Que triste que a estas alturas tenga que existir un Día mundial contra la violencia machista, pero ante la realidad, no queda de otra.
Todos los días 149 mujeres y niñas son asesinadas, dice el informe de la ONU relativo a la conmemoración de este año.
Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres, precisó este 25 de noviembre que se comete un feminicidio cada diez minutos, 85.000 en el año 2023 y el sesenta por ciento de ellos, fueron cometidos por el novio, marido, pareja, padre o hermano de la víctima.
La cifra es superior en casi 30.000 a los denunciados en 2022.
África fue el continente con las tasas más altas de femicidios; casi tres víctimas por cada cien mil habitantes, el doble que América y tres veces más que Asia.
El informe leído por Bahous destaca «la necesidad urgente de contar con sistemas de justicia penal sólidos que hagan rendir cuentas a los responsables y, al mismo tiempo, garanticen el apoyo adecuado a las sobrevivientes».
Pide a los gobiernos que la prevención de la violencia doméstica aborde las relaciones íntimas y los contextos familiares, por ser donde mujeres y niñas corren mayor riesgo.
Y subraya que, aunque es «alentador» el esfuerzo de varios países para mejorar las mediciones confiables sobre feminicidios, en la mayoría de los países tenerlos, sigue siendo un reto.
Además de la violencia física, las mujeres sufren violencia emocional que les provoca graves daños sicológico y mentales.
Y que por no dejar huella visible es difícil que sean reconocidos como actos de violencia y denunciarlos.
Los actos y constantes actitudes de crítica y menosprecio, las palabras hirientes y mentiras, los celos y el control sobre la movilidad de las mujeres y la toma de decisiones constituyen también, violencia machista.
Y lo son, la intimidación y las amenazas de hacer daño o suicidarse si se deja la relación; la distorsión de la realidad y la manipulación para hacer creer a las víctimas que exageran o que son ellas las únicas responsables, de la violencia que reciben.
Todos estos abusos emocionales ocasionan en las mujeres, adicciones al alcohol, tabaco y sicofármacos.
La violencia física y mental, es la causa principal de la migración de mujeres.
Y como al huir de los hogares donde fueron violentadas pierden casa y bienes, se agrava su precariedad y afecta su estabilidad emocional y mental.
Los datos son estremecedores, pero la ONU tiene esperanzas de modificar la situación.
Y sostiene que la violencia contra las mujeres y niñas puede evitarse con leyes sólidas, mejor recopilación de datos, mayor responsabilidad gubernamental, una cultura de tolerancia cero y más financiamiento para las organizaciones por los derechos de las mujeres.
Advierte que en 2025 se cumplirán treinta años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y del plan de acción que entonces se aprobó para hacer realidad los derechos de las mujeres y la igualdad de género; pero no se han logrado sus objetivos.
Por eso, «es hora de que los líderes mundiales actúen, renueven sus compromisos y canalicen los recursos necesarios, para poner fin a esta crisis de los feminicidios de una vez por todas» expresa el documento.
Y para exigirles medidas y compromisos concretos, lanzará la campaña mundial 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género en redes sociales porque urge actuar ya, para poder enfrentar y desmantelar los prejuicios de género, las desigualdades de poder y los estándares nocivos que perpetúan la violencia contra las mujeres.
Es siguiendo esas indicaciones internacionales, que la presidenta Claudia Sheinbaum anuncio su campaña con el lema «Es tiempo de mujeres sin violencia».
Y fijo diez compromisos que, según prometió, llevarán a cambiar conductas cotidianas, identificar las violencias, corregirnos y tener un país más armónico y pacífico.
Magníficos propósitos que estará cuesta arriba cumplir, con todas las instituciones que los dos gobiernos de Morena han desmantelado; lo que impedirá tener los recursos y conocer los datos de lo que falta y de los avances.
Y más, teniendo en cuenta que actualmente se registran en México nueve partos de niñas de entre diez y catorce años al día; más de tres mil niñas-mamás cada año.
A las que, si se le suman los partos de adolescentes entre quince y dieciocho años, se llega de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, INEGI, a 137.000 embarazos de menores.
En la mitad de ellos, el padre tenía entre dieciocho y 75 años; lo que indica que las pequeñas sufrieron abusos y violencia al ser embarazadas.