Por respeto hacia Ridley Scott, de quien he apreciado en el pasado películas como «Alíen», «Thelma & Louise», «Blade Runner» o «Black rain», aunque ya me pareció fallido su primer «Gladiator» en 2001 pese a su éxito comercial, me decidí a ver esta segunda parte «Gladiator II», de lo que se anuncia ya como una de esas interminables y pésimas series a que nos tiene acostumbrado el cine de Hollywood, y que van dirigidas a ofrecer divertimento a la multitud, con objetivos puramente financieros, lejos de toda estética o ética cinematográfica.
A evitar el 4DX
Me equivoque de sesión y resulta que era con un dispositivo de proyección 4DX, un horror, que de pronto me ha motivado para escribir esta crónica, pues siempre prefiero practicar la crítica de cine constructiva, para acompañar o hacer descubrir al público películas que aprecio y que tienen mucha menor difusión que los blockbusteres norteamericanos.
Hice la experiencia y es como ver una película sentado en una silla que se mueve a la manera de una estúpida atracción de Disneylandia. Dicen que es para que vivas la acción como si estuvieras en ella y que sientas las sensaciones. Lamentable resultado, pues es como un curso de equitación sobre un caballo mecánico, y de vez en cuando un vapor de agua que te refresca la cabeza. Ridículo y molesto.
Es algo así como una decepcionante experiencia en un pésimo parque de atracciones. Una nueva tentativa de vender las entradas más caras todavía, por ávidos exhibidores que intentan transformar en espectáculo de feria (no diré circense pues respeto mucho el maravilloso mundo del circo) este séptimo arte que algunos, mal que les pese, siguen practicando con mucho honor, ética y rigor artístico.
Yo sigo reivindicando, y por suerte somos todavía numerosos, la palabra cinematógrafo, en lugar de cine a secas, para intentar contener esa ofensiva de las plataformas de trasmisión (streaming), que, como Netflix, por no citarla, intentan remplazar las salas de cine por la pantalla de televisión familiar, de mayor o menor tamaño.
Lamentablemente el excesivo precio de las salas de exhibición y las obligaciones laborales con lamentables condiciones de trabajo en nuestra sociedad actual, llevan a muchas familias a desertar las salas de cine, para consumir cine en casa.
Esa ofensiva se traduce también ahora con las salas equipadas de proyección 4DX, que viene ahora a remplazar la fallida tentativa del 3D, decepcionante de todo punto de vista.
Abel Gance inventó ya la Polivisión en 1925[1], abandonada por ser demasiado onerosa y nadie ha logrado superar ni perfeccionar aquella tentativa. En los años sesenta el Cinerama fracasó y hoy en día ni el 3D ni la 4DX han logrado, por el momento aniquilar ni superar al cinematógrafo.
Gladiator II o el fin del «sueño americano»
Mi colega Mercedes Arancibia ha escrito en «Aquí Madrid» una excelente crónica sobre esta segunda parte de la tentativa del cine norteamericano de «revisitar» el peplum en este siglo veintiuno. Comparto su punto de vista, aunque mi apreciación va a ser menos generosa al comentar brevemente esta superproducción hollywoodense.
Con «Gladiator» a falta de nuevas ideas en sus guiones sobrecargados de acción y de violencia bélica, lo único que reinventan es pura técnica de brillantes efectos especiales, con una sobredosis de tecnología digital. El guion no es sino una exaltación del imperio, del belicismo, del ejército contra la política, de la ley del más fuerte, de la venganza, y del sueño romano (léase americano), con telón de fondo de tragedia griega o shakesperiana.
Siempre me gustaron las películas de romanos, como llamábamos al peplum. Pero nunca he visto en ese género una película superior a «Espartaco» de Stanley Kubrick (1960). Por cierto, que Scott le hace un guiño caricatural en una secuencia de su película: cuando el capataz de gladiadores pregunta: ¿Quién ha sido? Y varios responden «He sido yo», mientras que el protagonista fanfarrón añade: «si hubiese sido yo no habría fallado».
Eco caricatural a aquella emocionante secuencia que figura en todas las antologías del cinematógrafo, cuando los camaradas de Espartaco, gritan uno tras otro: Yo soy Espartaco. Aquella sana emoción lograda por Kubrick me persigue todavía.
Si «Espartaco» era un himno a la libertad, Scott con su guion de «Gladiador II» no hace sino un himno al imperio americano, con mensaje subliminal. Para decirlo de otra forma, yo prefiero a un gladiador insumiso y rebelde, aunque muera al final, que siembra viento de libertad, que un gladiador mesías «salvador» de un imperio bélico en plena decadencia.
- si se interesan por la historia del cinematógrafo, les aconsejo ver absolutamente el formidable «Napoleón» restaurado de Abel Gance, cuya calidad artística es muy superior por cierto al de Ridley Scott estrenado en 2023. Y naturalmente vean y vuelvan a ver «Espartaco» de Stanley Kubrick), sin 4DX por favor.