Una observación de George Orwell: «los que controlan el presente, controlan el pasado y los que controlan el pasado controlan el futuro», resulta muy oportuna para evaluar la forma en que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habló sobre Gaza durante su discurso en la convención demócrata, la noche del lunes 19 de agosto 2024, escribe Norman Solomon[1] para la IPS desde San Francisco.
Sus palabras encajan en un modelo de mensaje que cumple ya once meses, en el que se presenta al gobierno estadounidense como un incansable buscador de la paz, al tiempo que suministra las armas y bombas que han permitido la continua matanza de civiles por parte de Israel.
«Seguiremos trabajando para traer a casa a los rehenes, poner fin a la guerra en Gaza y llevar la paz y la seguridad a Oriente Próximo», dijo Biden a los animados delegados demócratas.
«Como saben, redacté un tratado de paz para Gaza. Hace unos días, presenté una propuesta que nos acercaba a ello más de lo que lo hemos hecho desde el 7 de octubre», añadió.
Fue un viaje a un universo alternativo de astucia política de un presidente que tan solo seis días antes había aprobado el envío de más armas a Israel por valor de veinte mil millones de dólares. Sin embargo, los delegados del Partido Demócrata de Biden presentes en la sala de la convención respondieron con un crescendo de rugiente admiración.
Los aplausos aumentaron cuando Biden continuó: «Estamos trabajando día y noche, secretaria de Estado, para evitar una guerra mayor y reunir a los rehenes con sus familias, y hacer llegar ahora a Gaza ayuda humanitaria sanitaria y alimentaria, para acabar con el sufrimiento civil del pueblo palestino y, por fin, por fin, conseguir un alto el fuego y poner fin a esta guerra».
En el United Center de Chicago, el presidente se regodeó en la adulación mientras afirmaba ser un pacificador a pesar de su historial de haber hecho posible literalmente las metódicas masacres de decenas de miles de civiles palestinos.
Lo habría entendido muy bien el escritor George Orwell, el autor de la novela distópica «1984», que creó el concepto de «el gran hermano», o de la alegórica La Rebelión en la Granja, además de grandes ensayos y otras obras.
Los principales dirigentes estadounidenses han puesto en marcha un reflejo político, afirmando ser buscadores de la paz mientras ayudan e instigan la matanza. Normalizar el engaño sobre el pasado establece un patrón para perpetrar dicho engaño en el futuro.
Y así, trabajando dentro del paradigma que Orwell describió, Biden ejerce control sobre el presente, se esfuerza por controlar las narrativas sobre el pasado y trata de que todo parezca normal, prefigurando el futuro.
El afán de los delegados demócratas por vitorear la mendaz y absurda narrativa de Biden sobre las políticas de su administración hacia Gaza se inscribía en un contexto más amplio: el festival de amor de la convención por el presidente que ya es «un pato cojo».
Horas antes de que comenzara la convención, el columnista y analista Peter Beinart publicó un breve ensayo en vídeo anticipando la ferviente adulación: «No creo que cuando se analiza una presidencia o una persona, se pueda aislar lo que ha ocurrido en Gaza», dijo.
«Es decir, si eres una persona de mentalidad liberal, crees que el genocidio es casi lo peor que puede hacer un país, y es casi lo peor que puede hacer tu país si tu país está armando a un genocida», planteó.
Beinart continuó: «Y realmente ya no es tan controvertido que esto se califique como un genocidio. He leído la literatura académica al respecto. No veo a ningún verdadero erudito en derecho internacional de los derechos humanos que diga que no lo es. (. . .) Si vas a decir algo sobre Joe Biden, el presidente, Joe Biden, el hombre, tienes que tener en cuenta lo que Joe Biden, el presidente, Joe Biden, el hombre, ha hecho con respecto a Gaza».
«Es fundamental para su legado. Es fundamental para su carácter. Y si no lo haces, estás diciendo que las vidas palestinas no importan, o al menos no importan hoy, y creo que eso es inhumano. No creo que podamos decir nunca que las vidas de un grupo de personas simplemente no importan porque no nos conviene hablar de ellas en un momento determinado», sentenció el comentarista político y escritor.
- Para subrayar la grotesca obtusidad moral desde el escenario de la convención, el presidente alabó y abrazó a su descendencia en un alegre despliegue de generaciones. Joe Biden salió del escenario cogido de la mano de su nieto, un niño precioso, no más precioso que cualquiera de los miles de niños que el presidente ha ayudado a matar por Israel en Gaza.
- Norman Solomon es director nacional de RootsAction.org y director ejecutivo del Institute for Public Accuracy (Instituto para la Exactitud Pública). Es autor de numerosos libros, entre ellos War Made Easy. Su último libro, War Made Invisible: How America Hides the Human Toll of Its Military Machine, fue publicado en verano de 2023 por The New Press.