Esta es una de esas superproducciones estadounidenses que se estrenan el mismo día en todo el mundo, para evitar hacer diferencias entre unos fans y otros.
Esta es también una de esas películas –creo que ya me he referido al fenómeno en alguna otra reseña- que ven juntos, en anteprima, periodistas y blogueros, éstos últimos seguidores incondicionales que inmediatamente después de finalizar la proyección garantizan que van a inundar las redes sociales con recomendaciones apasionadas, como apasionado y sincero ha sido el aplauso que ha estallado al finalizar el “pase de prensa” de La Lego película (The Lego Movie), que el público podrá disfrutar en los cines a partir del 7 de febrero de 2014.
Dirigida por dos especialistas en un cine de humor que normalmente aprecio poco –Phil Lord y Christopher Miller (Infiltrados en clase, Lluvia de albóndigad)- este largometraje cuya puesta en escena está íntegramente efectuada con piezas y figuritas de Lego y animado en 3D por ordenador, tiene un protagonista llamado Emmet, uno de los muchos y banales muñecos-obreros manuales vestidos de naranja que, en un mundo fantástico y deseable, es identificado por error como un ser extraordinario que puede salvar a sus semejantes de los errores e insidias de los poderosos (“el malo”, como no podía ser de otra manera).
Pero Emmet no tiene poderes extraordinarios, el ladrillo que se le ha pegado en la espalda en una de sus caídas tampoco; Emmet es más bien un tipo patoso cargado de la mejor voluntad. Con otros personajes a los que va conociendo a lo largo de su aventura, y muy especialmente con la preciosa Supercool, pasará por situaciones inesperadas hasta llegar al final feliz en que ganan “los buenos”, porque tampoco podía ser de otra manera.
La película está recomendada a partir de los tres años aunque no estoy segura de que los pequeños de esa edad, ni tampoco un poco mayores, puedan entender la ingente cantidad de claves culturales que contiene ni reconocer a los muchos personajes que desfilan por ella y que desde el siglo pasado circulan por las páginas de los mejores comics internacionales. Para recordar exactamente lo que Lego significa, cuando, al final, la acción se traslada desde el mundo de la fantasía al cuarto de juegos de una casa familiar, el padre advierte al hijo que ha cambiado algunas cosas de sitio. “Esto no se toca, es de papá”.
A base de 15 millones de ladrillos y 183 figuritas, los realizadores de esta divertida historia regresan a su infancia y nos devuelven a la nuestra, cuando de un canuto grande de plástico íbamos sacando piezas para construir nuestros mundos fantásticos. Las dos digamos “escuelas” que existen entre los usuarios de lego –los que siguen las instrucciones que vienen con el juguete y los que prefieren ignorarlas e imaginar otras posibilidades- se enfrentan en la película, como en la vida real, y aunque la fantasía del 3D está presente siempre, hay momentos en que el espectador olvida esa circunstancia y tiene la sensación de que las figuritas, que tienen recordemos siete puntos de articulación, cobran realmente vida.