En la vereda de la avenida Rivadavia de Buenos Aires, frente al Congreso Nacional, un grupo de jubilados se manifiesta con altavoces y pancartas. «Nos estás matando de hambre, Milei», vociferan. Casi pegados a ellos, decenas de policías con gesto de piedra forman un cordón para impedir que pisen el asfalto e interrumpan el tránsito, informa Daniel Gutman (IPS) desde Buenos Aires.
La escena transcurre cada tarde de los miércoles y es una de las escasas expresiones de protesta social contra el rumbo económico que transita Argentina desde que la gobierna Javier Milei.
La manifestación, sin embargo, no cambia el ritmo del centro de la ciudad, que en los últimos años se había acostumbrado a concentraciones populares permanentes que expresaban un gran malestar social y alteraban el ambiente.
«Las jubilaciones son de hambre. Yo tengo que hacer de todo para sobrevivir Vendo empanadas, vendo los libros que tengo en mi casa…» , dice a IPS Clara, una mujer de 76 años que sostiene una pancarta de «Jubilados insurgentes», una de las agrupaciones que todas las semanas se manifiesta, a veces junto a militantes sindicales de organismos públicos que sufren recortes sin precedentes del gasto.
«De lo que gano no me queda prácticamente nada. La tarifa de agua que yo pagaba a principios de año era de mil pesos y hoy se fue a diez mil», agrega Clara.
Sin embargo, el experimento de Milei, un outsider ultraderechista, quien ya alcanza catorce meses en el poder, concita una fuerte adhesión no solo de la élite empresarial y los sectores más ricos.
También conserva por ahora casi todo el apoyo popular que a fines de 2023 lo llevó al poder con más de 55 por ciento de los votos, en un balotaje que lo enfrentó al ministro de Economía del gobierno anterior, Sergio Massa.
Este escenario no deja de ser desconcertante en medio de lo que el propio Milei ha llamado «el ajuste más grande de la historia», que ha provocado recortes del poder adquisitivo de las jubilaciones, así como siderales aumentos en las tarifas del transporte y el resto de los servicios públicos.
Se suman decenas de miles de despidos en el Estado y una fuerte recesión que afecta la construcción, la industria y el comercio, los tres mayores generadores de empleo registrado en este país sudamericano de 46 millones de habitantes.
Mientras tanto, 2024 cerró con grandes alzas de los bonos de la deuda argentina -gracias a que Milei recortó el gasto público para dar prioridad los pagos- y aumentos en las acciones. El año dejó grandes ganancias a inversores, bancos y especuladores. Desató, en consecuencia, un clima de euforia en círculos de poder económico y en el gobierno.
Argentina se mueve así entre las contradicciones del hundimiento socieconómico, la fiesta financiera que ha generado grandes ganancias para la élite y un respaldo mayoritario de una población que, castigada por una crisis profunda que lleva al menos trece años, está muy enojada con quienes venían gobernando y ha puesto su confianza en un personaje disruptivo.
«El gobierno es muy eficaz en vender expectativas económicas», dice a IPS el analista político Gustavo Córdoba, quien subraya dos hechos objetivos que Milei puede mostrar como logros: la caída de la inflación, que se había descontrolado y había alcanzado 211 por ciento anual en 2023, y la estabilidad, manifestada en que no se mueve la cotización del dólar, tema que suele socavar la tranquilidad de los argentinos de todas las clases sociales.
«Debajo de esos datos está la economía real, que no es transmitida por los medios de comunicación, no tiene representación política y espera que alguien sea su vocero», dice Córdoba.
Sostiene, en ese sentido, que el principal capital del oficialismo es la dispersión opositora. «Si bien el gobierno ha ido perdiendo credibilidad, la política tradicional sigue en los niveles de descrédito máximo que posibilitaron que alguien como Milei llegara al poder. No hubo, desde su asunción, una recomposición de la política», agrega.
El consultor afirma que, aun en un escenario de problemas económicos y aunque la mitad de la población no está de acuerdo con el gobierno, lo más probable es que Milei gane en octubre las elecciones legislativas de medio término y encare fortalecido la segunda parte de su mandato.
Sin nada del otro lado
«La cosa está difícil, igual que como estaba antes, pero hoy, por lo menos, uno va a comprar una gaseosa y sabe cuánto vale», dice Daniel Márquez, quien cubre el turno de guardia de la noche en un aparcamiento del barrio de Almagro, en Buenos Aires.
