Teresa Gurza¹
Quien más quien menos, todos hemos pasado año y medio confinados, aislados o en rigurosas cuarentenas, sin saber bien qué hacer y con los chats y correos inundados de mensajes, muchas veces contradictorios, sobre la COVID-19, su contagio, las mejores vacunas, y las nuevas cepas que han ido apareciendo.
Lo que, erróneamente, nos hizo pensar que éramos expertos en epidemias.
Por eso, resulta un alivio saber que habrá una Academia Mundial de la Salud para adelantarse a nuevas pandemias y evitar la desinformación.
El anuncio fue hecho por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en la inauguración de la 74 asamblea de la OMS a fines de este mes de mayo de 2021.
Su sede será la ciudad de Lyon y Francia aportará 120 millones de euros para convertirla en «referente mundial», en la formación de responsables médicos y de la sociedad civil para luchar contra la desinformación, colocando datos científicos a disposición de la opinión pública internacional.
Macron explicó que la pandemia ha mostrado la necesidad de contar con instituciones fuertes y que la OMS, «brújula de la salud mundial», debe reaccionar de manera ágil y activar misiones en cuanto aparezcan los primeros síntomas de una epidemia «para investigar en todos los territorios involucrados, mostrando solidez en la polémica y transparencia para inspirar confianza».
Se busca, con eso, mitigar la influencia de falsedades que han influido negativamente en las decisiones de la gente y perjudicado el combate global contra el coronavirus.
Y la OMS demandó un esfuerzo global, para que el diez por ciento de los habitantes de cada país estén vacunados antes del próximo septiembre.
En México se ha vacunado apenas al quince por ciento de la población, y seguimos sufriendo las consecuencias de las irresponsables mentiras del presidente López Obrador, que, sucesivamente, dijo que el coronavirus no llegaría, era menos grave que un catarro, los cubrebocas no sirven y no es necesario usarlos, y lo mejor no era aislarse, sino salir a comer a fondas y repartir abrazos y besos.
Y como si no hubiera estudiado medicina, lo secundó su subsecretario de salud encargado de la pandemia, Hugo López Gatell, impidiendo la toma de decisiones comunitarias y personales, decisivas para contener el virus.
Posición criminal la de ese tipejo -que ahora dice que los padres de niños con cáncer que protestan porque no hay medicamentos para sus hijos «tienen intenciones golpistas»- y que incrementó en cientos de miles el número de infectados, que pasa los dos millones 506.000, con más de 233.000 fallecidos; cifras oficiales que no reflejan la realidad y, según expertos, deben multiplicarse por tres.
Y como la ONU advirtió de que en los próximos años habrá más pandemias, muchas instituciones buscan adelantarse.
Entre ellas, la Universidad de Chile, que aprobó una investigación de siete años y un millón de dólares de financiamiento (842.815,71 euros), para estudiar, junto al Saint Jude Children’s Research Hospital de Estados Unidos, la circulación de virus en granjas convencionales y en la producción intensiva.
Y precisamente sobre las pandemias del porvenir escribió el 24 de mayo pasado en el periódico Reforma Julián Ventura, diplomático mexicano y exsubsecretario de Relaciones Exteriores.
Advirtió de que las experiencias derivadas de brotes anteriores, como el de la influenza H1N1 en 2009-2010, «no se tradujeron en mayores capacidades para actuar oportunamente».
Sintetizó el informe del panel encabezado por la ex primera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark, y la expresidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, con la misión de detectar fallos y aciertos de la OMS y de los gobiernos, y que concluyó alertando «de que el sistema multilateral de salud no está preparado para enfrentar la próxima pandemia».
Y para que la OMS pueda contar con más recursos y autonomía recomendó «cambios revolucionarios» y la creación de un sistema de vigilancia y alerta para publicar información sin autorización de los gobiernos, y hacer inspecciones sin tener que enfrentar trabas burocráticas y migratorias, como ha ocurrido.
Y [la creación] de un organismo de atención a pandemias, dotado de 10.000 millones de dólares (8428 millones de euros), cuya asignación y supervisión estaría a cargo de un Consejo Mundial de Amenazas Sanitarias, formado por jefes de Estado y de Gobierno, y que constituya una plataforma global de acceso a vacunas, tratamientos e insumos médicos.
Porque los costes de no tenerlo están a la vista: más de tres millones y medio de muertos; 120 millones de personas que cayeron en pobreza extrema; retroceso en educación y economía; aumento de la desconfianza en los liderazgos políticos y de la desigualdad en todos los países, independientemente de su grado de desarrollo.
- Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente