Sudando a chorros, sin poder dormir por el calor, hastiados de años de apagones varias veces al día, habitantes del tórrido noroeste venezolano quieren cubrir techos y balcones de sus viviendas con paneles solares, y piden al Estado que los importe de manera masiva y barata desde China, informa Humberto Márquez (IPS) desde Maracaibo.
«Es una propuesta para salir del atolladero, inmediata, para cerrar la brecha entre la oferta y la demanda de electricidad, de la cual en Venezuela sesenta por ciento es por el consumo residencial», dijo a IPS el ingeniero Lenin Cardozo, uno de los principales impulsores de las iniciativas ciudadanas Zulia Solar y Venezuela Solar.
El noroccidental estado de Zulia, del que Maracaibo es su capital, produjo a lo largo del siglo veinte la gran riqueza petrolera de Venezuela y ha devenido, con su vecina región de los Andes, en la cenicienta de la red que suministra la electricidad, generada principalmente en el distante sureste del país, fronterizo con Brasil.
Zulia Solar surgió el año pasado como una asociación para impulsar soluciones al drama de la falta de electricidad que padecen millones de habitantes de la región, y en lo que va de 2024 han surgido réplicas en una veintena de otros estados, ya con aspiraciones de ser un movimiento, Venezuela Solar.
Su presidenta, la abogada Vileana Melán, dijo que «lo novedoso es que esta vez la ciudadanía se organiza y nos estamos coordinando para plantearle al gobierno esta solución que surge desde la sociedad civil, con una propuesta de tres puntos».
El primer requerimiento es que el gobierno importe masivamente paneles solares desde China, primer productor mundial y con el cual Caracas ha desarrollado fuertes lazos comerciales y políticos, que permiten obtener precios ventajosos, y que organice una distribución que los haga accesibles a los hogares que los demanden.
El segundo es que, para abaratar los precios, los paneles, baterías y demás componentes de esos sistemas de energía sean exonerados de los diversos impuestos, aduanales, al valor agregado y otros tributos.
Y, en tercer lugar, que se establezca una política de financiamiento público y privado, con créditos blandos, para que las familias de recursos modestos puedan adquirir los paneles y demás materiales requeridos en la nueva instalación.
La razón del desespero
«Cuando se va la luz se va el agua, no funcionan las bombas. Los alimentos en la nevera pierden el frío y se descomponen. De día hace 40 o 42 grados centígrados, pero la sensación térmica llega a 47», contó a IPS una tarde, en el corredor de su casa en la barriada popular La Pomona, en Maracaibo, la maestra Rita Zárate.
En las últimas veinticuatro horas la electricidad se había cortado tres veces, entre tres y cuatro horas en cada ocasión.
Para su grupo familiar –madre, hermanos, hijos, sobrinas- «lo peor es no poder dormir cuando llegan los apagones de noche y madrugada. En la habitación el calor es insoportable; afuera, llega la plaga», nubes de despiadados mosquitos y zancudos que atacan cuando se apagan el aire acondicionado o ventiladores eléctricos.
Una noche en vela, tratando de dormir cuando sople algo de aire fresco en el patio, hidratando a los mayores y a los más pequeños, y al amanecer buscar un transporte para ir al trabajo. Quizá no llegue: el apagón paraliza los surtidores de combustible y los transportistas, privados, gastan su tiempo esperando el «alumbrón».
Zárate dice que «es igual para los niños en la escuela: clases dos o tres días a la semana, medio día, si pueden funcionar los ventiladores. O en el patio. A veces sus padres los dejan en casa, otras veces el calor arrecia y tenemos que mandarlos de regreso».
¿Internet para estudiar o hacer trabajos? ¿Trámites en oficinas, funcionamiento de cajeros en los bancos, caminar de noche confiando en el alumbrado de la calle? Son opciones que se esfuman para quienes viven a orillas del lago de Maracaibo.
«En el siglo pasado se llamó a Maracaibo ‘la ciudad más fría de Venezuela’, porque en todas partes había aire acondicionado. Ya no es así, funcionan a ratos», comenta a IPS Luis Ramírez, director en el posgrado de sistemas de calidad en la privada Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), con su sede en Caracas.
Señala que muchos hogares, en Zulia y los otros veintidós estados fuera de Caracas, se dotaron de pequeñas plantas eléctricas activadas con gasolina, pero por la escasez del combustible –paradójicamente, en el país que se ufana de contar con las mayores reservas petroleras del planeta- es un recurso cada vez menos utilizado.
Zárate conserva esperanzas de que se produzcan cambios. De la opción por paneles solares «he oído algo, pero suena como algo muy distante», y agrega que «una cosa es segura: con nuestros ingresos –cada adulto en su familia, en distintos empleos, ganan menos de sesenta dólares al mes- no los podremos pagar».
Problemas y esperanzas
Meleán ha propuesto a sus seguidores en Zulia y Venezuela Solar «aferrarnos ahora con más fuerza la esperanza» de que se masifique la adquisición e instalación de paneles, con base en un discurso del presidente Nicolás Maduro, quien busca ser reelegido el 28 de julio para un tercer período de seis años.
Maduro dijo en un acto proselitista el 13 de marzo que «los movimientos sociales nos han propuesto un plan 2025-2030 para que la energía solar llegue a los consejos comunales, a las viviendas, a los urbanismos. Es una de las grandes soluciones para este siglo veintiuno».
A finales del siglo veinte, Venezuela llegó a tener una capacidad nominal instalada de generación de 34.000 megavatios hora (Mwh), de los cuales 18.000 Mwh en plantas térmicas y 16.000 en hidráulicas, y la demanda más alta, 18.000 Mwh, se alcanzó en 1982.
A partir de ese año se sucedieron crisis económicas que redujeron la demanda y la operatividad de las instalaciones. En la segunda década del siglo veintiuno el país vivió una recesión que evaporó cuatro quintos de su producto interno bruto, al tiempo que se deterioraban las centrales y redes hasta generar no más de 10.000 Mwh.
Los expertos ubican la demanda actual en unos 12.000 Mwh, y la brecha fuerza racionamientos a base de cortes que afectan a casi todo el país –en que se exceptúa a Caracas-, pero sobre todo al occidente, la región más distante de la suroriental central hidroeléctrica de Guri, que genera dos tercios de la electricidad que se distribuye y consume.
Zulia se mantiene a duras penas con algo que alcanza a recibir de la central de Guri y con una docena de plantas térmicas, deterioradas tras su diseño para alimentarse con gas y que en su lugar emplean gasóleo, lo cual contribuye a su ineficacia y deterioro.
Cardozo plantea que «la solución al problema eléctrico ya no está en las plantas térmicas, que en Venezuela seguimos reparando mientras las están cerrando en otras partes del mundo, sino en nuevas fuentes y tecnologías, como la fotovoltaica».
Venezuela «necesita incorporar tecnologías como la fotovoltaica, como alternativa para cubrir la brecha entre oferta y demanda en el corto plazo, y con propuestas descentralizadas mientras no se pueda avanzar en grandes proyectos», afirmó.
Expone que un panel que cueste en China, por ejemplo 30 o 50 dólares, dependiendo de su capacidad, llega a un destino venezolano con diez veces ese precio, por los costos e impuestos en toda la cadena de suministro.
De ahí la propuesta de Venezuela Solar para que el Estado intervenga con compras masivas a su privilegiado socio asiático, suprima los tributos que acompañan la importación y comercialización, y facilite financiamiento para los hogares.
Cardozo subraya que los constantes avances tecnológicos permitirán no solo abaratar sino incluso reducir el tamaño y la complejidad de la instalación solar doméstica.
Estima que un hogar puede alimentar un consumo esencial con dos paneles de 500 vatios cada uno, y con cuatro más sostener un aparato de aire acondicionado, a un costo cercano a los mil dólares por hogar.
