Luis de Luis[1]
Probablemente, inspirado por “De lo que contesció a un rey con los burladores que ficieron el paño” uno de los enxiemplos de Patronio recogidos en “El Conde Lucanor” del Infante Don Juan Manuel, Miguel de Cervantes compuso el entremés «El retablo de las maravillas” como uno de sus (muchos e infructuosos) intentos de entrar en la Gloria por la puerta del teatro (como ya había hecho su odiado Lope de Vega, a quien, por cierto, se hace un guiño en durante la función) y abandonar las penurias económicas del mal recaudador de impuestos que era.
La historia un ejemplar tratado de la mezquindad humana que ha cruzado los siglos gracias a la inolvidable versión de Hans Christian Andersen – el celebérrimo “Traje nuevo del emperador” – trata mediante un ingenioso argumento sobre dos temas muy queridos para Cervantes; el primero de ellos las (siempre) elusivas relaciones entre realidad y ficción y el segundo, la limpieza de sangre o, lo que es igual, la dificultad de ser uno mismo sin correr el riesgo de ser expulsado de la sociedad.
A partir de ahí, Laura Esteban ha hecho una magnífica versión en la que un grupo de veinteañeros entran y salen de la obra de Cervantes (que, como se recordará trata sobre la estafa diseñada por dos pícaros que muestran una obra de teatro que solo pueden ver quienes tengan limpia la sangre. Naturalmente todo el público la “ve” antes que reconocer su indignidad) y, entre sus idas y venidas reflexionan sobre su relación con el texto.
“¡Es más fácil tener opinión que tener acción!” dice, en un apasionado alegato, uno de los personajes de esta generación llena de incertidumbre, que se parapeta detrás de móviles, lee la “Palabra Revelada” en un tuit, se aturde en largos raves, se deja guiar por apóstoles laicos que predican el culto al cuerpo.
Laura Esteban se dirige con esta valiente versión , plenamente cervantina, a la generación post – milennial que duda entre hacerse un selfie o mandar un guas, a la generación que lo flipa, en plan, tíotíatíotía, a la generación,en suma, que la sociedad del primer mundo del siglo XXI, no da soluciones o alternativas, a cambio de hacerles protagonistas de un Retablo de las Maravillas propio y acribillado a likes.
Y este testimonio generacional que es “Más es Más” se transforma en un espectáculo endiabladamente complejo y gratificante que resuelven con pericia y solvencia Lucía Chamberí, Kevin Dornan y Víctor Longás acompañados por Sara Janssen, Santiago Velázquez, Lucas Ares, Camila Bordón, Pablo Blasco, Nuria Gil y Palu Fernández, un reparto con tanta juventud como talento y entusiasmo.
“¿Qué es un clásico?” se pregunta varias veces durante la función. Es una cuestión retórica ya que la respuesta está delante de la mirada del espectador. Un clásico es lo que ofrece está compañía Tablo Tablo con “Más es más”.
No quiera parecer condescendiente pero tíos, tíos, tíos; tías, tías, tías, yo con vosotros/as es que lo flipo en colores, en plan que con esta excelente propuesta os habéis ganado vuestra oportunidad.
Con creces o, por citar a vuestro querido Cervantes, hasta la canal maestra…
- Luis de Luis es crítico teatral
Ficha artística
Texto original: El retablo de las maravillas, Miguel de Cervantes
Versión: Laura Esteban
Dirección: Lucía Chamberí, Kevin Dornan, Víctor Longás
Intérpretes: Sara Janssen, Santiago Velázquez, Lucas Ares, Camila Bordón, Pablo Blasco, Nuria Gil, Palu Fernández
Escenografía e iluminación: Víctor Longás
Vestuario: Javi Noriega
Movimiento: Lucas Ares
Composición musical y diseño gráfico: Kevin Dornan
Producción: Tablo Tablo Teatro