Domingo Sanz[1]
“Como quien viaja a lomos”, cantó Sabina, nos dirigimos hacia el abismo de una sentencia que parirá ruido en lugar de música, porque los aprendices de brujo la están pidiendo cada día.
Sánchez convocó a sabiendas de que esta bomba explotaría en campaña, pero este país no debería condenarse a ser una ruleta rusa.
Hubo un día catorce de un mes de marzo en el que el pueblo supo castigar en las urnas a un cruel que mintió a sabiendas, porque la verdad le delataba.
¿Qué hará este mismo pueblo quince años y medio después?
¿Repetirá, quizás, su voluntad de abril, premiando a políticos que entregaron el marrón de Catalunya a los jueces para poder escribir sus excusas?
Sobre todo, si al final todo terminara saliendo mal.
¿O, en medio de la confusión, decidirá esta vez castigarse a sí mismo, apostando a los números de los que solo saben odiar?
Yo no tengo ningún interés en conocer las respuestas, porque, además, en este momento hay una persona que puede borrar las preguntas que solo conducen al peligro.
Se llama Manuel Marchena, es juez, y ninguna ley le obliga a firmar la sentencia antes del próximo diez de noviembre.
Este país, de nuevo, pendiente de una sola persona que decida ser valiente, para dejar con el fuego en la boca a tantos ambiciosos que no son más que simples y cobardes.
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Domingo Sanz es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense