas.
Y ahí creo que han errado tanto las derechas como las izquierdas. Las primeras, por habérsela apropiado como símbolo propio, exclusivo de ellos, mientras que las izquierdas se han avergonzado de tener ese símbolo como tal, ignorándolo, rehuyéndolo a veces. Pregunten a norteamericanos, portugueses, alemanes, ingleses, franceses o italianos cuál es su bandera, y todos, sean del color político que fueren, dirán que es la de todos. Nunca en mis años de vivir en Alemania conocí a nadie renegar de su bandera.
Cuando oigo hablar ahora a algunos políticos, recuerdo una frase de un politólogo de antaño: “Presta atención al político que menos te prometa, porque será el que menos te defraude”. Por eso cuando oigo a alguno decir que van a bajar los impuestos, entonces ya se me abren las carnes, porque o son unos ignorantes o unos mentirosos, y no sé qué cosa es peor en el terreno político. Díganme cómo va a sostenerse en pie una sanidad pública, una enseñanza pública, unas pensiones públicas, asistencias sociales públicas y demás cuotas de la sociedad de bienestar que hemos conseguido a lo largo de los años, si bien es cierto que queda mucho por conseguir.
Ahí están presentes los cinco partidos políticos que se presentan en liza, sin cartón ni trampa, por mucho que algunos intenten ocultar lo que realmente son. Hablando a calzón quitado, en el lado izquierdo del ring político tenemos en estos momentos a dos partidos, PSOE liderado por Pedro Sánchez y Podemos por Pablo Iglesias, mientras que del otro lado tenemos a un dúo de la derecha clásica, Partido Popular, de Pablo Casado, y Ciudadanos, de Albert Rivera, a los que le ha salido un compañero de viaje, más escorado éste hacia la extrema derecha, Vox, comandado por Santiago Abascal, que les disputa el terreno de la España eterna, con visos de preconstitucional…
Frente a ellos está la sociedad española, los millones de ciudadanos que vamos a ser gobernados a partir del resultado de las elecciones generales del 28 de abril por algún o algunos de estos partidos, dependiendo de nuestra elección, y de ahí su importancia, porque lo que nos jugamos es nada más y nada menos que el presente y el futuro de nosotros, de nuestros hijos y posiblemente de la próxima generación. Nuestro voto dirá en la urna qué tipo de sociedad queremos para los próximos años.
Recuerdo ahora cuando oigo vociferar a algunos políticos un antiguo eslogan del diario madrileño Ya, que en su día llegó a ser el periódico de mayor tirada en España, que decía: “Dialogo, no discuto. Discrepo, no insulto”. Y eso es precisamente lo que habrá que pedirle a los políticos de hoy: que dialoguen, no discutan, y que en las discrepancias lógicas no quepan los insultos. Porque afortunadamente ETA ya no existe, la ha derrotado la democracia española, y todos nos pusimos en su día al lado de las víctimas, fueren de donde fueren. No hay, pues, “manos manchadas de sangre”, sino la búsqueda de un enfrentamiento cerril proveniente tal vez de una mente calenturienta.
De entre los cientos de noticias diarias en torno a la campaña electoral, hay una muy preocupante, y procede del partido de extrema derecha Vox, cuyo líder supremo, Santiago Abascal, ha puesto en entredicho nuestro actual sistema público de pensiones, estando dispuesto a cargárselo para cambiarlo por uno mixto. Eso, en un país con nueve millones de pensionistas, algunos de los cuales hemos cotizado durante más de cincuenta años, es para echarse a temblar…
Ante semejante panorama, deberíamos tener en cuenta la frase de Arnold Toynbee, quien decía: “El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”. Y además va a ser así.