«Quai d’Orsay», Tavernier buen candidato para la Concha de Oro
«Quai d’orsay» es una comedia francesa del veterano director Bertrand Tavernier, que ha venido ya en varias ocasiones al festival de San Sebastián con películas de relieve como «Capitán Conan» o «Coup de torchon». Cabe felicitar a los seleccionadores por haberse atrevido a colocar una comedia en esta carrera por la Concha de Oro, pues a menudo los festivales de cine consideran la comedia un género menor.
De lo que he visto hasta la fecha en la sección oficial, la de Tavernier es a mi juicio una de las que conducen el pelotón de cabeza. No hay que descartar pues que Tavernier consiga esta vez su revancha, ya que en 1996, su excelente «Capitán Conan», muy valorada por el público y la crítica, se vio arrebatar la Concha de Oro por «Bwana» del español Imanol Uribe.
Es la primera vez que el siempre muy serio Bertrand Tavernier, tras explorar géneros muy diversos, se lanza abiertamente en la realización de una comedia, saliendo muy bien airado de la prueba con un sólido guión, adaptación de un cómic, o tebeo para adultos de Christophe Blain y Abel Lanzac. Se trata de una parodia del funcionamiento del «Quai d’Orsay», sede del ministerio francés de asuntos exteriores. Parodia inspirada en el personaje real de Dominique de Villepin cuando era ministro de Jacques Chirac y autor de un célebre discurso en las Naciones Unidas oponiéndose a la intervención norteamericana en Irak.
El veterano Tavernier logra darle a su comedia el ritmo y la tonicidad requeridas y aunque subraya la parodia de ese mundo político de «fontaneros», escritores, consejeros, escribas y administradores que pululan entorno al poder del titular de exteriores, sus diálogos alcanzan siempre el tono justo, dando un carácter verosímil al enredo cómico en esa actividad política febril y vertiginosa.
El elegante personaje de Dominique de Villepin, que en el dibujo animado, como en la película, se llama Alexandre Taillard de Vorms está interpretado con brío por Thierry Lhermitte, excelente actor que le da acertado ritmo a la comedia, con sus réplicas y sus intempestivas apariciones. Un ministro que, por definición, siempre tiene la razón frente a sus colaboradores , regla número uno de la mentira política y que ostenta como libro de cabecera las citas del filósofo Heráclito, destiladas una tras otra a lo largo de sus discursos, en todo momento de crisis.
Tavernier desmenuza con mucho humor la mala fe, el egocentrismo, la ignorancia, y la prepotencia inherentes al ejercicio del poder, mientras en la sombra los múltiples consejeros, especialistas cada uno en temas diferentes, se debaten para complacer a su patrón, sirviendo a menudo de fusibles cuando este comete errores en la lectura de sus discursos y de sus fichas. Excelente también el conjunto del casting coral de consejeros, que va del joven Raphael Personnaz en el papel del consejero debutante encargado del «lenguaje», a Julie Gayet como especialista de Africa o el veterano Niels Astrup en su calidad de jefe de gabinete.
En el guión cinematográfico Tavernier ha desarrollado ciertos aspectos que no figuran en el cómic, como por ejemplo la vida de pareja del joven consejero con su novia maestra de escuela. Un contexto que da mayor peso crítico a la mirada del novato que se ve obligado a aprender muy deprisa, para sobrevivir en ese nido de víboras y oportunistas que pululan entorno al poder político.
La vida es fácil
En competición hemos visto también «La vida es facil, con los ojos cerrados», de David Trueba, una comedia sentimental y almibarada ambientada en la España franquista de los años sesenta, que cae en la facilidad, en lo anecdótico y que no tiene mayor relieve, no obstante la siempre apreciable presencia de Javier Cámara que hace lo que puede con un personaje de insoportable y exagerada bondad y generosidad.
El encuentro en la carretera entre un maestro bonachón, un adolescente con pelo largo hijo de policia que se escapa de casa, y una jovencita embarazada en fuga y siempre sonriente, resulta poco verosimil y muy forzado tanto en su interpretación como en la ambientación de la década de los sesenta con cuatro coches y algunos tópicos. En esa España franquista de la dictadura imaginada por David Trueba a través de cuatro anécdotas, todos son buenos y generosos. Es algo así como la dictadura franquista vista por Disney, con una breve escena de sexo para menores.
El título de la película es el de una canción compuesta al parecer por John Lenon, pues la anécdota, o perdón, el guión de la película, es la historia de un profesor de inglés que enseña el idioma de Shakespeare a sus alumnos sirviéndose de los discos y canciones de los Beatles. Este fan de John Lenon se entera de la presencia del músico inglés en el rodaje de una película en Almería y decide ir al encuentro de su ídolo. En esa España franquista que le han contado a David Trueba en la serie televisiva «Cuéntame», hay para mi gusto demasiada gente buena, hasta la guardia civil se te puede hacer simpática. Endulzar y almibarar el pasado, aún con buenas intenciones no permite a mi juicio recuperar la memoria perdida, o escondida de los pueblos. Me dirán, y tienen razón, que no era el propósito de su autor, pues se trata en efecto de una comedia ligera, muy ligera y caricatural, en consecuencia poco verosímil y de escaso interés.