“Godillot”, la palabra es definida así por el diccionario Larousse de la lengua francesa: “Parlamentario incondicional de un hombre o de un partido político que vota sin discutir”. Los diputados de LREM (La ‘República en marcha’, o movimiento macronista), han puesto de moda esta vieja expresión, convirtiéndose en vergonzoso hazmerreír de la opinión y de la clase política en Francia¹.
La gota que desbordó el vaso: el voto por la mayoría presidencial en contra de un proyecto de ley para pasar de cinco a doce días de descanso para un asalariado afectado por la muerte de un hijo. “En las aguas heladas del calculo egoísta” los diputados de LREM prefieren la calculadora de beneficios empresariales a la defensa de lo humano, y su jefe Emmanuel Macron se vio obligado a reclamarles “un poco de humanidad”.
El movimiento LREM, de estructura vertical, fue construido en torno a la autoridad de su jefe: Macron, candidato a la presidencia. Las promesas y esperanzas de renovación de la vieja clase política están hoy enterradas al cabo de dos años y medio de ejercicio del poder. El termino “Godillots”, o el más moderno de “Playmobil” les seguirá hasta el final de la legislatura.
La incompetencia de los parlamentarios LREM es tan solo igualada por su frío calculo y su ciega obediencia al jefe. Peligrosa verticalidad, que confirma la deriva autoritaria del actual jefe del Estado y la amenaza para las instituciones democráticas. En la sociedad como en los partidos o movimientos políticos no puede haber democracia sin horizontalidad.
Las cacerolas judiciales de numerosos miembros del gobierno, la lista es larga, echaron antes por tierra las promesas de Macron sobre la transparencia y la necesaria probidad de la clase política.
El ejercicio del poder por Macron pone en evidencia los limites democráticos de la Quinta República presidencialista en Francia, cuando el presidente pretende pasar por encima de todos los contrapoderes y cuerpos constituidos, parlamento, organizaciones sindicales y profesionales, o cuando ignora las advertencias del Consejo de Estado.
Cuando el presidente de la Republica gobierna mediante “ordenanzas”, o por decreto, cuando la violencia policial y la represión judicial amenazan la libertad constitucional de manifestación, numerosas son las voces que se alzan aquí para denunciar esa deriva autoritaria.
Una “reforma” sea cual sea, (en este caso se trata de la destrucción y modificación del actual sistema de pensiones paritario) no puede imponerse en contra de la mayoría de la población: abogados, médicos, personal hospitalario, poceros, barrenderos, ferroviarios, empleados de transportes urbanos o en el sector de la energía, trabajadores del sector publico y privado, funcionarios, el sector de la cultura, la Opera de Paris, estudiantes y profesores y un largo etc. Todas las profesiones están hoy movilizadas en Francia contra el proyecto liberal de Macron, dictado por las multinacionales y los fondos de pensiones.
La victoria contra Macron es posible si toda esa mayoría, que reúne al 70 % de franceses, se moviliza de forma unitaria y masiva. Estamos asistiendo en estos días en Francia al más importante movimiento de protesta social en Francia y en Europa desde 1968.
Las manifestaciones prosiguen en toda Francia, mientras en el parlamento los diputados de “Francia insumisa” han presentado 19.000 enmiendas para oponerse con todos los medios legales a su alcance a este proyecto de reforma de las pensiones que Macron intenta imponer por la fuerza.
Si Macron y su gobierno piensan realmente que los franceses aprueban su “proyecto”, deberían aceptar someterlo a referéndum, o convocar elecciones anticipadas, con una fuerte dosis de escrutinio proporcional, antes de que sea demasiado tarde. La fractura social entre la elite en el poder (minoritaria) y la población francesa ha alcanzado niveles peligrosos e inéditos en la historia de la Quinta Republica.
- Históricamente la expresión se refiere a los zapatos de los soldados de Napoleón, que eran todos idénticos para mejor mostrar su sometimiento a las ordenes militares.