Lo que hasta ahora era una práctica habitual en Uganda, la guerra declarada a los homosexuales, se ha convertido en ley el 24 de febrero de 2014 con la firma, por el presidente Museveni, de una ley que endurece la represión y les castiga con penas de cárcel.
Hasta ahora, las relaciones sexuales podían acarrear condena a cadena perpetua en Uganda pero la nueva ley, aprobada por una aplastante mayoría parlamentaria el 20 de diciembre de 2013, obliga también a los ciudadanos ugandeses a denunciar a cualquiera que se defina como homosexual, además de prohibir cualquier tipo de “propaganda de la homosexualidad”, lo que realmente es una fórmula que no quiere decir nada y puede decir todo: cualquier detalle, por pequeño que sea, puede servir de excusa para juzgar y condenar a alguien.
Aunque a última hora se ha eliminado del proyecto la pena de muerte –prevista inicialmente para casos de reincidencia, relaciones con menores o relaciones con cualquiera siendo portador del virus del Sida- la ley ha generado una oleada de críticas tanto en las organizaciones de defensa de los derechos humanos como en los países que mantienen relaciones de colaboración con Uganda. Un portavoz del gobierno de Washington, aliado-clave de Kampala que suministra al país 400 millones de dólares de ayuda anual, ha precisado que va a “complicar las relaciones” entre ambos países y desde Londres advierten al gobierno ugandés que va a “dañar su reputación internacional”.
Algunas organizaciones humanitarias internacionales piden a los socios de Uganda que reconsideren su ayuda mientras que el gobierno de Dinamarca anunció que los seis millones de euros de ayuda que pensaba entregar a las agencias gubernamentales ugandesas las va a dirigir hacia el sector privado y las Organizaciones No Gubernamentales ; y que esta será la tónica en el futuro.
Para el presidente Museveni, cristiano evangélico, todas estas manifestaciones son la evidencia del “imperialismo social” que occidente pretende imponer a su país: “Nos dicen que tenemos que vivir como ellos y de eso nada”. Inicialmente Museveni calificó la homosexualidad de “enfermedad” y se negaba a promulgar la ley porque “no se puede castigar a una persona que es anormal”; luego dijo que había cambiado de parecer porque, tras consultar a un grupo de científicos, había llegado a la conclusión de que la homosexualidad era “comportamental y no genética: no se es homosexual por naturaleza (…) sino que es una elección”.
Llevado de su entusiasmo por la ley adoptada, que quiso presentar personalmente en una conferencia de prensa con asistencia de medios internacionales (“El presidente quiere firmar al ley ante toda la prensa internacional para demostrar la independencia de Uganda frente a las presiones y provocaciones occidentales”), dijo dirigiéndose a los homosexuales:” En ustedes hay algo que no funciona… No llego a entender que puedan no sentirse atraídos por todas estas soberbias mujeres y en cambio les atraiga un hombre”. Y todavía le queda otra explicación más: se trata de una opción dictada por el afán de dinero, “muchos que se dicen homosexuales son en realidad mercenarios, heterosexuales que se declaran homosexuales por dinero”.
Uganda forma parte del grupo 80 países que en el planeta condenan la homosexualidad como un delito, 37 de los cuales se encuentran en Africa. En 2011, David Kato, conocido militante de la causa homosexual en Uganda, fue maltratado hasta la muerte en su casa, después de que su nombre y su fotografía apareciera junto a la de otros en el tabloide ugandés Rolling Stone, debajo del lema “Colgadles”. El 3 de enero de 2011, un juez condenó a la revista al cierre y el pago de 1,5 millones de chelines ugandeses a Kato y otros dos mencionados en la portada, por violación de la vida privada. En la tarde del 26 de enero, David Kato fue agredido en su casa de Mukono, a 15 kilómetros de Kampala. Golpeado en la cabeza con un martillo, falleció a causa de las heridas. En noviembre de 2013, su asesino fue condenado a 30 años de cárcel.
Los homosexualidad se castiga con pena de muerte en el código penal de diez países: Afganistán, Arabia Saudí, Emiratos Arabes Unidos, Irán, Mauritania, Sudán, Yemen, los 12 estados del norte de Nigeria y los emiratos islámicos somalíes regidos por el grupo fundamentalista y terrorista Al Shabaab, además de Somaliland, proclamado independiente en 1991 y no reconocido por la comunidad internacional.
Efectivamente, en la antigüedad, poner un efebo en su vida era signo de libertad, tolerancia, cultura… Nadie era obligado, porque la sociedad lo admitía y lo cultivaba. Las «modas» sociales van y vienen. Espero que, en algún momento, se dejen de soltar exabruptos como los del dirigente de Uganda… y de muchos otros más, incluidos los de españoles, por supuesto.
Hay temas en que la humanidad da vueltas en círculos para volver al principio, como ahora sucede en Uganda y los otros países que penalizan hasta con la muerte a la homesexualidad. La calificación de una «enfermedad», ya la he venido oyendo de autoridades de la Iglesia, etc. de mucho tiempo, y de ciudadanos activistas conservadores, con una coincidencia increíble con otras religiones y sectores en que por doctrinas y escrituras son diferentes.
En el siglo XIX, era lo mismo en países que hoy se destacan por lo contrario.
En la Antigüedad, en tiempos A.C., en la literatura histórica y otras fuentes, al menos en la cuna del occidentalismo, las cosas eran muchísimo más tolerantes al respecto. Así, Platón sedujo a Sócrates y lo dejó escrito en relato; Alejandro Magno (el más grande líder militar de la historia, nadie hizo tanto como él en tan poco tiempo y extensión) ídem. Y los romanos, seguidores de los griegos en lo cultural y varios otros aspectos más, parece que veían el asunto con gran naturalidad.
En tal caso, parece verdadero aquello de que todo tiempo pasado (en este caso el de la Antigüedad A.C.) fue mejor.