Estoy fuera de mi lugar de residencia. Veo las imágenes del Primero de Mayo en Grecia, que no se celebraba oficialmente por coincidir con la Pascua ortodoxa. Veo las imágenes de una Huelga General absoluta. No se mueve ni un alma. Y escucho el silencio de la prensa internacional. Nadie se hace eco. Hay un confabulación, más general que la huelga, para ignorar lo que ocurre allí.
Lucas León Simón
¿Quién paga este silencio? Conocemos a quien paga el silencio en nuestro país. Conocemos a quien nos infecta, cada mañana, con su mentira pagada al precio de ceniza. Conocemos a quien “profesionaliza” la opinión y la tertulia, para difundir la “verdad” del cupón premiado por el último soborno.
¿Pero quién está pagando el cerco de silencio, “el muro de mentiras” que cerca y aísla la lucha del pueblo griego? ¿Ángela Merkel y sus banqueros? ¿Un mapamundi de políticos e informadores corruptos? Aquel país era el oráculo de la democracia, el faro de las libertades y se lo han bailado en un sirtaki siniestro. Una huelga en la que se no mueve un mosquito en el Partenón es ignorada por un sistema, una cangrejada de la libertad que ignora el sufrimiento, el paro y el hambre de un pueblo tres veces milenario.
Así con todo. Estos son los altos niveles de ignominia del tiempo real. El envilecimiento de la humanidad por el bocamangas del capitalismo. Se ha hecho un potaje cruento de los derechos públicos, de las entidades populares, de las conquistas sociales, para satisfacer al dios “mercado”, la metamorfosis de los derechos del hombre y del ciudadano en una hipoteca tóxica.
Nuestro tiempo da asco. No creo que haya habido tiempos peores para la verdad comunicada. Unas salchichas compradas ejercen de portavoces de la esclavitud. El telediario de un medio de nuestro país dedica diez minutos a la información general y veinte a los sucesos morbosos mas variopintos, quieren unos espectadores escandalizados por la última separación de una princesa drogata e impasibles ante seis millones de parados.
“Así es si así os parece”. Estamos aboliendo la civilización para convertirla en un cagajón retransmitible. Cómo se zambulle en el agua la realidad de trece millones de pobres mientras aplaudimos el penúltimo blanqueo de dinero de una folklórica camino del Rocío.
De este manera estamos sobreexistiendo. Todo pena y nada de gloria. Al fondo hay unos señores que cobran de sobresueldo el triple de su ya magro sueldo oficial. Y mientras aprueban o no una ayuda de subsistencia de 400 euros al mes, se compran el último chalet marbellí por el módico precio de 25 millones. Al contado.
Creo que el mundo está a punto de salir ardiendo.