Decíamos el 9 de septiembre en estas páginas que la Cancillería de Ecuador y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) estaban trabajando para dar visibilidad a la Veintinueve Cumbre Iberoamericana, que se ha celebrado el 14 y 15 de noviembre en Cuenca (Ecuador), con el lema «Innovación, Inclusión y Sostenibilidad».
Decíamos también que la Cumbre se iba a celebrar en un momento difícil por los efectos del asalto a la Embajada de México en Quito y la detención de Jorge Glas, o los insultos del mandatario argentino a presidentes de la región y de fuera de la región, o los choques producidos por las elecciones venezolanas y también, por el desgaste de las relaciones de España con América Latina en los últimos años.
El gobierno español era consciente de la dificultad que tenía esta Cumbre y de que no se iban a producir resultados aceptables. Por eso, hizo consultas con los demás países iberoamericanos para garantizar que España organizaría la Treinta Cumbre Iberoamericana en 2026.
Y así ha sido.
La Cumbre Iberoamericana de Cuenca deja tan solo un Programa de Acción; una especie de relación de los trabajos acometidos en los últimos años, teniendo como guía el Tercer Plan Cuatrienal de la Cooperación Iberoamericana (PACCI) 2023-2026, y las reuniones de Coordinadores Nacionales y Responsables de Cooperación.
El presidente ecuatoriano Daniel Noboa puso énfasis en el paro juvenil, elogiando el documento «Compromiso con la empleabilidad» del quince Encuentro Empresarial Iberoamericano, celebrado unas horas antes.
La SEGIB y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador desarrollaron los trabajos previos habituales organizando las reuniones ministeriales y numerosas actividades: encuentros, foros, diálogos, congresos, lanzamiento de redes, laboratorios, premios, programas, artículos, convocatorias, semanas y muchos informes, algunos de gran calidad. En todo momento se ha hecho notar el aparato de comunicación de la SEGIB. Sin embargo, los resultados han sido escasos.
Se ha dicho que la Cumbre de Ecuador ha sido una cita deslucida, descafeinada, un fracaso, un bochorno, un fiasco; la Cumbre de las ausencias, considerando que de los jefes de Estado y de Gobierno convocados solo estuvieron presentes, además del presidente ecuatoriano, el jefe del Estado español, Felipe VI, el presidente de Portugal, Rebelo de Sousa y el presidente de Andorra Xavier Espot Zamora. Se ha dicho que era una cumbre más ibérica que iberoamericana y se ha hablado de la soledad del Rey.
La Cumbre cerró en falso, sin consensos para alcanzar una declaración conjunta, sin repercusión ni peso político. Todo ello, abre interrogantes sobre la efectividad de estas cumbres que han ido perdiendo peso con el paso de los años. Y como quiera que la Cumbre ha escenificado la crítica relación entre los países iberoamericanos, hay que empezar a trabajar ya para recobrar su prestigio en la próxima cita: España 2026.
Pero antes, conviene plantearse cuáles han sido las causas del fracaso y, además de lo dicho, hay que referirse a las crisis bilaterales de Venezuela con Colombia y Brasil, que parecen ir en aumento. Hay que referirse también a la celebración cercana o simultánea de otras reuniones internacionales, mucho más importantes para los países de América Latina, como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Perú (10-16 de noviembre) y la Cumbre del G20 en Brasil (18 y 19 de noviembre)
No podemos dejar de referirnos, por otra parte, a la política errática del presidente Noboa, atropellando de forma antidemocrática a su vicepresidenta, Verónica Abad, para garantizar que tiene el camino libre para la campaña electoral de 2025.
Otras iniciativas políticas de Noboa también han sido particularistas y electoralistas, como su recurso a la violencia y la militarización o la torpeza del asalto a la embajada de México o su falta de experiencia como gestor público.
Ha cometido enormes errores logísticos. Fue advertido de que no organizara la Cumbre en Cuenca, que no tiene una infraestructura portuaria adecuada y la programó en la peor fecha posible, como hemos visto.
Noboa es el gran perdedor de esta Cumbre, a un año de gobierno no tiene política exterior y muchos medios del país piden, cuando menos, la dimisión de la canciller Gabriela Sommerfeld.
Pero vamos a lo que nos interesa ahora. José Manuel Albares se ha referido a que el objetivo de la treinta Cumbre Iberoamericana, que se celebrará en España en 2026, es iniciar una nueva etapa de reafirmación y consolidación del sistema, de identificación de nuevas prioridades y de reorganización de métodos de trabajo.
Considera que «nos une un compromiso común con la paz, con los derechos humanos, con el futuro del planeta. Y esta comunidad de valores compartidos se rige por unos principios que nos definen: la igualdad, el respeto mutuo y la horizontalidad».
Interesante visión para la Iberoamérica del futuro, pero ¿qué puede contribuir a alcanzar el objetivo? Me limito ahora a trasladarles algunas orientaciones que me parecen interesantes.
En primer lugar, hay que repensar, a la vista de los resultados, el quehacer de los denominados «organismos iberoamericanos», y reorientarlos, en caso de que sea necesario, para que alcancen sus objetivos.
Pondré como ejemplo, en este momento, un caso que me parece exitoso, el de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) que ha ejecutado 770 proyectos de cooperación en el último bienio que beneficiaron a cerca de veinte millones de personas, según su última Memoria Institucional.
En segundo lugar, y por lo que se refiere a la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) debería trabajar más en la implicación de los países asociados y de los organismos consultivos cos sus Programas, Iniciativas y Proyectos Adscritos (PIPA).
En tercer lugar, parece claro que los organismos iberoamericanos, por lo general, requieren de perfiles más técnicos que políticos.
En cuarto lugar, ante la dificultad del diálogo político, y hasta que seamos capaces de recomponerlo, conviene poner énfasis en la cooperación para el desarrollo sostenible, de forma que la que siempre fue «piedra angular» de las Cumbres, tenga ahora una mayor relevancia.
En quinto lugar y por lo que se refiere a la cooperación para el desarrollo sostenible, cuenta Iberoamérica con buenos gestores especialistas y con magníficos referentes, como demuestra la nueva Ley española de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global.
Y en sexto lugar, conviene alinear los proyectos de la cooperación iberoamericana con los resultados de reuniones internacionales, celebradas y por celebrar, como la COP 16 (Cali, Colombia, 2024), la COP 30 (Belem do Pará, Brasil, 2025), la Cumbre del G 20 (Rio de Janeiro, Brasil, 2024), la Cumbre CELAC-UE (Colombia 2025), el Mondiacult de la UNESCO (Barcelona, España, 2025) y, por supuesto, la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (Sevilla, España, 2025).
La educación, la cultura y el medio ambiente, parecen ser las señas de identidad que mejor encajarían para alcanzar el objetivo señalado.
Continuaremos.