Teresa Gurza¹
En septiembre de 1975 entrevisté en México para el periódico El Día donde yo trabajaba, al comandante Raúl Castro Ruz; entonces viceprimer ministro y jefe de las Fuerzas Armadas de Cuba.
El régimen cubano no era aún tan criticado y su revolución conservaba el aura que atrajo a millones de jóvenes de todo el mundo.
Ahora, con motivo de su voluntario retiro de la política cubana de la que durante 65 años fue principalísima figura, decidí revivir momentos de esa entrevista que duró horas y en la que estuvo atento, simpático, bromista, risueño y a ratos emocionado; y con daiquiris y habanos a la mano, café para él y té de manzanilla para mí, hasta a fumar puro aprendí.
De la ciudad de México a la que no había regresado desde ese 15 de noviembre de 1956 que se fue a Tuxpan para abordar el Granma, le impresionó «el tránsito espantoso y el terrible esmog que impide ver el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl».
Raúl nació en la localidad cubana de Birán el 3 de junio de 1931, cinco años después que su hermano Fidel.
Sus inquietudes sociales surgieron de «las injusticias de la vida diaria»; asistieron a colegios lasallistas y de jesuitas «y nunca tuvimos un compañero negro».
Fue expulsado por rebelde y el padre, que era un gallego muy severo, quería ponerlo a trabajar pese a su poca edad; pero Fidel era excelente alumno, intercedió por él y ofreció hacerse cargo de que estudiara; ahí inició su influencia educativa, ampliada más tarde a lo político y militar, y se volvieron inseparables.
Su interés por el marxismo empezó «allá por el año 1951» con la obra de Engels El Origen de la familia, la Propiedad Privada y el Estado; en 1953 participó en Viena en un congreso por los derechos de la juventud y al volver a Cuba, «me dieron de palos y enviaron a prisión».
Ingresó a la Juventud comunista y participó en el malogrado Asalto al Cuartel Moncada; a consecuencia del cual, fue apresado junto a Fidel y enviado a la isla de Pinos de donde en 1955, salieron exilados a México.
«Esa es en grandes rasgos la historia de mi lucha política en la juventud, donde tuve que negar dos veces, mi militancia; pero, agrega riendo, Pedro negó a Cristo tres veces y fue fundador de su Iglesia…»
Antes de la entrevista, había recibido a «cuates» que le ayudaron durante su exilio en nuestro país, como Ramón Vélez Goicochea dueño de la tiendita Las Antillas, donde Raúl, Fidel, Ché y Camilo compraban, a veces de fiado, cosas para elaborar «platos de pobres» porque el dinero era poco; y María Antonia González, quien les sirvió de madre «y también de padre», les lavaba la ropa y se preocupaba por ellos.
«Ya viste a mis amigos en la reunioncita que tuvimos, los recuerdos de esa época son múltiples y emocionantes y se me agolpan en la cabeza… años llenos de entusiasmo, preparando algo que tenía poquísimas posibilidades de éxito… éramos 81 hombres con cien armas».
Iban a ser 82, pero a última hora Fidel le pidió al mexicano Antonio del Conde, quien les había vendido el yate y parte del armamento, que no viajara porque sería más útil acá.
La salida «fue precipitada, bajo la lluvia y con el motor del Granma averiado… comíamos naranjas y huevos, se nos acabó el agua dulce y teníamos muy poco combustible… la travesía de mil quinientas millas, en un mar que en siete días solo tuvo un día de calma, nos zarandó y llegamos tan mareados y cansados que después de dormir varios días en la playa, nos levantábamos y volvíamos a caer…»
¿Pensaba en una revolución socialista cuando se embarcó?
«Totalmente. Por unas reformas no me hubiera jugado la vida… Fidel, Camilo, el Ché, todos lo teníamos claro… La mayoría de quienes empiezan una revolución saben que pueden quedar en el camino. Nosotros tuvimos el privilegio de ver el resultado, y recuerdo siempre a los que cayeron… Estábamos tan conscientes de que podíamos morir que algunos, yo entre ellos, hicimos testamento»
¿Y qué dejó y a quién?
«Eso queda para la historia»
A poco de llegar a Cuba, iniciaron la formación de las columnas, los frentes de lucha y el Ejército Rebelde, la más antigua institución de la revolución y el más poderoso de América Latina.
«Si Cuba tuviera que combatir contra Estados Unidos, indudablemente la victoria sería de ellos porque su fuerza es descomunal; pero le haríamos pagar lo más caro posible, esa victoria…»
El tema nos llevó a la agresión gringa a Playa Girón, del 19 de abril de 1961.
«Kennedy heredó el problema, estaba todo montado, pero él lo aprobó… fracasó porque vaciló, si nos hubiera invadido hubiera ahogado la isla en un mar de sangre y derrotado la revolución… no haberlo hecho lo sacó de quicio, pero hay que reconocerle valentía moral al declararse ´padre de esa derrota´…».
Sufrieron bloqueos financieros, campañas de desprestigio, atentados contra Fidel, saqueos, destrucción de empresas y cañaverales, éxodo de profesionales, «y una virulenta guerra civil alentada por Estados Unidos, de la que el mundo sabe muy poco»
«La revolución no quería la violencia; ellos nos la impusieron… había 179 bandas contra revolucionarias financiadas por la CIA… fuimos acosados por los yanquis noche y día… tuvimos miles de muertos y heridos y perjuicios por miles de millones de dólares a la economía; pero aprendimos a no tenerles miedo… que no nos hundieran, fue mérito de todo un pueblo; yo fui un simple soldado, a quien se le asignó un cometido».
- Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente