Vivo a pocas cuadras de la reserva Seminole y su famoso Casino Hard Rock que he visitado varias veces, son indios reservados y obsesivos con su trabajo, tampoco estoy lejos de los indios Mikousouki, más amables, y que he visitado en sus encuentros de lagartos y presentación de artesanías.
He platicado en varias ocasiones con ellos y he aprendido de su visión del mundo y su espiritualidad, tal vez por ello la película «Los asesinos de la luna» tiene una dimensión especial.
Adentrarse en el mundo indígena americano es fascinante por su cultura, ritos, amor a la naturaleza, concepto tribal y complacencia frente a la vida.
Sin duda, cuando llegó a manos de Martin Scorsese el libro «Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birds of the FBI», del escritor David Grann, publicado en 2017, donde se narra la masacre del pueblo Osage, en las bellas praderas de Oklahoma, se entusiasmó con la película.
Esta nación, en los principios de la década de 1920, sorpresivamente es poseedora de tierras con pozos de petróleos, y desata la codicia y una confabulación de parte de los foráneos, para quedarse con las tierras.
El cine norteamericano es uno de los pocos en el mundo que hace de su cine creación de mitos y estandarte de su historia, de sus guerras, de sus dramas, de sus errores y triunfos, pocos ventilan con la audacia que lo hacen los directores americanos las lacras y los logros de su sociedad, por eso, el cine americano es, de alguna manera, el alma de su pueblo, el latido de la nación.
Se puede seguir la Historia de Estados Unidos a través de su cine y saber dónde sangra y donde es gloria. Maravillosa identificación y extraña magia.
Scorsese no escapa de ese espíritu y en esta película revela un hecho histórico, el descubrimiento del petróleo, la codicia por el dinero y el racismo hacia los pueblos originarios; en su revisionismo histórico nos deja sumidos en la reflexión, el dolor y la culpa.
Vienen a la mente el genocidio de Tibet por la China, el genocidio de Armenia, el Holocausto, las guerras de África por la tierra, los diamantes, y la explotación de los recursos. Las masacres no son invento de los americanos, pero su cine se atreve a desnudar sus horrores, como no se atreven a mostrarlo otras cinematografías.
En esta película el suceso es puntual y la confabulación de terratenientes, médicos y codiciosos de las tierras es precisa, de allí la fuerza del relato y la presencia del FBI, que intervino en una de sus primeras gestiones.
También es claro el mensaje de los malos y los buenos (quizá muy simplista), asimismo, la idea de la reivindicación. Es verdad que el relato se cuenta desde el malo, y no se ahonda en el sentir y en la visión de los originarios, por esto se quejaron los representantes de la nación Osage.
De hecho, Leonardo Di Caprio sintió que la historia debía contarse desde los Osage y no desde la mafia y el FBI. Por eso, se trabajó mucho más el guion, casi dos años, y aunque se mantuvo el centro de la historia en los asesinatos y la intervención del FBI, se dio más participación al pueblo Osage mostrando su cultura y sus méritos, y narrando la historia de la indígena Mollie Burkhart, interpretado bellamente por Lily Gladstone, candidata al Oscar.
Los asesores de la nación Osage y los traductores lingüísticos consideran que tanto Scorsese como su equipo trabajaron para respetar y representar a los Osage, mostrando su cultura, religión y espiritualidad de la mejor manera. El filme tuvo un presupuesto de 200 millones de dólares y eso se nota en el cuidado de la producción y en el elenco.
Con el estilo de Scorsese, moroso y dialogado, el director nos revela las personalidades del manipulador y el manipulado: Roberto De Niro y Leonardo Di Caprio, que hacen un dúo impecable, un duelo de actores. Por momentos, Di Caprio, en su difícil papel de amante y asesino, recuerda a Marlon Brando en gestos y actitudes.
De Niro presentó a Di Caprio al mundo del cine y en parte lo apadrinó en su carrera. Di Caprio y Scorsese tiene una antigua amistad por afinidades; forman, entonces, un trio que se conoce y que expresa la sensibilidad y la visión artística, eso facilita el trabajo, especialmente en un filme tan intenso y complejo.
Los tres tienen unas de las filmografías más extensas y exitosas de Hollywood. Scorsese alardea ser octogenario y seguir filmando, es conocido por «La edad de la inocencia», «New York, New York», «Taxi Driver», «El aviador», «El Irlandés» y la lista sigue, este veterano del cine puede saltar de películas históricas a temas de la mafia.
«Los Asesinos de la luna», tiene un poco de todo, espiritualidad con las secuencias de la tribu Osage y sus rituales, historia porque está basado en un hecho real, western porque sucede en las planicies con cowboys, y visión crítica social con mensaje. ¡Que más!
Por supuesto, se regodea en tomas aéreas, planos inusuales en blanco y negro recortados, escorzos, diálogos de plano y contraplano; hay un extraño deleite en narrarnos la historia con cierta morosidad y a veces, morbo. Finalmente, después de las atrocidades y un juicio con el FBI, nos deleita con un souvenir de la época de la radio donde el propio Scorsese (como lo hacía nuestro querido Hitchcock) nos cuenta el final de la familia Osage y la bella Mollie, cerrando el film, con una imagen aérea que parece un cuadro, o, el bello vitral de la Catedral de Notre Dame, fusión de armonía y paz en la tierra de los hombres de buena voluntad.
Después de tres horas, el espectador deberá hacer un recuento del impacto visual del filme y del relato, para aceptar que la película fue hecha, como lo expreso su director: «con amor, con respeto». De Niro y Di Caprio, incluso, dialogan en idioma Osage.
Cuando se hizo el casting en 2019, convocando al pueblo Osage, acudieron 2500 originarios entre actores y extras. Los Osage se involucraron detrás de las cámaras, deseaban que su voz no se perdiera, poco a poco sintieron confianza en el equipo fílmico y en su director. Así lo manifestó el líder indio Standing Bear en una de sus entrevistas.
La presencia de Lily Gladstone, de origen indígena, le da al filme autenticidad y dignidad. Los vestuarios indígenas se recrearon a partir de documentación fotográfica dándole verismo y belleza a la ambientación.
Los Osage, después de una larga odisea, recorriendo territorios, son hoy una nación prospera que ha crecido poblacionalmente, según el último censo de 2010. Algunos se incorporan a la vida occidental, otros prefieren su comunidad, la tradición continua y la espiritualidad los une.
«Los asesinos de la luna», reivindica la odisea de la nación Osage y devuelve al cine el estímulo de la gran pantalla, con acogida favorable de público y crítica.
Este interesante filme, abre la ventana a la reflexión sobre los círculos de la violencia, al racismo o subestimación del otro, la codicia y a las bajas pasiones, la manipulación y la corrupción, la cultura del odio. ¿Acaso el ser humano lleva dentro la terrible semilla o la sociedad lo corrompe?