Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa pudieron abrazar este domingo 30 de marzo a sus familiares en el aeropuerto de Torrejón de Ardoz (Madrid), a donde llegaron desde Turquía en un avión militar que acudió a recogerlos tras ser liberados por un grupo islamista radical que los mantuvo secuestrados en Siria.
«Lo sentimos mucho, son gajes del oficio», bromeó el periodista de EL MUNDO ante Pedro J. Ramírez y Casimiro García-Abadillo, quienes acudieron también al aeropuerto a dar la bienvenida a los periodistas secuestrados, informa Alberto Rojas: «Estamos bien, gracias por todo», repetía Ricardo una y otra vez.
En el aeropuerto estaba también la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, quien según El Mundo «se ha implicado personalmente en el esfuerzo de traerlos a casa desde el principio», y que al saludar a los periodistas quiso reconocer a todos aquellos que han contribuido a su liberación: «Este asunto tenía una gran carga humana. Me gustaría dedicarle este momento emocionante a todos los funcionarios españoles que se han esforzado en que esto suceda. La felicitación fue respaldada por García-Abadillo, director de EL MUNDO, quien comentó que el Gobierno «ha puesto todo de su parte» en esta operación y «hay que aplaudir a estos servicios, que tienen una profesionalidad extraordinaria».
Después de acudir a la redacción de EL MUNDO para saludar a sus colegas y agradecer «el gran apoyo recibido», los dos reporteros se trasladaron a la clínica Montepríncipe de Madrid para hacerse un chequeo médico que confirme que están cansados pero sanos.
EL MUNDO ha publicado hoy un editorial titulado Javier y Ricardo, bienvenidos a casa y gracias, periodistas
ALEGRÍA Y AGRADECIMIENTO son los sentimientos que recorren la redacción de este periódico, desde que a las 21.20 horas del sábado oímos la voz calma, como si acabara de llegar de un paseo, de Javier: «Hola. Oye, soy Javier Espinosa. Apunta este número de teléfono y llámame. Estamos bien. Los dos, Ricardo y yo. Avisad a Mónica y a nuestros padres». Alegría porque EL MUNDO tenía ya la noticia que quería dar desde aquel fatídico 16 de septiembre. Y agradecimiento hacia todos los que han hecho posible que estén de nuevo en casa, desde las instituciones oficiales -la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, recibió a los dos periodistas ayer en el aeródromo de Torrejón- hasta el último colaborador sobre el terreno que ayudó a que los familiares de Javier y de Ricardo y todos sus compañeros nunca perdiéramos la esperanza en recuperarlos.
Dirigentes políticos, asociaciones de prensa, medios y la sociedad en general celebraron la llegada a España de Javier y de Ricardo. Y esto nos hace recordar que lo peor que puede pasar en una guerra es un apagón informativo. En este punto conviene subrayar el compromiso y la profesionalidad con que Javier Espinosa cubrió los trágicos sucesos en el barrio de Baba Amr, en Homs, donde el centro de prensa fue bombardeado. Javier ayudó a evacuar a los heridos y no salió de la ciudad hasta que partió el último convoy de civiles. «¿Dónde estabais vosotros durante la caída de Baba Amr? No os vi. En cambio Javier sí estaba allí, ayudándonos a evacuar a nuestros heridos», increpaba uno de los más reconocidos activistas sirios a sus captores.
Por eso, no podemos olvidar que todavía hay una veintena de informadores de distintos países retenidos por los rebeldes sirios y que otros, libres, se juegan literalmente la vida haciendo llegar al mundo los hechos dramáticos de los enfrentamientos armados y sus consecuencias. De «periodismo noble y valiente» hablábamos en el editorial del día en que informamos de la detención de Javier Espinosa y Ricardo García, cuando llevaban ya casi tres meses en manos de sus captores y tras un prudente silencio. Afirmábamos entonces que «no hace falta subrayar aquí el enorme mérito y la valentía de Javier Espinosa, un periodista cuya labor restablece la fe en la profesión ejercida desde su lado más noble, decente e idealista. Su trabajo, como el de otros reporteros de guerra, evidencia que, por mucho que evolucione la tecnología, nunca podrá sustituir a quien informe sobre el terreno como testigo directo de las guerras».
En una breve alocución ante los medios que se congregaron en la redacción de EL MUNDO, Javier y Ricardo dieron las «gracias a todos los que han hecho posible que volvamos a casa». Pero es la sociedad la que tiene que estar agradecida a Javier, a Ricardo, a Marc Marginedas y a todos los informadores que, como ellos, se empeñan en mostrar al mundo las atrocidades de las guerras. Y lo hacen, además, en unas condiciones personales y profesionales que la crisis de los medios de comunicación no ha hecho más que precarizar en los últimos años.
El final del episodio vivido por Javier y Ricardo vuelve a poner de manifiesto el debate sobre los riesgos que asumen los periodistas que informan desde zonas en conflicto. ¿Merece la pena que se jueguen literalmente la vida por transmitir desde el terreno los dramáticos acontecimientos que viven las personas que soportan una guerra? Desde luego, Espinosa, García, Marginedas… y tantos otros creen que sí, porque silenciar esos hechos es precisamente lo que quieren quienes atropellan los derechos humanos. Es el servicio inestimable que prestan a la sociedad y ésta debería devolvérselo con creces. En primer lugar, los reporteros de guerra tienen que estar totalmente respaldados por sus gobiernos y sus empresas y deben acudir a las zonas conflictivas con los medios más adecuados para garantizar su seguridad. Hoy podemos celebrar que el periodismo vuelve a casa, pero seguro que los ciudadanos que sufren las consecuencias de una guerra celebran también que entre ellos trabajen periodistas que cuenten a los ciudadanos del resto del mundo lo que ocurre en sus países. Retirar a la prensa libre de allí será claudicar ante los tiranos.
Alegría en las asociaciones de periodistas
La Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) publicó un comunicado en el que celebra la liberación de dos periodistas y recuerda que los informadores en zonas de guerra no son una parte del conflicto, sino que se limitan a informar al mundo de lo que ocurre en esos territorios
«La FeSP siempre ha condenado y condenará estos atentados contra los periodistas que desarrollan su labor en guerras o zonas de conflicto, tanto los enviados especiales como los informadores locales, porque ellos no son parte de la contienda y lo único que hacen es cumplir con su obligación de informar al mundo sobre lo que ocurre cada día en esos territorios».
Reporteros Sin Fronteras (RSF) también celebró con inmensa alegría la noticia de que Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova están sanos y salvos, y detallan como siguieron la liberación a través de la familia:
Ricardo y Javier hablaron con sus respectivos sus padres alrededor de la una de la mañana del sábado. Antonio y María Luisa, padres de Javier Espinosa, reconocen estar “locos de alegría”. En la primera conversación mantenida con su hijo lo vieron “muy entero y fuerte” y lo encontraron muy alegre. El reportero les explicó que estaba muy delgado y que había pasado mucha hambre.
Los padres de Ricardo García Vilanova, Marta y Luis contaron a RSF que están muy felices y que su hijo les llamó sobre la una. Estaba «muy sereno y muy emocionado» y, sobre todo, preocupado por el padecimiento que ellos habrían pasado durante su secuestro. Le inquietaba especialmente el estado de su abuela paterna, que falleció mientras estaba cautivo.
Tanto RSF como la FeSP reclaman en sus comunicados la puesta en libertad de varias docenas de informadores de otros países que permanecen secuestrados en Siria.