El ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunció a primeros de junio 2022 que España será el primer país de Europa en contar con «una ley específica» para regular en las loot boxes o cajas botín de los videojuegos.
Garzón ha explicado que su departamento presentará una regulación que será «pionera en Europa» y que permitirá a España regular las loot boxes. Es decir, «dispositivos que tengan un valor económico en un mercado real o ficticio y cuyo premio aleatorio se pueda revender o intercambiar, incluidos los famosos NFT o las criptomonedas».
El objetivo de la norma, según ha avanzado el ministro, es «hacer la mejor ley posible para la protección del conjunto de los consumidores y de las personas que jugamos a los videojuegos».
El ministro de Consumo ha recalcado que contar con una «ley específica» en esta materia «permitirá divertirse y que eso sea compatible con la preservación y maximización de la salud de todos los consumidores y, en particular, de los más vulnerables».
Según el Plan Nacional sobre Drogas, tres de cada diez estudiantes gastaron dinero en 2021 dentro de los videojuegos para mejorar la posición, personaje, accesorios, imagen… al margen de la compra inicial y son los chicos más jóvenes -por encima de las chicas- los que más utilizan estos mecanismos de compra.
Esto significa, en palabras de Garzón, que estamos «ante un modelo abierto que permite al jugador ir pagando por mejoras que, probablemente, le van a proporcionar más ocio pero, probablemente, también elementos más competitivos».
«Un sistema tan particular como el de las loot boxes es donde se han introducido características muy similares a las de los juegos de azar tradicionales. Comparten la aletoriedad o el azar en el resultado, que cuesta dinero activar el mecanismo y que el premio tiene un valor evaluable», ha argumentado.
Ante ello, y dado que estos mecanismos pueden asociarse a las «consecuencias negativas» que llevan aparejadas los juegos de azar tradicionales, el Ministerio de Consumo promoverá una norma específica que los regule. Sobre todo, según ha añadido Garzón, porque pueden derivar en conductas de consumo «irreflexivas, compulsivas o incluso patológicas».