En un momento en que los europeos vamos a elegir el próximo 25 de mayo con nuestros votos a la persona que presida la Comisión, que viene a ser lo más parecido al gobierno de la Unión Europea, no está de más conocer algunos datos acerca de de dónde venimos, que tal vez ayuden a comprender hacia dónde vamos.
Y sobre este asunto, resulta interesante saber que los dos ingredientes que sirvieron de base para matarnos durante tantos años, el carbón y el acero, iban a ser los mismos que servirían, años después, para sentar las bases, ser los pilares de lo que con el tiempo sería una Unión Europea compuesta por 500 millones de personas.
Al frente del empeño de construir, en vez de destrozar estuvieron dos políticos de talla hoy universal: el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman, y el canciller de la República Federal de Alemania, Konrad Adenauer, considerados como los “padres de Europa”.
Una Europa que había quedado destrozada tras una incruenta segunda Guerra Mundial que se llevó por delante a millones de personas, dejando tras su paso países destruidos y desolación por doquier. Algo que no era nada nuevo, pues los europeos llevábamos ya dos siglos matándonos, y estos dos veteranos políticos se dieron cuenta de que era más interesante entenderse que destruirse, siendo uno francés y el otro alemán. Es cierto que estadounidenses y británicos ya habían “cocinado” lo que sería la seguridad europea con la creación de la OTAN, pero quedaba el capítulo económico, el más importante en un continente destrozado, y de éste fueron creadores principales los mencionados Schuman y Adenauer.
Y lo hicieron, como ya se ha comentado, con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) a través de la Declaración de Schuman el 9 de mayo de 1950, partiendo, ahora para bien, de esos dos ingredientes que habían estado en disputa durante tanto tiempo. Por lo tanto, el carbón y el acero pueden considerarse los pilares de lo que posteriormente sería, mediante el Tratado de Roma de 1956, una Comunidad Económica Europea formada por seis países, en la que jugaron una papel importante, además de Schuman y Adenauer, otros también llamados “padres de Europa”, como fueron Jean Monet, Alcide o De Gasperi. Posteriormente, con la ampliación de países pasaría a denominarse Mercado Común, hasta llegar a nuestra actual Unión Europea.
Una Unión en la que 500 millones de personas nos jugamos mucho, aunque algunos no sepan, o no quieran saber, nada del asunto. Cada cual puede hacer de su capa un sayo, pero lo cierto es que estos europeos de ahora, herederos de otros europeos que durante siglos se dedicaron a matarse, tenemos la oportunidad de elegir por primera vez, con nuestro voto directo y soberano, a la persona que presida la Comisión, con todo lo que ello conlleva.
Por supuesto que en democracia todas las opiniones son respetables, y por eso tenemos en nuestro seno, en nuestros países a xenófobos, euroescépticos, antieuropeos, nacionalistas de tierra adentro y de otros pareceres. El 25 de mayo sabremos todos a qué atenernos, cuando las urnas hablen.
El sistema democrático no es perfecto, pero es preferible a otros sistemas. Entre tanto, en el santoral ateo europeo siempre quedarán dos “santos” a quien encomendarnos: San Robert Schuman y San Konrad Adenauer. No multiplicaron los panes y los peces, pero supieron convertir el carbón y el acero en un nexo de unión, que no es poco.