El escritor Charles Bukowski acertó entre cogorza y cogorza alguna vez, me dicen. O eso creo creer. Tampoco tenía la conclusión, el colofón feliz, a las cuitas eternas de los humanos, al irresoluble «problema con el mundo”. Pero, al menos, él no necesitaba de más preguntas, porque sabía la causa de esa insania nuestra congénita, infinita, irresoluble. Las dudas y las certezas. Esa era la razón de tanta infamia: la existencia inadecuada de dudas y certezas.
No es descabellado pensar que las personas inteligentes y sus anhelos inteligentes y sus conocimientos inteligentes podrían (podríamos, que me incluyo, qué diantres) ser la solución, pero… existen las personas estúpidas. Y mientras las primeras están (estamos) colmados de dudas, las demás están repletas de certezas. Ellos las certezas y nosotros las dudas. Y así nos va. A nosotros, digo.
Bukowski sabía mucho si sabía eso. Y yo, sin saberlo.
Te dejo con un poemita suyo:
Lanzar los dados
Si vas a intentarlo, ve hasta el final
De otra forma ni siquiera comiences.
Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
Esto puede significar perder novias
esposas,
parientes,
trabajos y,
quizá tu cordura.
Ve hasta el final.
Esto puede significar no comer por 3 o 4 días.
Esto puede significar congelarse en la banca de un parque.
Esto puede significar la cárcel.
Esto puede significar burlas, escarnios, soledad…
La soledad es un regalo.
Los demás son una prueba de tu insistencia, o
de cuánto quieres realmente hacerlo.
Y lo harás,
a pesar del rechazo y de las desventajas,
y será mejor que cualquier cosa que hayas imaginado.
Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
No hay otro sentimiento como ese.
Estarás a solas con los dioses
y las noches se encenderán con fuego.
Hazlo, hazlo, hazlo.
Hazlo.
Hasta el final,
hasta el final.
Llevarás la vida directo a la perfecta carcajada.
Es la única buena lucha que hay.