Durante muchos años en España se han achacado costumbres y rutinas relacionadas con la evolución social a la herencia recibida de un dilatado periodo de una dictadura que intervenía, además de en los ámbitos económico y social, en la vida privada de las personas, imponiendo normas emanadas de criterios morales que se sustentaban en el integrismo religioso.
La mayoría de esas normas restrictivas fueron decayendo a medida que la información se extendía por todas las capas de la sociedad, y también debido a que los colectivos sociales más perjudicados fueron evolucionando de forma positiva, así como a la liberación de las relaciones sexuales entre adultos, o la búsqueda de estímulos sexuales en las parejas.
Así, en España se pasó de organizar viajes individuales o en grupo para ver películas con contenidos eróticos en localidades cercanas a la frontera, como las colas para ver el «Último tango en París» o la saga de «Emmanuelle» de Sylvia Kristel en Perpiñán (Francia), a poder ver el cine del «destape» en salas comerciales, o cine calificado con una triple equis en salas especializadas.
Se siguen sucediendo los años y la llegada de nuevos canales de televisión y de nuevas tecnologías que trasladan al interior de las casas la posibilidad de acceder a espectáculos más atrevidos como los de la actriz porno Cicciolina o la cantante Sabrina en las sobremesas de la cena de fin de año, pero también a contenidos de carácter pornográfico a través de internet, hasta llegar a la múltiple oferta actual de canales de videos porno gratis, para ver solo o en pareja, al amparo de libertad casi absoluta que tenemos en el ámbito privado.
Más concretamente, los criterios sobre la libertad sexual evolucionaron a ritmo vertiginoso en España, dejaron de considerarse «contra natura» las relaciones homosexuales hasta alcanzar la legalización del matrimonio igualitario, y la práctica del sexo pasó a ser una manera más de disfrutar, que dio paso a una industria muy lucrativa de producciones audiovisuales, muy segmentada según las innumerables fantasías sexuales que se pueden imaginar, como era el caso del porno amateur, que motivaba a parejas jóvenes, o para los «voyeurs» los vídeos de lesbianas.
Ahora la polémica no está en el derecho de acceso a esos contenidos, sino a evitar que las mafias de la trata de personas se aprovechen de la vulnerabilidad social que existe en algunos ámbitos para forzar la voluntad de quienes no se dedican profesionalmente a estas actividades cinematográficas, o en el ámbito de la salud a que se consideren siempre como una posibilidad de diversión y no como un patrón de conducta.
Sobre este problema, la sociedad ha reaccionado de dos maneras, una de ellas es abriéndose a hablar, debatir, informarse por múltiples cauces, como son los «chat sobre sexo», o los programas de televisión en los que se imparte abiertamente orientación en esta materia o se muestran juguetes eróticos que alcanzan amplio predicamento en fechas concretas, como fue el caso del «satisfyer» en las fiestas de Papá Noel o Reyes Magos en la transición del 2019 al 2020.
Actualmente, nadie se oculta para entrar en un «sexshop», en los que no solo se venden esos productos o juguetes eróticos, sino que además se imparten conferencias y talleres presenciales sobre todo tipo de técnicas orientadas a una mayor satisfacción personal o en pareja.
Otra variable actual es que se ha democratizado el acceso a estos contenidos, porque, no olvidemos, que las primeras películas españolas que se conocen pertenecen a los años veinte del siglo diecinueve, y se produjeron para la satisfacción personal del rey Alfonso XIII y un grupo selecto de sus amistades, y esa exclusividad de las clases sociales en la cúspide se mantuvo durante la dictadura del general Franco.
Qué buena forma de facilitar el nombre de las páginas web porno sin filtro hacia los menores.! Así vamos! Luego criticamos a estas web, como si fuesen las culpables de todos los males…