Restringir acceso a pesticidas peligrosos y armas de fuego puede prevenir más de 120.000 muertes por suicidio en América en un período de diez años, según un estudio de expertos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Centro de Adicciones y Salud Mental de Canadá, informa la IPS.
Anselm Hennis, director del Departamento de Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental de la OPS y coautor del estudio, señaló que «las políticas efectivas que limitan el acceso a dos de los métodos más comunes para el suicidio pueden tener un impacto en la reducción de la mortalidad en la región».
Datos publicados en la revista médica The Lancet Regional Health sugieren que si se hubieran aplicado estas restricciones a partir de 2020, la tasa de suicidios se habría reducido en más de 20 por ciento entre los varones y en 11 por ciento entre las mujeres para 2030.
Las reducciones más notables se observarían en el Caribe no latino, donde la tasa de mortalidad por suicidio podría reducirse hasta en 31 por ciento entre los hombres y 34 por ciento entre las mujeres, con una restricción específica a los pesticidas altamente peligrosos en tres países clave: Guyana, Suriname y Trinidad y Tobago.
Anualmente se pierden cerca de cien mil vidas por suicidio en el continente americano y, a diferencia de otras regiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tasa de mortalidad por suicidio ha aumentado en los últimos años.
La tasa más elevada corresponde a América del Norte, al pasar de 16,45 a 21,65 por cien mil habitantes en hombres, y de 4,05 a 6,61 en mujeres, ent6re los años 2000 y 2019. La más baja es la de la subregión andina, pues en ese par de décadas disminuyó de 8,50 a 6,05 en hombres y de 2,69 a 1,85 en mujeres.
Entre los países andinos, la tasa más alta es la de Ecuador, que pasó de 9,64 a 11,88 en hombres –aunque disminuyó de 4,16 a 3,60 en mujeres-, y la más baja la de Venezuela, al pasar de 11,31 decesos por cien mil habitantes en 2000 a solo 3,65 en 2019 en hombres, y de 1,65 a 0,69 en mujeres.
En el Cono Sur la mortalidad por suicidios pasó de 9,99 a 11,26 por cien mil habitantes entre los años 2000 y 2019. Las tasas más graves son las de Uruguay: pasó de 25,66 a 31,11 en hombres, y de 5,07 a 7,37 en mujeres. Paraguay, con las cifras más bajas, pasó de 4,83 a 9,00 en hombres y de 2,46 a 3,26 en mujeres.
En América Central, México y el Caribe latino los promedios bajaron levemente, de 10,33 a 9,75 en hombres, y de 2,73 a 2,58 en mujeres. Cuba tiene las cifras más altas, aunque disminuyen, con 22,70 decesos por cien mil habitantes en el año 2000 y 16,67 en 2019 (hombres), y 8,93 y 4,08 (mujeres) para las mismas fechas.
Haití y Costa Rica también tienen cifras altas en suicidios de hombres, al pasar, respectivamente, de 14,71 a 14,87, y de 12,28 a 13,34. En mujeres, la tasa haitiana es la más alta de la región, 7,98, y la costarricense de 1,93.
El mayor descenso lo registra Panamá, al bajar de 10,38 a 4,80 la tasa de suicidios en hombres entre los años 2000 y 2019, y de 1,48 a 0,98 la de mujeres. En México la tasa se eleva, de 6,84 a 8,68 en hombres, y de 1,12 a 2,18 en mujeres.
En los tres países del Caribe no latino donde se requiere mayor control de los pesticidas las tasas son sumamente elevadas:
En Guyana se registraron 57,59 suicidios de hombres por cien mil habitantes en el año 2000, y 64,95 en 2019. En las mujeres la tasa pasó de 14,45 a 16,95.
En Suriname la tasa pasó de 38,80 a 41,31 en hombres entre el 2000 y el 2019, y registró la misma cifra de 11,79 para mujeres en los años considerados.
En Trinidad y Tobago la tasa en hombres de 2019 es alta, 13,08, aunque mucho menor que la del año 2000, cuando fue de 26,38. En mujeres pasó de 6,32 a 3,65.
En Estados Unidos, el país más poblado del hemisferio, la tasa de suicidios en hombres pasó de 16,44 por cien mil habitantes en el año 2000 a 22,39 en el 2019, y de 3,96 a 6,77 en mujeres.
En El Salvador, Guyana, Nicaragua y Suriname la ingesta de pesticidas altamente peligrosos provocó 40 por ciento o más de los suicidios en cada país en 2019. Mientras que en Estados Unidos las armas de fuego representaron más de 40 por ciento de las muertes por suicidio en el mismo año.
«El suicidio es prevenible y cada vida que se pierde es devastadora», apuntó Hennis.