Nicolás del Hierro
Es harto conocido, que nuestro Siglo de Oro representa para las letras españolas la cúspide de la más alta montaña donde puede verse y leerse gran parte de la esencia que personaliza la poesía castellana, cúspide en donde sigue brillando a través de los siglos la inmortalidad de poetas como Luís de Góngora, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, etc, etc.
Pero no es menos sabido que, en esa cumbre y en esa altura, otra rama tan particular de la poesía, como es la mística, eleva la magnitud de las letras españolas con nombres tan importantes como son los de Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz, magnificencia y aciertos poéticos a los que, un siglo más tarde, y desde el otro lado del mar, se le sumaría también el de de Sor Juana Inés de la Cruz.
Con estos cuatro nombres de la estética mística en el idioma castellano, el crítico y poeta Jorge de Arco, al amparo del Grupo Editorial Luís Vives (Edelvives), acaba de dar a la luz de las publicaciones una muy acertada antología con la mejor selección de esta doble pareja de poetas. Valiosa compilación, presentada con tapas de cartoné, papel interior de grueso calibre e impresión perfecta, que se enriquece, además, con las acertadas ilustraciones de Jesús Cisneros, agrupándose todo ello bajo el título de Llama de amor viva (*). (Poesía ascética y mística española).
Como florilegio no es un volumen extenso, apenas ciento treinta páginas; pero sí resulta imprescindible para que deba hallarse en ciertos colegios y bibliotecas, dispuesto a la lectura y estudio de todos aquellos que busquen el saber y el sabor humanista entre los más grandes poetas que, cercana su alma a Dios, se daban entrañablemente a las personas que pisaban la tierra.
Era este el humano modo de abordar la vida espiritual y contemplativa de quienes, por sentimiento y palabra, supieron hacer más grande la poesía. En el fervor místico de Santa Teresa se impone la búsqueda de Dios a través de Cristo. El Hijo es ejemplo terrenal; pero su ascensión está en la escala celeste de la gloria: “»Esta divina pasión, / del amor en que yo vivo, / ha hecho a Dios mi cautivo / y libre mi corazón».
El potencial cultural de Fray Luis de León, pero sobre todo su gran conocimiento de la literatura grecolatina, lograron que su pequeño número de poemas multiplicara la influencia de su poesía, aun en contra de ciertos contemporáneos que desconsideraban su valor teologal. Pudo más la verdad horaciana y la captación del pálpito renacentista que la incomodidad con que le combatían ciertos ambientes adversos.
Si fuerte fue la influencia de Santa Teresa en la poesía mística y en la propia amistad de San Juan de la Cruz, trascendente resultaría el mensaje que éste transmitiera a lo largo de su obra y vida. No en vano, «Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura».
Mujer de una vastísima cultura, Sor Juana Inés de la Cruz, niña prodigio, queda escrito que a sus tres años sabía leer y que a los ocho escribe su primera loa, a los dieciséis años se ordena como monja. Su menor intensidad mística, es altamente suplida por el dominio de las formas y de la palabra, donde por aquellas y con éstas dejaría un extenso campo creativo que abarca desde el alma al sentimiento y desde la divinidad a cualquier espacio terrenal: «Para ver los corazones, / no es menester asistirlos, / que para Vos, son patentes / las entrañas del abismo»”.
Con estas cuatro madejas de hilo ascético, teje Jorge de Arco su Antología. Los poemas son todos ellos conocidos por cualquier lector del verso místico, no en vano han transcurrido casi cinco siglos desde el nacimiento (Gotarrendura –Ávila- 1515) de Teresa de Cepeda y Ahumada, y más de tres cientos sesenta años desde que Sor Juana Inés de la Cruz viera la luz de este mundo (San Miguel de Nepantia, 1651) en tierras aztecas. Versos y estudios que a lo largo ya de su historia no han dejado de llenar publicaciones y estanterías, poemas que inmortalizaron parte del extenso campo de la poesía nacida en castellano y que hoy, algunos de ellos, se agrupan en esta renovada Llama de amor viva.
(*) Grupo Editorial “Luís Vives” (Edelvives). Colección Adarga.