La prevalencia de la obesidad y de diabetes tipo 2 ha aumentado enormemente en las últimas décadas hasta convertirse en una epidemia amenazante que debuta en la infancia y pasa factura en todas las edades.
El listado de factores de riesgo es amplio pero lo encabeza el estilo de vida, sumado a la alimentación y la inactividad física que constituyen, además, las únicas herramientas preventivas más eficaces para evitar enfermedades como la obesidad desde la infancia. El alto consumo de bebidas azucaradas asociadas al ocio nos ha llevado a que exista una mayor incidencia de diabetes tipo 2 además de otras enfermedades asociadas a esta.
Consumir bebidas con edulcorantes artificiales o zumos de frutas naturales, también pueda tener una participación en la génesis de la diabetes tipo 2 sin tener en cuenta la obesidad, aunque los sesgos determinan que no sean alternativas para prevenir la enfermedad. La alternativa de consumir bebidas edulcoradas artificialmente podría tener influencias hormonales, sobre la microbiota y sobre la preferencia del gusto. En todo caso no parecen ser ideales para sustituir a las edulcoradas con azúcares refinados.
A este problema le añadimos que los jóvenes ingieren alcohol junto a estas bebidas que no solo les hacen tener enfermedades asociadas al alcohol sino padecen una ganancia de peso relacionada con el incremento de la ingesta calórica por la fructosa.
El alcohol que induce una generación de ácido rico que causa un estrés oxidativo en la mitocondria y estimula la acumulación grasa en el hígado aumentando el riesgo de síndrome metabólico y la resistencia a la insulina que puede padecerse y es desconocida por el paciente joven que no se siente enfermo pero lo está.
Aunque es importante identificar los factores de riesgo de la diabetes tipo 2, para su prevención tenemos que tener en cuenta que aunque exista una asociación con el consumo excesivo de bebidas azucaradas, esto no significa que su reducción conlleve de forma automática la disminución de la incidencia de la diabetes. Los alimentos endulzados artificialmente con edulcorantes artificiales o naturales hace que la ingesta de azúcar sea muy superior a la que necesitamos.
Los límites y riesgos de ingerir tanto azúcar conlleva poder padecer enfermedades asociadas a la diabetes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja para niños pequeños entre 4 y 6 años, ingerir menos de 20 gramos al día de azúcares refinados. Si existe este control de la ingesta de azúcares en la edad pediátrica, se podrá controlar el incremento de la obesidad infantil y el inicio precoz el síndrome metabólico y de la resistencia a la insulina.
Entre las recomendaciones realizadas por la OMS, la de mayor evidencia aconseja reducir la ingesta de azúcares refinados a menos del 10 % de la ingesta calórica total, sin embargo, una recomendación con menor certeza sugiere que la reducción sea menor al 5 % de la ingesta calórica sin que se haya constatado evidencia alguna de riesgo nutricional.
Una mejor información, un etiquetado que resuma las cantidades de azúcares reales y evitar publicidad engañosa con palabras tales como natural, ecológico, sano, etc, que encubre el azúcar haría que la educación y la concienciación social comenzara en la infancia y posteriormente no existirían adultos jóvenes obesos con malos hábitos de alimentación.