Márquez viaja desde el suburbio de San Antonio de Padua, en el oeste del Gran Buenos Aires. Primero toma el tren Sarmiento, el más congestionado del Gran Buenos Aires, hasta la estación Liniers, la primera en la Capital. Luego continúa en el colectivo de la línea 109. Cada día tiene un trayecto de casi cuatro horas, entre ida y vuelta.
Debido a que el gobierno recortó subsidios a las empresas, las tarifas del transporte tuvieron durante 2024 aumentos muy superiores a la inflación. Aun así, los empresarios dicen que con el pasaje no pueden cubrir los costos, por lo que han reducido el número de vehículos que presta servicio en la ciudad.
«Hay que tenerle paciencia a este hombre, darle tiempo, que para eso lo votamos. Además, enfrente no hay nada. ¿Si se va él quién viene?» , pregunta Márquez, con el gesto resignado de quien se acostumbró desde hace muchos años a tener problemas para llegar a fin de mes.
«Todo lo que tiene que ver con el mercado cambiario y financiero y la cuestión fiscal viene muy bien en el gobierno de Milei», explica a IPS el economista Maximiliano Ramírez.
«Ha habido un ajuste de entre cincuenta y sesenta por ciento gasto del Estado, que representa casi cinco por ciento del producto interno bruto (PIB). En 2024 hubo un superávit fiscal de 0,2 por ciento del PIB, lo que no pasaba desde hace muchos años en la Argentina» , agrega.
Esos logros se construyeron con recortes del gasto que han tenido un devastador efecto social: reducción o eliminación de subsidios a empresas de servicios públicos, lo que derivó en aumento de tarifas; ajustes de jubilaciones por debajo de la inflación, recortes en transferencias de la Nación a las provincias y eliminación de la obra pública, relata el economista.
Ramírez sostiene que, en consecuencia, se están consiguiendo los objetivos que se propuso Milei, quien está imponiendo un modelo de salarios bajos, donde las familias tienen que suprimir gastos o trabajar más para si pretenden mantener su nivel de vida.
Datos alarmantes
Detrás de los éxitos financieros, surgen datos e imágenes mucho menos alentadores. El aumento de personas durmiendo en la calle o en las estaciones de metro lo puede constatar cualquiera que camine por Buenos Aires, pero también es revelado por estadísticas oficiales.
Un censo elaborado en diciembre de 2024 reveló que hay 4416 personas en situación de calle en la capital, contra 3286 en noviembre de 2023. Un aumento de casi 35 por ciento.
También hay números alarmantes en materia alimenticia. El consumo de leche por persona en 2024 fue el más bajo en los últimos 34 años y el de carne vacuna –producto que identifica a la Argentina en el mundo- tuvo su segundo registro más bajo desde que se hace (1914). Así lo indicó un estudio conjunto de las fundaciones Innovación con Inclusión y Encuentro.
El último dato oficial de pobreza, que ha pasado a espaciar su suministro y es del primer semestre de 2024, la sitúa en 52,9 por ciento, 12,8 por ciento más que en el mismo periodo de 2023.
Hay una información más significativa y reciente. Durante los primeros diez meses de 2024 se perdieron 59.000 empleos formales, según el Ministerio de Capital Humano, una caída que el Centro de Economía Política de Argentina eleva a 123.957 de los puestos de trabajo registrados.
«La economía argentina está funcionando a dos velocidades. Una, la vinculada a los mercados externos: energía, minería y algo de agroindustria. Pero todo lo vinculado al mercado interno está sufriendo. Hay entre cerca de trece mil pequeñas y medianas empresas que han cerrado en un año. Ahora ya empieza a verse la crisis en empresas más grandes», dice a IPS el economista Miguel Ponce.
El modelo parece sostenido por la apreciación del peso argentino, lo que ha convertido a Argentina en un país muy caro en dólares. Eso se refleja en un saldo negativo de la balanza turística de casi 5700 millones de dólares el año pasado, porque los argentinos con recursos se van de vacaciones al exterior mientras cae el número de visitantes al país, por los precios elevados.
«Esto seguramente va a continuar así hasta las elecciones legislativas de octubre, ya que la tranquilidad del dólar es una herramienta electoral importante en la Argentina. Lo que no veo es un horizonte de mejora del salario. Y hoy, los argentinos, más que en la disputa por el salario, están preocupados por la destrucción del empleo», considera Ponce.