El síndrome de resistencia a la insulina, actualmente más conocido como síndrome metabólico (SM), es una condición clínica de alta prevalencia en el mundo.
La resistencia a la insulina es una condición prevalente generalmente asociada a un estilo de vida no saludable. Se expresa en diferentes vías metabólicas y aumenta el riesgo de patologías de diferentes órganos y sistemas. Las manifestaciones clínicas son esenciales para el diagnóstico de la condición, no siendo necesario los test específicos de laboratorio. La reducción del sobrepeso y el estilo de vida saludable son las medidas terapéuticas más importantes, reservándose el uso de metformina a los casos con alto riesgo de desenlaces clínicos.
Esta resistencia a la insulina sería la disminución de la acción de la insulina a nivel celular, lo que produce alteraciones en el metabolismo glucídico, lipídico y proteico. Frente a la RI el páncreas aumenta la secreción de insulina produciendo un estado de hiperinsulinismo compensatorio.
Puede ser fisiológica (embarazo, pubertad, adulto mayor) o patológica. En este último caso las causas pueden ser múltiples, incluyendo genéticas, ambientales y secundarias a fármacos o algunas patologías. En general, en aquellas situaciones en que la etiología primaria es genética se presenta con gran severidad y variadas manifestaciones desde temprana edad. Normalmente se asocia a la obesidad, al sedentarismo y a dietas basadas en hidratos de carbono. Se calcula que un tercio de la población adulta con grasa abdominal padece RI y no lo sabe aunque puede sentir cansancio y un estado de absoluta depresión y fatiga sin causa aparente. De igual forma, el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes asociadas a esta condición es muy significativo y en la práctica clínica debe determinarse de forma precoz para ver el manejo de la misma.
La resistencia a la insulina (RI) es una condición metabólica central en la etiopatogenia del síndrome metabólico y su diagnóstico puede efectuarse con mediciones de insulinemia y glicemia en ayunas o bien con la prueba de tolerancia oral a la glucosa con curva de insulinemia. Existe acuerdo que los mejores resultados del manejo de este síndrome y de la resistencia a la insulina se logran con cambios en estilo de vida, incluyendo modificaciones en la dieta y en el patrón de actividad física junto con reducción en el peso y grasa corporal.
Hay que resaltar que no es una enfermedad en si misma, sino que se asocia al desarrollo de otras patologías como pueden ser la diabetes mellitus si no se cuida.
Algunas terapias farmacológicas orientadas a mejorar la sensibilidad a la insulina han sido recomendadas en consensos internacionales, especialmente en pacientes con elevado riesgo de enfermedad cardiovascular o de diabetes tipo 2, cuando fracasan las terapias no farmacológicas.
El modelo matemático HOMA es un método simple, de bajo costo y poco invasivo lo que es una ventaja en la práctica clínica y en estudios poblacionales. Se le ha comparado y validado con el método del clamp y con la prueba de tolerancia a la insulina.
Un tema clave en la determinación del índice de resistencia insulínica mediante HOMA lo constituye la medición de insulina plasmática. La utilidad de disponer de una técnica útil para evaluar cuantitativamente la resistencia insulínica como el HOMA es importante para los estudios epidemiológicos y para la práctica clínica. Esta condición patológica se puede diagnosticar clínicamente, pero es altamente recomendable cuantificarla para determinar la efectividad de terapias no farmacológicas y más aún cuando se plantea el uso de fármacos insulino-sensibilizadores cuya efectividad debe demostrarse para justificar su indicación.
En el diagnóstico la persona tendrá una obesidad abdominal importante, una acantosis nigricans, hiperglicemia, hipertrigliceridemia, hipertensión arterial y colesterol en el 80 % de los casos. En otros, se medirá mediante el HOMA (homeostasis model assessment) y la insulinemia post sobrecarga a la glucosa (2 hrs. pos 75 grms de glucosa).
EL HOMA está basado en la medición de la glicemia e insulinemia en un estado basal (ayuno) y permite ver el índice de la resistencia a la insulina que padece a través de la fórmula:
(se considerarán niveles sobre 15 μUI/ml como alterados). Si eso sucede, deberá acudir a un médico endocrinológo que será el que le paute metformina así como una dieta adecuada para revertir esa situación que será transitoria si usted cambia su estilo y hábitos de vida. Debe recalcarse que en el síndrome metabólico, el tratamiento específico de la RI, no se ha asociado a una reducción de los eventos cardiovasculares (excepto en diabéticos), por lo que el tratamiento intensivo de cada uno de sus componentes es de gran relevancia.
La resistencia a la insulina en sí tiene carácter crónico y es conveniente que se tomen medidas a largo plazo y por tiempo indefinido. Nuevos hábitos de vida, ejercicio físico a diario, reducir o evitar el consumo de azúcares refinados, dietas bajas en carbohidratos, reducir el consumo de frutosa, y baja ingesta de grasas, harán que su calidad de vida mejore y se encuentre notablemente mejor si bajan estos datos en los controles que debe realizar cada seis meses.
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