Lo que el día debe a la noche, película que no convence, se estrena en España el 2 de agosto de 2013.

En esta biografía de un argelino, testigo de la historia de su país desde los años 1930 hasta nuestros días, un niño de 9 años llamado Younes -hijo de una pareja de agricultores arruinados, que es entregado a sus tíos, farmacéuticos en Orán para que lo adopten y paguen su educación- se convierte en Jonás, uno más de los protagonistas de la “alocada juventud de los pieds noirs argelinos de los años 1950” (entre los que se encuentra también la rubia Emilie, quien se convertirá en la mujer de su vida) en cuya existencia van influyendo los conflictos que agitan el país.
Un melodrama nostálgico, sentimental, lacrimógeno y anticuado, donde el espectador siente aquello de que “el libro debía ser mucho mejor”, que se la ido la mano al realizador hilvanando este relato hecho de sol, identidad, amistades, traiciones, colonialismo y guerra. El protagonista –que estudió arte dramático pero hasta ahora es más conocido como modelo e imagen de un perfume masculino- resulta excesivamente insulso, carece de registros dramáticos y su personaje suena a falso, como suena a falso todo el proceso de la “reconciliación” entre los antiguos amos y sus colonos.
La puesta en escena es grandilocuente y folletinesca y la película no convence pese a estar narrada sobre el fondo de unos hechos históricos, dramáticos y atormentados, cuyas secuelas más de cincuenta años después están muy lejos de haberse esfumado, lo que a priori añadía un plus de interés a la historia.
Sin ninguna duda, la novela –de la que apenas conozco el primer capítulo, que he encontrado editado en un folleto publicitario- tiene necesariamente que ser mucho mejor.




El libro, es un buen libro. Especialmente la primera parte. Buen relato de una Argelia de unos determinados argelinos.