Vautherin invade el espacio de la Neomudéjar de Madrid; un lugar donde la luz llega y revuelve las piezas según son vistas. El rayo que no cesa, hace que el espectador, esté cerca de dos horas encontrando el punto álgido de esa mirada auténtica; esa poesía que traslada en cada obra de arte; la singularidad y la verdad en estado puro.
No hay nada que le sea indiferente a Óscar Vautherin, un escultor madrileño comprometido con la infancia, con las personas vulnerables; en definitiva, su arte es un grito a la indiferencia que magistralmente plasma en su forma de asir la vida. En su muestra, Tiempo para lo imposible, su escultura permite adentrarte en los porqués de esta sinrazón e ilustrar, con una pausada reflexión, lo que él ha visto y quiere contarte.
Su obra apuesta por la luz y por la fuerza desde sus propias convicciones; esas que aparecen cuando se está en contra de la realidad de cuanto acontece. En ella, mezcla diversos materiales; desde el hierro a la madera, o a esa madera que es la particular, para desarrollar su singular escenario. Vautherin nos devuelve una vez más, a su íntimismo nunca carente de coherencia, y en sus palabras describe las experiencias que le han marcado a la hora de condensar en sus esculturas la protesta, la inmigración y la violencia, y sobre todas las cosas, la infancia, esa que inerme se ve atentada de tarde en tarde, entre otras cuestiones…dice.
Durante dos décadas ha experimentado la vida de una forma convulsa; esa que solamente le pertenece a los que sienten verdaderamente qué es ésta y cómo deben postrarse ante ella los que la sufren. La poesía hecha arte se explica en cada renglón de sus piezas, porque en todas podemos leer los versos que relatan la historia de Vautherin; el inmenso bagaje artístico cuya armonía define cuáles son los constructos que quizá hemos aprehendido y cuáles podríamos soltar para ser libres.
Tiempo para lo Imposible, es el título de la muestra que se exhibe en el Museo Centro de Artes de Vanguardia, La Neomudéjar de Madrid. Treinta piezas llenas de compromiso con las personas; quizá con el modus vivendi de su propia realidad también. Vautherin es la coherencia hecha arte; una persona que no se anda con dobleces, porque en su identidad reside la belleza y se anida su forma de conquistar cuanto crea.
Su predilección por la escultura le permite adentrarse en el mundo del espectador al que le ofrece su forma explicita de valorar lo que le perturba; acaso una reflexión de la realidad que nos toca vivir. Esa con la que no siempre estamos de acuerdo.