Desde la promulgación de la ley sobre las pensiones, la protesta social y ciudadana reinventa nuevas formas de lucha y resistencia en Francia frente a un presidente minoritario en el parlamento y en el país. Emmanuel Macron y su gobierno practican lo que en términos psiquiátricos se denomina la denegación, es decir negar la evidencia y la realidad, cuando han perdido ya toda credibilidad ante la opinión pública.
Este sábado 29 de abril 2023, en el estadio de Saint Denis en la periferia de París, cuando se celebraba la final de la copa de fútbol francesa entre el Nantes FC y el Toulouse FC, las organizaciones sindicales han dado prueba una vez más de su ingeniosidad al distribuir a los participantes miles de pitos y de tarjetas rojas contra la jubilación a los 64 años.
En el minuto 49,3 del partido todos los asistentes estaban invitados a manifestar su protesta contra el presidente Macron, presente en el estadio, pero que en esta ocasión no se ha atrevido a bajar al terreno de juego antes de empezar el partido como suele ser la tradición.
La tentativa autoritaria del gobierno de prohibir la presencia de la intersindical para esa distribución ha sido sancionada por la justicia, que ha anulado el decreto de la prefectura calificándolo de ilegal. Esa decisión del Tribunalno ha impedido la kafkiana confiscación por la policía de pitos y tarjetas rojas.
A pesar de los esfuerzos de la televisión para disimular la protesta, en el minuto 49,3 del partido se han oído nutridos silbidos y voces de protesta contra Macron en el estadio de Saint Denis, como se pueden ver en videos difundidos en internet.
«Intersindical uno-Macron cero», en este duelo de la revolución ciudadana contra el despotismo del presidente monarca, que se esconde y se desplaza rodeado por un verdadero ejército policial, y dialoga solamente con dos o tres de sus partidarios previamente seleccionados por su guardia pretoriana.
Las innumerables y diarias «caceroladas» en todo el país para acoger al presidente o a los miembros de su gobierno en sus desplazamientos han puesto de manifiesto el impacto popular de esta protesta. Muchos franceses han descubierto así que había un gobierno en este país tan desconocido como incapaz de gobernar, inaudible en su neolenguaje cuando repiten como «godillots» las consignas de su soberano.
Los cien días de apaciguamiento deseados por Macron se han transformado en la pesadilla de un monarca arrogante, brutal e incompetente, cuya popularidad está por los suelos y es directamente proporcional a su ceguera de reyezuelo con derecho a pataleta.
El neolenguaje macronista consiste en afirmar que han hecho lo contrario de lo que hacen. Macron afirma que es un «presidente democrático» pero se niega a aceptar la opinión de la mayoría de los franceses que rechazan su «reforma» de las pensiones y su política antisocial. Mal reelegido para evitar la llegada al poder de la ultraderecha, se ha convertido ahora en el principal aliado de los neofascistas en este país.
La deriva autoritaria de Macron en el ocaso de esta quinta república es reconocida hoy por personalidades de horizontes diversos, filósofos, historiadores, economistas, o constitucionalistas. La represión policial, así como la barrera de los medios informativos controlados por ocho oligarcas, y la sumisión del servicio público a la línea editorial del Elíseo, no son ya suficientes para contener la ira de la población.
Las caceroladas comentadas con sorna y desprecio por Macron, se han convertido en una eficaz arma de comunicación para denunciar sobre todo las múltiples «cacerolas» de corrupción que arrastra su propio gobierno desde hace seis años. Ver la ilustración de Mediapart al respecto.
El próximo primero de mayo unitario se anuncia histórico por la masiva participación, con dos consignas bien precisas, una es sindical: abrogación de la ley sobre las pensiones, la otra política: dimisión de Macron. Ambas son la expresión de la opinión mayoritaria de los franceses.