Sería resultado de que el gobierno acogiese plenamente las propuestas de Venezuela Solar. El grupo de Zulia alista una prueba piloto en Maracaibo, con cuatrocientas casas que colocarían paneles en sus techos y cien apartamentos que lo harían en sus balcones.
No todo es positivo
Representantes de empresas que en los últimos tres años han colocado paneles en casas y comercios en ciudades de Venezuela estiman costos de cuatro mil dólares o más para una instalación que atienda las necesidades básicas de un hogar.
En este país de veintinueve millones de habitantes el salario medio ronda los 130 dólares mensuales, según firmas de consultoría. Medidos por nivel de ingresos, 82 por ciento de los hogares vive en la pobreza y más de 50 por ciento en pobreza crítica, según la Encuesta de Condiciones de Vida de la Ucab, divulgada este mes.
Ramírez recuerda que Maracaibo no solo fue la ciudad artificialmente más fría del país, sino la de mayor consumo eléctrico por persona, «y por eso apuntar a una solución masiva con paneles en techos y balcones requiere de una especie de censo previo para estimar cuál será la cantidad real de equipos necesarios».
Otro experto, Alejandro López-González, afirmó a IPS que «el problema eléctrico venezolano no será solucionado con paneles solares en los techos de las viviendas de sus grandes ciudades. No es posible, por nuestro clima, que demanda un alto consumo de aire acondicionado».
«Si vamos a un desarrollo complementario con energías renovables lo ideal son grandes granjas solares y parques eólicos, porque dan una intensidad energética mayor, para una mayor capacidad de aprovechamiento, y contando con un sistema de distribución medianamente centralizado», apunta López-González.
Sostiene que si bien la instalación de paneles en los hogares también complementa las redes locales o regionales, no alcanza a resolver la crisis eléctrica.
Por otra parte, recuerda que ya hace catorce años se inició el ensamblaje en Venezuela de paneles solares, en una planta estatal que ha trabajado de modo intermitente pero cuya reactivación es posible, así como instalar otras fábricas, si se alcanza con China un acuerdo de producción y no solo de importación.
En su libro «Energías Renovables en Venezuela. Experiencias y lecciones para un futuro sostenible», López-González contrasta el potencial solar y eólico del país.
El solar es de los más altos en América Latina, con una media de 5,35 kilovatios hora por metro cuadrado al día (5,35 Kwh/m2), cerca de los más elevados, en Chile (5,75) y Bolivia (5,42), según estudios de la venezolana Universidad de Los Andes, con sede en el occidental y andino estado de Mérida.
En energía eólica, solo en el noroeste del país el potencial alcanza a 12.000 Mwh -similar a la capacidad de Guri-, favorecido por los vientos alisios con elevados valores de constancia, dirección y velocidad, hasta ocho metros por segundo.
También en sus islas caribeñas y costa firme del noreste Venezuela tiene potencial para desarrollar granjas solares y parques eólicos que sumen otros miles de Mwh, limitando a las plantas térmicas a una función de cogeneración, complementaria.
El Estado llegó a instalar hace quince años hasta 50 Mwh de generación eólica y más de dos mil pequeños sistemas híbridos –fotovoltaicos y eólicos- mediante el programa «Sembrando luz», que favoreció a comunidades indígenas y campesinas aisladas, y el cual cayó en el abandono desde hace una década.
Actualmente existen algunas instalaciones aisladas en varias ciudades –sobre todo comercios- y pequeños sistemas híbridos en fincas ganaderas o de grandes siembras, para asegurar la refrigeración de productos u operar pozos de agua.
Con ese telón de fondo, soportando apagones y mientras el país se dirige a una nueva elección presidencial el 28 de julio, los activistas de Venezuela y Zulia Solar apuestan por que sus propuestas prosperen.
«El país comienza a replantearse otras maneras de abordar su seguridad eléctrica. Se ha incorporado al discurso de la agenda pública el valor y uso estratégico de la energía fotovoltaica como una solución inmediata para salir de la actual crisis eléctrica», concluyó Cardozo.