Desde que Kate O’ Brien viniera hacia mediados de 1922 por primera vez a Portugalete para trabajar como institutriz para los hijos de la familia Areilza, se puede afirmar que inició una intensa relación con España que no sólo no perduraría con el paso del tiempo sino que se transformó en una verdadera pasión.
En sus comienzos como novelista sus dos primeras obras están ambientadas en su ciudad natal, Limerick, Irlanda, pero es a lo largo de la toda la década de los treinta y después cuando España se convirtió en su inspiración literaria y existencial llegándole a proporcionar un caudal de inagotables recursos que se reflejaría en dos de sus novelas más conocidas, Mary Lavelle (1936; traducida al español como Pasiones rotas) y Esa Dama (1946), un libro de viajes Adiós España (1937) y una de las mejores biografías de la lengua inglesa de la mujer que más admiró, Santa Teresa, titulada Teresa de Ávila (1951).
Se puede afirmar que España le permitió trascender las limitaciones imaginativas que le ofrecía Limerick y le provocó, a cambio, nuevos estímulos para su carrera como novelista. Viajera infatigable, motivada siempre por un afán de aprender y conocer, decidió regresar a España cada verano y de manera ininterrumpida desde 1931 hasta el comienzo mismo de la guerra civil para recorrer palmo a palmo el norte, cuyo clima le recordaba el de su propio país, y sobre todo la mayoría de los pueblos de la alta y seca Castilla. Le impresionó gratamente la diversidad geográfica y paisajística del país, los contrastes humanos, la variedad de costumbres, y descubrió por su cuenta lo que ella misma llama la “España inesperada”, todos aquellos rincones menos habituales para los ojos extranjeros, alejados por completo de los circuitos turísticos, convirtiéndose en una viajera sentimental que apegada a los viejos usos y costumbres sabe apreciar emocionada los momentos sublimes que le proporcionan su contemplación.
De todas las ciudades castellanas, Ávila ocupó desde el principio un lugar preferencial y fue ya su destino casi obligado cada verano hasta el comienzo mismo de la guerra. Le encantaba la ciudad, sus calles, le gustaba sentarse en las terrazas de los cafés y observar a los transeúntes, y siempre que podía entablaba conversación con la gente. Todo despertaba su curiosidad e interés. Sus monumentos, sus calles, su pasado histórico, la sencillez y el calor humanos, la sensación de no sentirse extraña y, por supuesto, la personalidad de su hija más ilustre, Santa Teresa, cuyas obras empezó a leer en total admiración en 1934, atraparon por completo el corazón de la escritora irlandesa como ninguna otra ciudad. Ávila representaba, para O’Brien, la esencia misma del espíritu español: era Castilla en su estado más puro, la tierra de los grandes místicos y escritores, y lo austero del paisaje, el cielo azul inmaculado, como de ensueño, y la sobriedad de sus edificios y monumentos, de un intenso color dorado, como insistentemente dice, cobraban expresión en las cualidades de abnegación, sencillez, nobleza de sentimientos y escrupuloso respeto a la tradición, con las que en fin, se identificó plenamente.
En su tercera novela, Mary Lavelle, basada en parte en su propia experiencia como institutriz en el país vasco, fluye la pasión romántica, pero sobre todo trata de costumbres sociales y lugares extraños a la protagonista, pues no en vano el nuevo entorno donde vive representa la oportunidad de escapar del insoportable ambiente irlandés de provincias y también de poder explorar el mundo a su manera. Mary está fascinada por todo lo que descubre cada día, y el famoso viaje a Madrid, atravesando la meseta castellana, se convierte en una auténtica revelación porque encuentra una belleza distinta, singular, de un encanto especial en la inolvidable luminosidad y en el paisaje de Castilla. La ciudad de Ávila aparece mencionada repetidamente como un lugar imprescindible de visitar, sobre todo cuando está cubierta de nieve.

El extenso capítulo dedicado a Ávila es todo un catálogo de las múltiples sensaciones que despiertan el atractivo de la ciudad y, por supuesto, el reconocimiento de admiración por Santa Teresa. No es difícil de imaginar de que la contundencia de sus comentarios de rechazo al golpe militar y su posición inequívocamente al lado de la República, Adiós España fuera un libro censurado por el régimen franquista, Kate O’ Brien fuera calificada de persona non grata e incluso se le prohibiera la entrada en España.
Tendría que esperar hasta 1957 y gracias a la intervención del entonces embajador irlandés en España para que de nuevo se le permitiera regresar a su querida España después de más de 20 años de ausencia. Fue sin duda un duro golpe al que se sumarían otros contratiempos. En pleno conflicto mundial Kate O’Brien entró en una fase complicada de su actividad creativa: a los problemas económicos se unió la censura de otra de sus novelas en Irlanda. Además el panorama europeo no podía ser más desolador y la segunda guerra mundial, atroz, parecía no tener fin.


La ciudad de Ávila, la figura de Santa Teresa, como feminista, reformadora o su obra literaria, las tierras de Castilla, su glorioso pasado, y sus gentes, seguirían siendo motivo de inspiración de varios reportajes periodísticos, cuentos, ensayos, temas de conferencias y charlas radiofónicas que Kate O’ Brien prodiga tras reanudar en 1957 sus visitas a España. Escribió para periódicos como The Spectator, The Bell y The Irish Times, y regularmente colaboraba para la B.B.C. Los últimos catorce años de su vida estuvieron plagados de dificultades de todo tipo; no obstante, en noviembre de 1961 decidió establecerse en Ávila, como el lugar más idóneo para llevar una vida sosegada, y durante seis meses, y hasta que fue nombrada representante irlandesa de la Comisión de Escritores Europeos, vivió completamente feliz en lo que consideró su segundo hogar, el Hotel Jardín.
Lamentablemente con motivo del nombramiento de Santa Teresa de doctora de la Iglesia no pudo asistir, como fue su intención, a la ceremonia, pero desde su columna habitual titulada “Long Distance” para el Irish Times escribió de nuevo sobre la santa y Ávila. Su última visita a su querida Ávila la realizaría en diciembre de 1971, tras su participación en un congreso organizado por la Universidad de Valladolid. La ocasión de nuevo le sirvió para escribir sobre la maravillosa experiencia de volver a pisar como dice “los viejos escenarios de auténtica delicia” de su adorada Castilla, mostrando el mismo entusiasmo y cariño que casi cincuenta años antes.
Kate O’ Brien mantuvo siempre una actitud abierta y receptiva a otras culturas y a otros modos de vida que la enriquecieron como persona y como escritora, y a esto precisamente se refirió Mary Robinson cuando asumió la presidencia de Irlanda en 1990 citando en más de una ocasión en sus discursos a Kate O’ Brien ante el Parlamento irlandés en relación con el papel que Irlanda debería ocupar en Europa.
Daniel Pastor
Universidad de Salamanca
Acto homenaje a Kate O´Brien organizado por el Club de Pensamiento y Cultura Jorge Santayana del PSOE
Ávila, 2 de junio de 2010



