La Paso Azorín y la vitalidad de “La importancia de llamarse Ernesto”. Living la vida bunbury

Luis de Luis[1]

 

Tengo para mí que no son casualidad o coincidencia ni el mucho swing , ni el mucho soul que permean maravillosa función, es la música adecuada,  la banda sonora perfecta del  descarado y cómplice manifiesto a la alegría de vivir que es La importancia de llamarse Ernesto. 

Tengo para mí que, para la ocasión, al director y adaptador (o, mejor dicho, si el corrector lo permitiese, versioneador) no le han dolido prendas en dejar de ser un poco Ramón para ser Oscar y un dejar, un poco, de ser Paso para probar a ser Wilde y honrar este canto a la verdad nada pura y nada simple pero enormemente gozosa.

La-importancia-de-llamarse-Ernesto-600x849 La Paso Azorín y la vitalidad de “La importancia de llamarse Ernesto”. Living la vida bunbury

Tengo para mí que solo desde la más rendida admiración de lo que es y significa la obra de Wilde ha podido entregar esta enorme versión de su (penúltimo) canto de cisne (el último sería la lúcido y desgarrada concesión De profundis) estrenado poco antes de que comenzase su batalla contra la hipocresía de la sociedad de su tiempo, batalla que planteo cara a cara y sin máscara alguna, ya no le quedaba posibilidad de recurrir al bunburysmo es decir, del arte de gozar, de jugar, de disfrutar de las verdades y las mentiras; es decir, de las caretas    

Y es que, tengo para mí, que “La importancia de llamarse Ernesto” no es, nada más, ni nada menos, que un enorme juego de máscaras, un inagotable ballet sobre la exaltación del instante que llevan a cabo (asistidos por un firme Guillermo López-Acosta) con fluidez, delicadeza y liviandad  los dos magníficos y atolondrados Chaplins que son Jordi Millán y David Degea como dos inteligentes y descerebrados nobles y  las tres burbujeantes Charlies que les llevan de acá para allá y responden a los nombres de Ana Azorín, Inés Kerzan y Ángela Peirat, tres caprichosas, antojadizas y deliciosas damas que vuelcan toda su ingenuidad y picardía, su orgullo y prejuicio y su sentido y sensibilidad  en un estallido de vitalidad y encanto.

Y tengo para mi (y no habrá quien me desmienta) que todo lo anterior sería imposible sin la presencia de Paloma Paso Jardiel como gran matriarca  victoriana, imponente, irónica e impresionante como solo lo puede ser  quien lo ja visto todo, no admite más tonterías que las justas y disfruta haciéndolo saber.

Tengo para mí que ramón Paso y, por extensión, la radiante compañía PasoAzorín se han dado un gustazo creativo y emocional y que disfrutan haciéndolo saber ¡Y como!

Y, así, tengo para mí, que no cabe otra que ser hornesto, abrir los ojos, como platos y darse por enterado de pe a pa, de cruz a raya y de principio a fin para compartir esta exhibición de vitalidad.

 

  1. Luis de Luis es crítico teatral

 

Ficha artística y técnico

Reparto 

Paloma Paso Jardiel
Ana Azorín
Inés Kerzan
Jordi Millán
David Degea
Ángela Peirat
Guillermo López-Acosta

Equipo TÉCNICO

Traducción
Sandra Pedraz Decker
Versión y dirección 
Ramón Paso
Producción 
PASOAZORÍN TEATRO

 

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