Vigésimo tercer día del sexto mes de 2024. En cuanto me despierto pongo la radio y escucho las noticias durante la hora y cuarto que empleo en desayunar, asearme y hacer el trayecto a pie por la nave hasta el puente. Pero hace unos meses cambié la rutina. Con el desayuno y el aseo es suficiente para informarme. El trayecto a pie ahora lo hago escuchando música, preferentemente, Radio Clásica, Primer movimiento de Julio Valverde.
Cuando termino la jornada laboral vuelvo tan cansado que, comiendo, no puedo ver las noticias, no soporto más tensión. Veo los deportes, que en España significa fútbol. Leo un periódico y hojeo otros dos. Y con esto es suficiente, ya no busco más información hasta el siguiente día, salvo urgencias o últimas horas.
El resto del día lo dedico a leer, escribir, pasear, cocinar si toca y a ver alguna serie o película. Siempre estuve muy al tanto de las noticias, de la vida política, de todo lo que atañe a nuestra sociedad. Pero ahora necesito dosificarme, noto que estar tan pendiente del día a día, del momento, me estaba perjudicando seriamente la salud, mi salud mental sobre todo.
Creo que necesitamos poner distancia, que debemos relativizar y no caer en la trampa a la que nos están llevando determinados políticos, determinadas opciones políticas que anuncian constantemente la ruptura de la sociedad, del país, que son incapaces de rebajar la tensión a la que nos están sometiendo y me niego a caer en el odio y en el enfrentamiento, al menos mientras pueda evitarlo.
La música, la poesía, la naturaleza, la conversación, la novela, la ciencia, la espiritualidad, el amor, son muchos los caminos que se pueden recorrer para apaciguar los ánimos, juntos o por separado. No pienso renunciar a vivir con plenitud, buscando los momentos placenteros, no pienso olvidar mi compromiso social, pero no conseguirán que me amargue, no lo consiguió la enfermedad y no lo van a conseguir quienes buscan que nos enfrentemos.
La música
En una escapada vamos a un concierto de Las Migas, un cuarteto musical formado por cuatro mujeres, Marta Robles (guitarra), Alicia Grillo (guitarra), Laura Palacios (violín) y Carolina Fernández (voz). Este grupo comenzó su andadura allá por 2004 en Barcelona, y aunque del grupo inicial sólo queda Marta han sabido mantener las ideas y el estilo, enriqueciéndose con cada nueva incorporación. Para ellas las fronteras nacionales o lingüísticas no existen.
Fue un inicio tan fulgurante, tan fresco, que rápidamente tuvieron un gran reconocimiento obteniendo el premio al mejor grupo flamenco del Instituto de la Juventud. Desde entonces hasta ahora han seguido creciendo y deslumbrando con cada nuevo disco, seis llevan ya, su música inconfundible estalla llena de flamenco, rumba, jazz, fusión, (rastros de las influencias árabes y sefardíes, me ha parecido escuchar).
Su música es alegre y comprometida, sobre todo para dar voz a las mujeres, para que tomen, tomemos, conciencia de su poder. Pero nada de chapas, todo desde la alegría y la buena música, sobre todo la buena música.
El concierto al que hemos asistido es la presentación de su nuevo disco «Rumberas», es una celebración, y como dicen para presentarlo, toda una declaración de intenciones: «La rumba es un género internacional, sin dueño, que trasciende estilos y fronteras, ya sea cubana, flamenca, o catalana. En este trabajo se muestran tal como son, puras, auténticas, únicas».
Para la ocasión han venido acompañadas por Abril Saurí (batería), Aina López (saxo), Alba Armengou (trompeta), y Oriol Rialt (contrabajo), quienes además de con sus instrumentos, también acompañaban con voces cuando la canción lo requería. En Una mica más Abril se marca un solo en catalán que pone los pelos de punta. Para este concierto, al menos, la cantante ha sido Paula Ramírez, con una voz y una presencia en el escenario que si faltaba algún hueco por rellenar ella lo ha conseguido. Un teatro no es el mejor lugar para bailar pero nos pusieron en pie y lo consiguieron.
La puesta en escena me ha parecido un coreografía muy bien trabajada, los movimientos suaves por el escenario de cada una de ellas según iban interpretando las canciones, sus ayudas, un sonido impecable, la iluminación y las poses finales con contraluz dejaban enmarcadas las siluetas como si fueran sombras de cada una de ellas.
Repasaron todo el disco nuevo pero no olvidaron canciones como Antonia, Hola, mi amor o El mar, unas alegrías de Cádiz, que si la escuchan entenderán la grandeza del Tirititran, tran, tran, tran…
No soy, ni de lejos, un gran conocedor de este grupo, pero cada vez que escucho alguna de sus canciones, y en el concierto mucho más, me invade tal sensación de bienestar que se van destensando los músculos, se despeja mi mente y cuando su música empieza a entrar por cada poro de mi piel, comienzo a moverme a su son, acompañando con silenciosas palmas y chasquidos. Mis oídos se van abriendo, dejan pasar las melodías, escucho los ricos diálogos entre instrumentos y voces, reconozco las canciones con las mismas o distintas letras de mi infancia y siento que a mí también «Me mueve el aire».