Es justo reconocer que cada día aumenta el interés en muchas personas por adquirir facilidad en el manejo de la gramática y la ortografía, lo cual es plausible, y se evidencia en las frecuentes publicaciones en redes sociales y otros medios, en los que de manera regular surgen inquietudes al respecto.
La mayoría de esos contenidos son útiles para aclarar dudas; pero a veces la intención se desvirtúa, pues están plagados de purismo y de otros elementos que, lejos de aclarar, confunden. Advierto que el purismo no es malo; no obstante, si se aplica en exceso, pudiera resultar improductivo.
Una de las personas que de manera regular se esmera por ofrecer sus conocimientos en aras de un mejor uso del lenguaje oral y escrito, es el joven periodista, corrector de estilo y columnista colombiano Juan David Villa, a quien admiro por su dedicación y constancia en este asunto. Las enseñanzas de Juan David, uno de los más sobresalientes de habla hispana, son muy claras y sencillas, y por eso no dudo que un sinfín de redactores, a la luz de sus aportes, han disipado sus dudas.
Hay más personas que se dedican al mismo trabajo; pero a pesar de ello, aún quedan detalles sobre los que es necesario insistir de cuando en cuando, en virtud de vencer la oscuridad.
Uno de esos aspectos es el uso inadecuado de la tilde, sobre todo en palabras agudas, y por esa razón se leen frases que solo alguien con medianos conocimientos del asunto podrá captar, de buenas a primeras, la intención del autor, como por ejemplo: «Buenos días, saludó y felicitó a todos los que hoy han alcanzado la meta de convertirse en profesionales de este país. Esperó que su desempeño sea muy fructífero».
El ejemplo citado no fue tomado de alguna publicación reciente o del pasado. No es arbitrario, y solo lo he usado para señalar la impropiedad en el uso de la tilde en los términos que aparecen en cursiva. Como ese hay una infinidad, que demuestra que quienes incurren en dicho desliz, no tienen ni siquiera nociones elementales sobre las palabras por la índole de la entonación (agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas). El despropósito es favorecido por los llamados teléfonos «inteligentes» y otros dispositivos, en los que, si alguien desea escribir saludo, inmediatamente el procesador se lo cambia por saludó. ¡Hay que tener cuidado!
Entonces, si no se sabe que dichos vocablos en ese contexto deben usarse en presente, se comete un error de elemental ortografía. En eso incurren los redactores de varios medios digitales de gran prestigio, a los que sería impensable tacharles una impropiedad de tal naturaleza. Entiendo y debe entenderse que la intención fue decir: «Buenos días, saludo y felicito a todos los que hoy han alcanzado la meta de convertirse en profesionales de este país. Espero que su desempeño sea muy fructífero». Claro está: hay contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.
En cuanto a iniciar y comenzar, el caso es sumamente importante, pues si bien es cierto que ambos verbos son sinónimos, no se construyen de la misma manera, y he ahí el problema. Redactores reconocidos y otros no reconocidos, con base en que son sinónimos, los usan indistintamente, y aun prefieren el primero. Sobre este tema no voy a entrar en honduras; pero estimo prudente mostrarles unos ejemplos de la Fundéu (Fundación del Español Urgente), que de manera muy sencilla ilustran el asunto: «Inicia el Mundial»; «Inicia el envío de pasaportes»; «Inicia la Feria Nacional Agropecuaria». Por ahora solo les diré, citando una vez más a la referida fundación, que: «Los acontecimientos no inician, se inician».
El uso inapropiado de los signos de interrogación y de admiración también se ha convertido en un vicio del que he dado mi opinión en este importante medio de comunicación, en talleres y otras dinámicas en las que he participado en calidad de facilitador, siempre con la intención de aportar algo que a la postre resulte provechoso. La regla sugiere que tanto para las frases interrogativas como para las admirativas deben usarse los dos (apertura y cierre), y no uno, como la forma inglesa, que solo requiere el de cierre: «¿Cuánto cuesta un viaje a España?»; «¡Cuánto dolor ha causado la muerte del cardenal Urosa Savino!». Hay quienes los usan multiplicados, como si se tratase de elementos especiales para adornar la escritura.
Al uso inadecuado del gerundio, tema del que he perdido la cuenta de las veces que lo he expuesto, le dedicaré un articulo aparte, en virtud de que requiere una dedicación especial, para ofrecer una nueva explicación que satisfaga las inquietudes.