Entre aquellos oficios que la actualización de las profesiones nos provee se encuentra el pentesting. Con la licencia oportuna “pentestear” debe de consistir en la realización de un análisis integrado a través de test, de las vulnerabilidades de un sistema informático. ¿Qué posibles conocimientos se necesitarán para un buen mind-pentesting?
¿Qué indumentaria porta el pentestador? El pentestador-niño debió de ser un buen relator de las historias que transcurrían por los océanos del mundo, y entre sus aventuras se encontraron nombres míticos como Jack Rackhan o su querida Anne Bonny. Jack, el «marino rojo», sucumbió a la Jolly Roger en aquel espacio marítimo internacional donde la navegación fue el canal y medio de la conexión intercontinental. Claro estamos hablando de principios del S. XVIII. El riesgo de conocer la vulnerabilidad del mundo de entonces era adquirir un conocimiento para pocos, que tras la soberbia de la audacia y la capacidad, algunos, se atrevieron a dotar.
Quería iniciar haciendo este guiño a estos herejes, ensalzadores de la no-norma que supieron acoger algo anacrónico. En 1720 Jack y su tripulación fueron juzgados en una sentencia inapelable, la horca. Y tras éstos, Anne, aquella que sabía ejerciendo su oficio seguir siendo mujer, logrando dar perpetuidad a los relatadores de esta historia al declararse embarazada ante el tribunal que la juzgaba: «Abogamos por nuestros vientres, señor«, afirmó. Por cierto, vestían como piratas, eran piratas. Y sobre este tipo de indumentaria pueden pensar ustedes todos los accesorios posibles que este oficio de la cultura oceánica les sugiera.
Para Anne Bonny, la no-vulnerabilidad fue quedarse embarazada durante la travesía del océano. Sugieran sin haber meditado esta posibilidad y sin saber ya su consecuencia, la vida, que concebir esta situación de tener un hijo de un pirata en la travesía oceánica como el mayor disparate en los anales de la planificación familiar. El riesgo parece no ser una cualidad para quienes ya en el S. XXI conciben siempre la medida del menor riesgo imaginable.
Pero no-riesgo y vulnerabilidad a veces van de la mano. Más allá de los viajes en barcos piratas, el mundo del niño y de la niña actuales se resuelve en el occidente mundial entre todas las mecánicas de confort y de máxima seguridad, en entornos que parecen ilimitados para todos y donde lo posible se desdibuja en una forma esférica de burbuja doméstica.
Si piensan en el límite de Anne Bonny, éste (su límite) cruzaba un barco a la deriva de las cartas de navegación de su amante, y donde el aspa de la Jolly Roger suponía peligro para el resto y también para sí mismos. Y esto supone y suponía libertad.
No sabría decirles el grado de vulnerabilidad en el mind-pentesting de o sobre Jack, Anne o su hijo… Pues dependía de la información que en las rutas del mundo se descubrían, cuando los tesoros eran parte de mapas troceados y repartidos entre otros, aquella manera particular del cifrado pirata.
Sigo queriendo celebrar este “Día internacional del Niño” relatando las historias de los hijos-piratas e imaginando de qué manera los niños cuentan este tipo de historias cuando sueñan con su posible padre o madre desaparecido en las redes de lo océanos. La cultura pirata es oral, son como esas canciones y símbolos meméticos que surgen en los espacios de libertad y de descubrimiento y en los mares del Caribe.
El proceder de la cultura oral no sólo es encontrar al buen relator, que quizá en primera persona cuente cómo sucede la historia, o como reproductor del meme sugiera el relato actualizado. Sino, también, construir la red de ese relato memético.
Les sugiero la lectura de la obra de Daniel Wegner. Este psicólogo-social (fallecido recientemente) nos legó el concepto de memoria transactiva. Daniel Wegner estudió tanto la existencia de una mente grupal como de un pensamiento grupal, sugiriendo que la memoria colectiva era más compleja y más efectiva que la simple memoria individual. Nos debemos, según Wegner, a esta metamemoria que ocurre sobre la premisa del acceso como procedimiento, reconociendo los fragmentos y la ruta del acceso a todo el posible conocimiento. En una teoría de 1985 no cabe pensar en un posible cheque en blanco de Google a Wegner y ni tan siquiera cabe imaginar la cifra en euros del favor por esta hipótesis o demás complots.
En la mejora del conocimiento colectivo quizá quepa una mejora de la vulnerabilidad del sistema en su complejidad. El niño y la niña no sólo reparten cromos de piratas sino comparten el relato de una historia que contiene formas, objetos, acciones… símbolos que originan su fantasía al transformarse tanto en el uso como en el constructo en la reproducción del relato. Este relato no sólo son palabras y nombres, pueden ser imágenes, escenas, películas que recopilan fragmentos relatados. Así, todos los objetos pueden quedarse de nuevo reutilizables para expresar la historia intercalada.
La mejora de la no-vulnerabilidad del conocimiento se cimienta en esta fragua repartida en la memoria transactiva. Generándose en el motivo y razón de la unión no sólo entre iguales o pares sino entre quienes desearon guardar parte de esta memoria, de este secreto cifrado. Si recordásemos qué conservamos del encuentro siempre nos encontraremos, superando distintas brechas que el conocimiento y cultura sugiere. Hay que conformar, a su vez, y por su razón misma, el encuentro modular donde queden insertados los fragmentos de otra especie. Al final hablamos de piratas, y qué abuelo/a sabe menos o más que su nieto/a… para crear mejor. No nos olvidemos en el nosotros mismos por una cuestión cronológica o diacrónica. Las distintas edades sugieren, a veces, esas brechas por donde el mind-pentesting extrae vulnerabilidades.
Me toca responder a la pregunta del principio, invirtiéndola: ¿Qué posibles no-conocimientos se necesitarán para un mal mind-pentesting?
Creo que sobre todo no aprender haciendo y asumir una experiencia sin espacio y sin océano. Este es el riesgo, pero siempre lo fue, el desconocimiento que la falta de la memoria del relato supone cuando unilateralmente está escrito por uno sólo.
Por ello sólo falta desear el mejor mindware, también para la infancia, también para la de ahora, que está asumiendo el complejo reto de acercarse finalmente a esta Red total que Internet es, cuando el relato adulto aún pretende ser sólo analógico.