El desastre de la deuda ha vuelto. De hecho, la británica Agencia para el Desarrollo de Ultramar (Cafod, en inglés), sostiene que los países en desarrollo enfrentan «la crisis de deuda más aguda de la historia», informa Ben Phillips (IPS) desde Bangkok.
Al menos 54 países están en crisis de deuda, más del doble que en 2010. Otros 57 países corren el riesgo de sufrir una crisis de deuda. En la última década, los pagos de intereses para los países del Sur en desarrollo en general han aumentado 64 por ciento, y para África 132 por ciento.
Los países africanos pagan más de cien mil millones de dólares al año a sus acreedores. El porcentaje de los presupuestos de los países africanos que se destina al pago de la deuda es cuatro veces mayor que en 2010.
Los flujos netos de financiación a los países en desarrollo son ahora negativos, es decir, los reembolsos del servicio de la deuda son ahora superiores a las entradas de fondos a los gobiernos.
«Es hora de afrontar la realidad», afirma Indermit Gill, economista jefe del Banco Mundial. «Los países más pobres con problemas de deuda necesitan un alivio de la deuda si quieren tener una oportunidad de prosperidad duradera. Los acreedores privados deben asumir una parte justa del coste cuando la apuesta sale mal», añade.
«La deuda está asfixiando a los países del Sur global», afirma el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, Thabo Makgoba, «negándonos lo que necesitamos para sanidad y educación. Por favor, ¡déjennos respirar!».
Sin embargo, la magnitud de la crisis no ha conmocionado a los líderes mundiales. Hasta ahora, los mecanismos de reestructuración de la deuda del Grupo de los 20 (G20), las grandes economías industriales y emergentes, no se han acercado ni de lejos a lo que se necesita.
Incluso se esgrime cínicamente la recurrencia de la crisis de la deuda como razón para no resolverla. «Se les condonó la deuda en 2000», reza el mantra, «ahora han vuelto, lo que significa que fracasó y no hay forma de ayudarles».
Es una narrativa falsa que ignora deliberadamente dos puntos clave. En primer lugar, que la condonación de la deuda conseguida por el amplio movimiento internacional Jubileo 2000 salvó y transformó millones de vidas, y que los países afectados pasaron de tener la mayoría de los niños sin terminar la escuela primaria a tener la mayoría de los niños terminándola.
En segundo lugar, que las reformas necesarias para evitar que se repitan los catastróficos niveles de pago de la deuda han sido frenadas por los acreedores.
Pero el hecho de que no sea cierto no ha restado poder a la historia del «fracaso de la cancelación de la deuda» para excusar y permitir la inacción.
La reestructuración de la deuda ha seguido siendo un proceso dolorosamente lento y ad hoc, dominado por los países ricos y dependiente de convencer a los acreedores. Eso no es un error, es una característica.
No es sorprendente que los prestamistas privados, que actualmente constituyen la mayor parte de los acreedores de la deuda de los países afectados, hayan obstruido los esfuerzos por resolver la crisis: sin una coacción suficiente, eso es lo que seguirán haciendo.
Parece casi innecesario añadir que ahora hemos entrado en una era en la que todo lo que requiera cooperación multilateral se ha vuelto aún más difícil. Y, sin embargo, 2025 también nos trae dos poderosas razones para la esperanza.
En primer lugar, el momento
Como primera presidencia africana del G20, Sudáfrica ha aprovechado la oportunidad de liderar un impulso intergubernamental para la acción sobre la deuda, llevándola con éxito al centro de la diplomacia económica mundial.
La presidencia sudafricana del G20 ha establecido una audaz agenda que da prioridad a abordar lo que denominan con franqueza «los agobiantes niveles de deuda soberana que obligan a muchos países a sacrificar sus obligaciones de desarrollo para hacer frente a deudas inmanejables».
Sudáfrica ha establecido lo que sería un marco transformador para los resultados del G20: «Debemos tomar medidas para garantizar la sostenibilidad de la deuda de los países de renta baja. Un obstáculo clave para el crecimiento inclusivo en las economías en desarrollo es un nivel insostenible de deuda que limita su capacidad para invertir en infraestructuras, sanidad, educación y otras necesidades de desarrollo».
Y añade: «Sudáfrica tratará de avanzar en soluciones sostenibles para abordar los elevados déficits estructurales y los problemas de liquidez y ampliar el alivio de la deuda a las economías en desarrollo. Sudáfrica también intentará garantizar que las calificaciones crediticias soberanas sean justas y transparentes y abordar las elevadas primas de riesgo para las economías en desarrollo. La clave para abordar la cuestión de la deuda es ocuparse del coste del capital».
En segundo lugar, el movimiento
La diplomacia intergubernamental por sí sola, por muy bien empleada que esté, nunca podrá romper los desequilibrios de poder de las finanzas mundiales. La resolución de la crisis de la deuda necesita un movimiento de masas decidido y organizado. Este movimiento está creciendo.
Entre los que se están uniendo en el amplio movimiento Jubileo 2025 se encuentran organizaciones de la sociedad civil, desde manifestantes por la justicia climática hasta activistas de derechos humanos, sindicatos de todos los sectores y de todas las partes del mundo, y artistas que alzan sus voces para exigir que se rompa el estrangulamiento de la deuda.
En el centro del movimiento Jubileo 2025 se encuentran las comunidades religiosas, que también estuvieron en el centro del Jubileo 2000. Como significa el nombre del Jubileo, la cancelación de la deuda no es una mera cuestión económica técnica, sino moral, con profundas raíces en las tradiciones bíblicas y en la comprensión ética del bien común.
«Necesitamos urgentemente un nuevo jubileo de la deuda», declararon líderes de diversas religiones de toda África en su llamamiento conjunto a la acción, «para dar esperanza a la humanidad y sacar al planeta del abismo».
Las comunidades religiosas combinan una profunda organización local con una amplia red mundial, se movilizan en el Sur global y en el Norte global entre los más excluidos y entre los más acomodados, y han demostrado ser especialmente difíciles de ignorar para los responsables políticos.
Un momento de esperanza, impulsado por un movimiento de esperanza. La angustia de la deuda no tiene por qué ser el destino. Esto no es una predicción de que la campaña sobre la deuda vaya a tener éxito, sino más bien una evaluación de que tiene posibilidades de luchar.
«Más que una cuestión de generosidad», declaró el papa Francisco en su Bula Papal para 2025, la cancelación de la deuda es «una cuestión de justicia».
Notablemente, tituló el documento Spes non confundit, que significa «La esperanza no defrauda».