Tensiones asiáticas en el espacio geopolítico controlado por Moscú

La guerra de Ucrania puede dejar el campo abierto a la expansión de conflictos congelados que pululan en el antiguo espacio soviético. Dos estados de Asia central, Kirguistán y Tayikistán, ambos excomponentes de la URSS, firmaron el lunes 19 de septiembre un alto el fuego, después de que hubiera decenas de muertos en enfrentamientos fronterizos que se prolongaban desde hacía seis días.

En el acuerdo firmado por jefes de los servicios de información militar de ambos países, se especificaba la necesidad de retirar la artillería y el armamento pesado.

Oficialmente, entre el 14 y el 20 de septiembre, hubo 59 muertos y 164 heridos del lado kirguís. Casi ciento cuarenta mil personas tuvieron que ser evacuadas de las zonas cercanas a la frontera. Según Tayikistán, sus fuerzas sufrieron 41 bajas.

Este episodio no es el primero —desde la disolución de la Unión Soviética— que puede estar relacionado con la falta de delimitación mutuamente acordada de la línea fronteriza, que a su vez implica diferencias en el reparto de los recursos hídricos.

Entretanto, los días 15 y 16 de septiembre, tenía lugar en Samarcanda (Uzbekistán) la Cumbre Anual de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), de la que son socios los dos países, Kirguistán y Tayikistán. Tanto el Kremlin como la OCS son garantes de la frontera en disputa.

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Líderes participantes en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), celebrada en Samarcanda (Uzbekistán), el día 16 de septiembre de 2022.

Desde la independencia de ambos estados asiáticos, se calcula que los «incidentes» suman unos 150 choques militares, pero quizá lo sucedido en estos últimos días implica el enfrentamiento más grave desde 1991. Hubo un precedente similar, también muy serio, en 2021; aunque todo sugiere que el número de muertos fue menor, la mitad aproximadamente. Entonces, también llegó a haber unas cincuenta mil personas evacuadas del área fronteriza.

Como señalábamos, entre las causas, hay que citar la mala definición de los límites fronterizos —a lo largo de 970 kilómetros— donde alternan los paisajes desérticos, las estepas y las nieves en las montañas. Menos de cincuenta kilómetros han sido definidos con precisión y mutuamente reconocidos.

Las viejas delimitaciones administrativas del imperio zarista y, después, de la URSS no siempre fueron escrupulosas con los pueblos, costumbres, religiones, lenguas, culturas y etnias que vivían allí. Desde luego, una responsabilidad similar a la de otros poderes imperiales (británico, francés, chino, japonés, etcétera) a lo largo de la historia, lo mismo que su resultado en forma consiguiente de disputas y conflictos entre los pueblos que lo sufrieron.

En la provincia kirguís de Batken, donde han sucedido ahora los intercambios armados más intensos, con una extensión similar a la provincia española de Cuenca, vive medio millón de personas. Entre esos habitantes, hay una gran mayoría de kirguises, pero viven también uzbecos, tayicos, rusos y otras minorías.

Es un territorio con vías de comunicación difíciles hacia la capital del país, Biskek. Son caminos y carreteras que incluso rozan o atraviesan zonas de Uzbekistán o Tayikistán. Varios grupos islámicos utilizan esa zona de confusión en su propio beneficio, ante la cólera mayor de las autoridades uzbecas.

Las corrientes, los ríos, los lagos y las deficientes infraestructuras del agua, los embalses en especial, son motivo de preocupación general de las autoridades de todos esos países. En 2021, el origen de los choques militares tuvo que ver con el reparto de la riqueza hídrica entre Kirguistán y Tayikistán, sobre todo en relación a la gran presa de Golovnoy.

Según publicó Circle of Blue, un medio estadounidense especializado en conflictos y crisis vinculados al agua, a mediados de la primavera de 2021, ciudadanos de Kirguistán y Tayikistán intercambiaron lanzamientos de piedras, tras la instalación de cámaras que pretendían controlar lo que sucedía en el entorno fronterizo. Los incidentes se agravaron con algunos incendios de casas, comercios y escuelas de Kirguistán.

Diversas publicaciones señalan que las escaramuzas entre las tropas kirguises y tayikas sucedieron a los choques entre civiles, con intercambios de fuego de morteros y ametralladoras, así como con el uso de helicópteros de ataque Mi-24, de fabricación rusa.

Sin embargo, por efecto de la propaganda de todos, por la lejanía geográfica con respecto a Europa, por el paraguas de Moscú, o por los escasos signos de hostilidad diplomática entre esos estados, no siempre hay información o signos externos que alerten al mundo del peligro de esos choques fronterizos periódicos.

En el diario La Libre Belgique, el periodista y sinólogo, Philippe Paquet, advierte de los peligros que conllevan esos «focos de inestabilidad, terreno abonado para los extremismos y el terrorismo, que son un motivo de inquietud compartido para quienes figuran como protectores impotentes de aquella región, es decir, rusos y chinos».

Según el diario Le Monde, el 16 de septiembre, los presidentes Sadyr Japarov (Kirguistán) y su homólogo Emomali Rahmon (Tayikistán) acordaron apaciguar la frontera, bajo el amparo de la reunión de la OCS a la que ambos asistían, entre un intercambio de discursos que pareció tranquilizar a los demás asistentes a la cumbre.

Pocos indicios sirven para señalar hacia el exterior que esos focos de fuego se mantienen siempre latentes. En ese sentido, los discursos de unos y otros no revelan tampoco que estemos —o podamos estar— ante un conflicto con connotaciones similares a los de Armenia y Azerbaiyán, por el Alto Karabaj, o al más grave y prolongado, de India y Pakistán, en torno a Cachemira.

En cualquier caso, el Kremlin no está ahora en el mejor escenario posible para mediar e intervenir en lo que sigue considerando su espacio geopolítico.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

1 COMENTARIO

  1. Un muy atento lector francés me hace llegar el siguiente comentario, que considero muy pertinente:

    — Il est comique d’observer que Poutine demande aux deux belligérants de ‘’trouver des moyens pacifiques, politiques et diplomatiques’’ pour cesser les combats et les appeler à la ‘’désescalade’’.
    Lui, Poutine, continue à faire l’inverse en Ukraine et parle désormais d’avoir recours à tous les moyens militaires, donc à l’arme nucléaire.

    Au-delà de cette remarque, s’il y a effectivement un problème d’accès à l’eau entre kirghizes et tadjikes et un autre de frontière, qui provoque des interventions armées depuis quelques années, il y a derrière ce conflit plusieurs signes inquiétants.
    1 – la guerre en Ukraine favorise les reprises des incidents ailleurs car la Russie est dans l’incapacité d’exercer son influence sur les belligérants, comme elle le faisait auparavant;
    2 – les deux pays ont des ressources qui attisent les envies des grandes puissances (or et fer, notamment);
    3 – le conflit est attisé par les Américains, mais aussi et surtout par la Chine, dans une région du globe complètement déstabilisée par le retour des talibans en Afghanistan;
    4 – le chaos est mis à profit par les mouvements islamistes fondamentalistes pour se renforcer partout où la crise se développe.

    Tout cela est dangereux. Les marchands d’armes se frottent les mains et nous sommes de moins en moins à l’abri d’une nouvelle guerre mondiale.
    Alors, je crois que les pacifistes doivent être plus présents dans le débat et ils doivent élever la voix.
    Et le travail des journalistes est de dénoncer cette escalade vers la guerre.

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