Greenpeace: la COVID-19 no debe frenar el movimiento para salvar la Tierra

Este viernes 24 de abril, a las 22h, cientos de organizaciones llaman a manifestarse por el clima, mediante la proyección de sombras y sonidos desde los balcones

Greenpeace ha hecho público un comunicado con motivos de la celebración del Día de la Tierra este 22 de abril de 2020, en el que sostiene que en el actual contexto por la pandemia del COVID-19, el cuidado del planeta es más necesario que nunca porque el confinamiento ha demostrado que es posible conseguir un cielo limpio en las ciudades.

Greenpeace-cartel-24ABR2020 Greenpeace: la COVID-19 no debe frenar el movimiento para salvar la Tierra

La oenegé recuerda que mientras el coronavirus se expandía por los cinco continentes, el planeta experimentaba extremos climáticos: a nivel mundial, el pasado mes de enero fue el más cálido desde que se tienen registros en todo el mundo y marzo el segundo más cálido. En España, el mes de febrero estuvo 3 ºC por encima de la media entre 1981 y 2010.

«Una vez que empecemos a observar el aplanamiento de la curva de la pandemia, urge abordar la actual crisis climática y de biodiversidad, que no han vivido ninguna cuarentena. Es urgente que gobiernos y empresas retomen la agenda para abordar las otras crisis que estamos viviendo», ha señalado Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España.

Para avanzar en esta dirección, cientos de organizaciones sociales, bajo el paraguas de Fridays For Future, 2020 Rebelión por el Clima y Alianza por el Clima -plataforma de la que forma parte Greenpeace-, han convocado a la ciudadanía a una acción global por el clima este viernes 24 de abril, a las 22:00 horas, para reivindicar una salida de la crisis sanitaria que ponga en el centro el medioambiente y a las personas y tenga en cuenta criterios de justicia social y climática.

Para Greenpeace, ambas crisis, la sanitaria y la climática, son caras de una misma moneda, la profunda alteración del equilibrio en la Tierra: «Una vez que la crisis sanitaria permita salir a las calles, la ciudadanía volverá a pedir que se aborde de manera urgente la respuesta a la crisis ecológica y que los intereses privados, que están retardando la transición ecológica, sean expulsados de los foros donde se está debatiendo el futuro de la humanidad», indica Soto.

Más CO2 en la atmósfera

En estos días en los que los cielos de las ciudades están más limpios, conviene recordar que el cambio climático sigue siendo la principal amenaza del planeta. Los últimos datos de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos) evidencian que la concentración de CO2 que se acumula en la atmósfera no ha dejado de crecer desde que empezaron los registros en 1958: la media entre enero y marzo de este año ha alcanzado las 414,03 partes por millón (ppm), frente a las 411,6 ppm del mismo periodo de 2019.

Todo ello a pesar de que en China, el mayor emisor de CO2 del mundo y el primero en sufrir las consecuencias de la crisis sanitaria, se estima que las emisiones en febrero se redujeron en torno a un 25 por ciento.

La mayor fuente de emisión de CO2, principal gas de efecto invernadero, es la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), que junto con las actividades industriales, generan el 85,5 por ciento de todo el CO2 mundial.

Según datos científicos recopilados por los Centros Nacionales de Información Ambiental de EEUU y publicados esta semana, los océanos del mundo están registrando temperaturas récord, lo que podría estar alimentando fenómenos meteorológicos extremos más intensos, como huracanes, tormentas e incendios.

Especies en peligro

El informe Evaluación Global sobre la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas del Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), de Naciones Unidas, advertía en 2019 de que un millón de especies están en peligro de extinción, más que en cualquier otro momento en la historia de la humanidad.

Este informe afirmaba que la mayor parte de de los objetivos mundiales de protección de la naturaleza, que vencían en 2020, descritos en el Plan Estratégico para la Biodiversidad (objetivos de biodiversidad de Aichi), no se iban a cumplir, lo que socava la mitad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

Según el IPBES, esta pérdida masiva de especies debido a la actividad humana debe provocar la puesta en marcha de medidas urgentes para proteger los bosques y océanos del mundo y llevar a un cambio radical en los modelos de producción y consumo.

Ganadería industrial y deforestación

El actual sistema agroalimentario industrial es un importante contribuyente a la crisis climática global, responsable de dos tercios de la deforestación total en América del Sur, liderada por el cultivo de soja y la ganadería.

Esta rápida expansión se ha producido a expensas de algunos de los ecosistemas con mayor biodiversidad en la Tierra, incluidos los bosques de Amazonas, Cerrado y Gran Chaco, en América del Sur, y está impulsando la crisis climática y de salud pública.

Esta crisis sanitaria está mostrando la insostenibilidad de estas largas cadenas de suministro que hunden sus raíces en la destrucción ambiental. Además, la ganadería industrial, responsable de cerca del 15 por ciento de los gases de efecto invernadero, tiene también un papel bien conocido en la aparición y propagación de infecciones virales similares a la COVID-19.

De hecho, se estima que el 73 por ciento de todas las enfermedades infecciosas emergentes se originan en animales y que la ganadería transmite una cantidad extraordinaria de virus, como los coronavirus y los virus de la influenza, a los seres humanos.

La conservación y restauración de los bosques y un cambio en el actual modelo agroalimentario mundial mediante un cambio en la dieta son soluciones clave para afrontar la emergencia climática y la crisis de biodiversidad, según el informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, hecho público en agosto de 2019. El informe revelaba que, desde el periodo preindustrial, la temperatura sobre la superficie terrestre ha aumentado 1,53 °C en comparación con el promedio global, incluyendo la superficie oceánica, de un aumento de 0,87 °C. Esta subida de temperatura compromete la seguridad alimentaria y contribuye a la desertificación y a la degradación del planeta.

«Nuestro planeta enferma y nosotros con él. Los bosques son sustituidos o arden en pavorosos incendios. El hielo ártico se derrite. Los últimos cinco años han sido los más calurosos registrados para nuestros océanos. Al entrar en la sexta extinción masiva, la crisis climática está ejerciendo una presión adicional sobre un gran número de animales que ya están en riesgo debido a otras actividades humanas», ha declarado Soto.

Y concluye que «la comunidad científica está señalando que el deterioro ambiental favorece la transmisión de patógenos de animales salvajes al ser humano, provocando pandemias como la que azota actualmente a la humanidad. La buena noticia es que aún estamos a tiempo de proteger nuestro planeta y al clima».

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