Ya las y los estudiantes están de vacaciones, algunos en un curso de verano, otros probablemente viajando con sus padres, unos más esperando ansiosamente la Navidad con todo el entorno que para ciertos hogares trae esta hermosa temporada. La niñez es una época preciosa en la vida de una persona que vive con dignidad, pero en Guatemala esos privilegios no los tienen todos los infantes.
Para citar algunos dramas podemos ubicarnos en un tema que ha permanecido en agenda pública desde que trascendió el éxodo de pequeños que emprendieron el peligroso camino hacia el norte, buscando a sus padres, huyendo de la pobreza y de la inseguridad en la que sobreviven. También se ha difundido profusamente la tragedia que viven niñas y adolescentes cuyos embarazos provocan severos daños a su salud física, psicológica y social.
A pesar de tantos esfuerzos y que es algo contra natura, se sigue reportando una elevada cifra de embarazos en varios departamentos, entre ellos Quetzaltenango, Quiché y Sololá. En otras latitudes es impensable que una menor de 14 años se encuentre legalmente “habilitada” para contraer matrimonio, tal como lo contempla nuestro Código Civil, por supuesto “con el consentimiento de sus padres o tutores”, facultad que se utiliza para obtener algún beneficio o ganancia con el matrimonio arreglado de esa desdichada niña que es arrancada cruelmente y sin anestesia de una etapa de la vida en la que sus pares están disfrutando de estudios, salud, juegos, distracciones y del amor de sus progenitores.
Inhumano también es que a esa corta edad esté criando a otra criaturita, atendiendo y sirviendo a un hombre mayor a quien ha sido entregada, incluso contra su voluntad. Y el drama es todavía más intenso si se repara en la cantidad de menores que sufren abusos sexuales, explotación laboral y hasta tráfico de órganos, fenómenos que aquí también se presentan.
Algunas personas ven normal que niños deambulen por las calles pidiendo limosna, haciendo piruetas frente a los vehículos, ofreciendo “lustre”, durmiendo a la intemperie. Pensarán que así ha sido siempre y que no podemos hacer nada para que esa situación cambie, les echan la culpa a los padres y allí se lavó la conciencia. La tragedia tiene también otras aristas. Hace pocos días se difundió que en Suchitepéquez una niña que manejaba una moto llevaba dos pistolas, tenía apenas ¡11 añitos! Si alguien no se inmuta ante esto es porque realmente carece de sentido de humanidad. Igual insensibilidad manifestaríamos si no temblamos de horror al enterarnos que con frecuencia se reportan menores asesinando a menores o que una adolescente de 15 años prefirió quitarse la vida, hostigada y desesperada porque era obligada por una mara a cobrar extorsiones.
Son miles de niños y jóvenes que deben abandonar la escuela porque no tienen recursos para permanecer en la misma o porque no hay planteles cerca de sus comunidades. Es oficial que el déficit educativo ha aumentado. Pero eso sí, paradójicamente Guatemala ratificó la Convención sobre los derechos del niño en 1990, aunque no asigne suficientes recursos ni priorice a esa población.